"Una familia es un animal extraño, siempre al acecho", escribe Berta Vías Mahon en Los pozos de la nieve (Acantilado), su última novela. "Un animal negro, con muchas patas, que de pronto sale un día de su escondite". El caso es que todo empieza en un cementerio, cercano a Cuacos de Yuste, donde están enterrados veintiséis soldados alemanes de la Primera Guerra Mundial y ciento cincuenta y cuatro de la Segunda. El narrador va leyendo lo que dicen las lápidas, repitiendo unos cuantos nombres de una lengua extraña. Está a punto de tomar la palabra, a tirar del hilo, a leer las historias que vivieron los demás. Y lo que le va a tocar después es justamente eso: lidiar con el fiero animal que irrumpe desde lejos en la vida de ahora, y poner en escena un antiguo secreto. Que es en la familia "donde con más frecuencia se practica la manipulación, el chantaje, la violencia".
Las cosas empiezan en Alemania cuando Abraham Stauffer llega en 1848 a Nuremberg y se casa con la última hija del cervecero Hans Ruckert. Es uno de los hijos de esta pareja, Conrado, el que se instalará después en Madrid para trabajar como ingeniero en otra fábrica de cervezas. Su hija será la que se case, en este caso, con el hijo del dueño. Alemania y España, pues, se van mezclando, y se irán mezclando más aún a través de otras historias.
No ha pasado demasiado tiempo en la novela y el narrador está ya explorando en los episodios terribles de la Guerra Civil. Porque lo que cuenta, lo que de verdad importa de su narración, es la historia de sus abuelos. Se conocieron durante el conflicto. Ella era alemana; él, español. Había nieve en Cercedilla cuando esa chica de 24 años encontró a un joven un poco menor a punto de morirse por un tiro que le habían dado los de su propio bando. Berta Vías Mahou describe la energía de aquella dama, capaz de atravesar sola un bosque de noche o de cruzar una cordillera nevada moviendo sus bastones de esquí. Atrevida e inteligente, ha viajado ya por media Europa en su motocicleta con su mono de cuero y su mochilla. Recoge al muchacho con Tarsila, la empleada que la acompaña durante su huída (fueron a buscarla los milicianos a su casa de Madrid), y de pronto toda la distante fortaleza de aquella chica se viene abajo al tener delante el cuerpo desnudo de un hombre. Así que, tan distintos, se amarán en mitad de la guerra. Y luego se separarán.
Hay un montón de historias de soledad en la novela de Berta Vías Mahou, y hay amores que se rompen y está el afán de sobrevivir y las inevitables complicaciones de unos tiempos difíciles. La riqueza de su propuesta es la de haber conseguido acercarnos a los vencedores que al final pierden. Y también a los perdedores, que perdieron de todas formas. Al viejo alemán que calla porque descubre el horror del nazismo y al nieto que celebra su iconografía de fuerza y destrucción. Hay en la novela un crimen. El animal al acecho está ahí y pega un salto, y deja flotando dos grandes interrogantes que abruman al narrador. ¿Cómo pudo seguir siendo republicano su abuelo después de lo que le hicieron los suyos a su padre y a su hermano? Y el otro: “¿Se puede ser nazi sin ser un criminal o un cretino?”.
Hay 2 Comentarios
se puede ser nazi sin ser criminal o cretino? En la Alemania de los 30 muchisima gente vivió un delirio sin detenerse demasiado en los detalles y sin prestar mucha atencion si la Gestapo buscaba al vecino. No seria prudente considerar que todos ellos hayan sido cretinos. Criminales no lo eran. Eso si cometieron el mas comun de los errores: no se dieron cuenta que con su silencio, con su mirar sólo al lado presentable del regimen aprobaban los delitos que éste cometía. Este esquema se repitió en muchisimas dictaduras. Gracias por recomendar el libro
Publicado por: Horacio | 12/06/2009 7:11:29
Una guerra civil es un escenario suficientemente adecuado para sacar lo mejor o peor que llevamos dentro.
Conozco ese cementerio, pero nunca he entrado en él, qué paradoja, en la tierra de los perdonados.
En ambos bandos hubieron especies de muy diverso pelaje y lamentablemente muchas mujeres padecieron el ataque de la bestia que el hombre lleva dentro.
Creo que que una abuela como la de esta escritora tiene bien merecido este homenaje, este libro, este recuerdo; y también es saludable que conozcamos otras histórias, que no nos acotemos a escuchar solamente las nuestras.
En las familias, cada miembro tiene una opinión propia, así pues, aunque se comparta una misma ideología, cada cual la interpreta a su libre albedrío; algunos para bien y otros para hacer todo lo contrario.
Creo que abuso de esta palabra,pero nuestra guerra fue una paradoja gigantesca, Se podían dar casos en que encontrabas más apoyo en personas del supuesto otro bando, que en tu propia familia, y aún después de setenta años tienes que callarte para que no se ofendan tus familiares.
Por estas cosas la guerra aún resulta más amarga y cruel.
Siempre pagan justos por pecadores.
Mi abuelo murió siendo republicano de corazón y de pensamiento, a pesar de las barbaridades que otros cometieron, sencillamente porque no se podía volver a lo mismo de siempre.
Publicado por: Marisa González | 11/06/2009 23:39:44