Poco tiempo después de que terminara la Guerra Civil empezaron a aparecer múltiples testimonios de los que habían perdido la contienda. El vendaval de la derrota trajo consigo, inevitablemente, la urgencia de explicarse. ¿Qué pasó, en qué momento se produjeron los errores definitivos, dónde se torcieron las cosas? Hubo entonces mucho de ajuste de cuentas: la culpa es de los otros, escribieron casi todos. Lo que sobre todo resultaba difícil, cuando no imposible, era saber quién podía tener razón. Si se hubiera hecho esto, si se hubiera hecho lo otro: igual habiéndose hecho esto y lo otro tampoco el resultado hubiera sido distinto. Pero la duda quedaba abierta. Por eso mismo tiene un valor de primer orden el inmenso esfuerzo realizado por el historiador Ángel Viñas. Setenta años después del final de la guerra, la aparición (hace unos meses) de El honor de la República (Crítica), el tercer volumen de su trilogía sobre el conflicto confirma la extrema necesidad de su desafío: volver allí, a aquellos años, y averiguar qué se decía (y qué se hacía) a través de los documentos de la época. Nada de grandes palabras: la letra minúscula de los asuntos de todos los días.
En esa minuciosa reconstrucción de un tiempo azotado por el dolor y la muerte, y en el que la radical exaltación de las grandes ideologías que triunfaban entonces era moneda corriente, la figura que recobra relevancia y hondura es la de Juan Negrín, el jefe de Gobierno de la República desde mayo de 1937. Escribe Viñas (en la imagen, en su casa de Madrid, fotografiadopor Cristóbal Manuel) en el prólogo: “De todos los políticos republicanos durante la guerra fue el doctor Juan Negrín, no Azaña, Prieto o Largo Caballero, el único que llegó a desarrollar talla de estadista y el único que no se hundió en la adversidad”. Una afirmación rotunda que completa la tarea de recuperación de ese gran político, que iniciaron Ricardo Miralles, Enrique Moradiellos y Gabriel Jackson con sus respectivas biografías, al que machacaron sin piedad sus enemigos y sus, si es que puede sostenerse todavía esa hipótesis, sus amigos.
Negrín les vino de lujo para justificarse a los vencedores y a los perdedores, y les vino sobre todo muy bien porque se refirieron a su obra en tiempos de Guerra Fría. De lo que se trataba entonces era de desinflar hasta donde fuera posible el mito del comunismo, y a Negrín, que había tenido que tratar con los comunistas (con los rusos y con los españoles, y también con otros) durante la guerra, le colgaron el sambenito de haber sido una más de las marionetas de su perverso proyecto de acabar con el capitalismo (y, por tanto, con sus libertades). Las lecturas de Franco y Prieto (por simplificar: tenían sus escribas que les hacían el trabajo sucio) coincidían en esa idea. Franco defendió que vino a salvar a España de los comunistas, y Prieto reprochó a Negrín que, por darles dado demasiado poder, la República se había perdido.
Lo apasionante de la trilogía de Ángel Viñas es que pone las cosas en su sitio. Seguir recurriendo a las grandes ideas, con sus simplificaciones correspondientes, para explicar el ruido de cada día (y más el ruido de cada día durante una guerra) adolece de rigor histórico. Sólo la Unión Soviética aceptó colaborar con una República asaltada por un grupo de militares rebeldes, que contaron con el apoyo de la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. Lo que cuenta el libro de Viñas es lo que hizo Negrín en una tesitura que él no había elegido (que le impusieron, sobre todo, Francia y el Reino Unido, las dos grandes democracias que se negaron a apoyar a la República). Y, en esa durísima batalla, emergen otras dos grandes figuras: los embajadores Pablo de Azcárate y Marcelino Pascua. En los documentos que quedan del pasado hay todavía mucho que rasgar.
[Con esta pieza, inició una temporada de regreso a la Guerra Civil, ahora que se han cumplido setenta años del bando franquista que la daba por concluida].
Hay 2 Comentarios
Yo no podré leer de momento ni esta obra ni la de Santos Juliá.
Desearía haberla leído hace unos cuantos años, cuando terminé el bachillerato. Pero no estaba más que en parte. Entonces se nos decía que los historiadores españoles no eran tan objetivos con nuestro reciente pasado como los ingleses.
He aprendido de ello a amar por encima de todo a los perdedores, simplemente porque sufren más. Es quien está peor quien necesita más apoyo, lógicamente.
Pero lo más importante que he aprendido en mi vida es que las guerras civiles son lo peor que puede ocurrirle a un País, Pueblo, Comunidad...
No quiero con esto resultar nacionalista, sino práctica.
Por eso, a la hora de mirar y de aprender, me resulta Japón el País más interesante del mundo. (Más que el mío, aunque me cueste decirlo. Y cuesta.)
P.D.:
El comentario no trata de sacar la cuestión y el asunto fuera de contexto ni de vaciarlo. Pero el contexto mundial en el que nos estamos moviendo (seamos incluidos o no), no me deja abstraerme. Vamos, que estoy sin acomodarme. Y pido disculpas. Felicidades también por el trabajo de Santos Juliá.
Publicado por: Belén Martínez | 04/04/2009 1:39:17
Siempre se ha dicho que la história la escriben los vencedores, y como no podía ser de otra manera así sucedió.
El esfuerzo de angel Viñas por rescatar documentos ocultos bajola losa del franquismo, es hacer justicia con mayúsculas al Dr.Negrín, notable médicoy científico, quien podía haber hecho la maleta paar buscarse las habichuelas en otrolugar más cómodo, y que sin embargo se jugó su carrera y la seguridad de su familia por salvar a España del barbarismo nazi.
Siempre he sabodo que el Dr. Negrín no era comunista.
el franquismo desarrolló " un tinglado" como lo llamó Ridruejo, en el que nada estaba a salvo de la corrupción, absolutamente nada ni nadie.
Gracias por este excelente artículo J.Andrés, gracias a D. Angel Viñas.
Una obra así es necesaría para tenerla cerca y echarle un vistazo de vez en cuando a una parte de nuestra história, que ahora sí hace honor ala verdad.
Publicado por: Marisa González | 03/04/2009 1:30:16