“Indescriptible belleza”

Por: | 26 de mayo de 2009

Kandinsky 1

“Desde el momento en que adoptó la abstracción, sus pinturas eran casi literalmente indescriptibles”, escribe Peter Gay de la obra de Vasily Kandisnsky en Modernidad. La atracción de la herejía de Baudelaire a Beckett (Paidós, varios traductores). Tiene razón. Es complicadísimo decir de qué tratan las más de cien obras, realizadas entre 1907 y 1942, que el Centre Pompidou de París ha reunido para repasar la trayectoria de uno de los mayores artistas del siglo XX. Nacido en Moscú en 1866, Kandinsky fue un artista viajero. Estudió derecho y economía, y cuando llegó a Munich en 1896 decidió dejarlo todo. Abandonó a su familia y se unió a Gabriela Münter, y empezó sus estudios artísticos. La exposición empieza en esa suerte de prehistoria, la que va de los años 1896 a 1907, en los que viajó por distintos países de Europa: sus primero pasos. Entre 1908 y 1914 se establece en Munich, publica De lo espiritual en el arte, se acerca a Schönberg y funda con Franz Marc y Paul Klee Der Blaue Reiter (El jinete azul). Ya ha elegido de manera radical el camino de la abstracción.

1915-1921: Moscú-Estocolmo-Moscú; 1922-1933: la Bauhaus (Weimar, Dessau, Berlín), y 1934-1944: París y Neuilly-sur-Seine son las otras estaciones del recorrido. Manchas y colores, sensación de vértigo y movimiento, vacío, círculos y triángulos y líneas, cintas y rayos. Para transmitir lo que hace Kandinsky habría que contar lo que se ve, cuadro a cuadro, y no se iría muy lejos. Los títulos de algunas de sus obras sirven para adivinar lo que buscaba: Tensiones delicadas, Acuerdo recíproco, Curva dominante, Varias partes…

Decía Robert Hughes, en su comentario sobre una exposición de Kandinsky que tuvo lugar en 1982 en el Guggenheim de Nueva York (y que reunió su trabajo hecho en Munich), que si bien Kandinsky “no fue el inventor del arte abstracto (como él mismo y sus admiradores solían proclamar), sin duda fue quien más hizo por promocionar el concepto de la abstracción ideal”. Frente a las dificultades para tratar de la obra de Kandinsky, casi mejor copiar un fragmento de lo que cuenta sobre él Peter Gay en Modernidad. Estamos en Munich, año 1909 o 1910, y Kandinsky…

“…volvía a su taller después de un día dibujando y sin saberlo estaba a apunto de inventar el arte abstracto. ‘De repente –recordaba sobre ese día–, vi un lienzo de indescriptible belleza empapado de un brillo interno’. Se acercó apresuradamente al desconcertante cuadro en el que sólo podía ver formas y colores. ‘Era un lienzo que había pintado yo, apoyado en la pared en uno de sus laterales’. La explicación lo capturó sin demora: ‘Sabía con seguridad que el objeto perjudicaba mi pintura’. Una fiel interpretación de la realidad de alguna manera resultó ser la gran barrera del arte. Su conclusión fue completamente radical: ‘Los objetivos (y por tanto también los significados) de la naturaleza y el arte eran, de una manera esencial, orgánicamente y por ley universal diferentes los unos de los otros’. De acuerdo con este manifiesto pictórico que había creado, el arte no le debía nada al mundo externo”.

Hughes, por su parte, analizó así la trayectoria de Kandinsky en un texto publicado en Time e incluido en A toda crítica (Anagrama, traducción de Alberto Coscarelli):

“El trabajo de toda su vida se basó en la creencia de que el arte, como la religión, debía descubrir un nuevo orden de experiencias; ambos podían describir los estados de exaltación y epifanías del Geist, el espíritu. No hubiera sido suficiente nada inferior a eso. Al ser ruso, Kandinsky se había formado en la tradición del icono religioso. Pero también era un teosofista, un ardiente seguidor de una de las maestras del espiritismo más influyentes de la época, madame Blavatsky. Los centros culturales de Europa, incluido Munich, estaban tan llenos de cultos pararreligiosos como lo está ahora California. Pero la opinión de madame Blavatsky era que el mundo material no tardaría en desaparecer, para dejar su ‘esencia’, el mundo del espíritu. […] Kandinsky vivió toda su vida convencido de esta tontería, a la espera de un paraíso teosófico en la tierra, mientras intentaba elaborar su lenguaje pictórico en el que los colores tendrían la exactitud semántica de las palabras y los sonidos la precisión de las cosas”.

Hay 5 Comentarios

Perdón, quería decir,
ha resultado en lugar de a resultado.

Indescriptible belleza en la tela y apasionante la vida del artista.
Sin poder evitarlo, o mejor dicho, no queriendo evitarlo, intento buscar un significado o significados al cuadro.
Un pentagrama en escorzo plano, un oído externo recogido en el contorno de un corazón...me rindo.
Así pues comienzo a indagar a través de los links de su artículo, y a resultado emocionante.
Volver a la fundación de la Bahaus.
Me encuentro la primera casualidad, Kandinsky exponiendo en casa de un antiguo alumno de la escuela alemana.
Enlazo pasado y presente, la Bahaus no pudo resistir la barbarie nazi, algo inimaginable cuando echó a andar, o quizá sí.
Por ello quiero ver la película de Heneke, para comprender cómo en aquella Europa creativa, a la cabeza de la vanguardia artística, es arrastrada a dos guerras mundiales.
Quizá Kandinsky quiso refugiarse a través de la música de Shöndberg en la pintura para no dejar plasmado el horror en sus telas.

Magnífica exposición la del Centro Pompidou. Me gustaría haber visto las caras de público y críticos de principios de siglo XX ante esas magníficas obras plagadas de colores. Saludos

Curiosamente, a mí siempre me ha parecido que K. era un abstracto demasiado "figurativo", y que, en contra de sus afirmaciones, nunca se atrevió a dar el salto completo hacia esa abstracción ajena al mundo exterior que predicaba. Pero, a pesar de eso, hay que reconocer la "indescriptible belleza" de su magistral pintura .

Grcias por la informacion, conocia muy poco de este pintor, pero me gusta.

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El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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