Muchas de las imágenes de Dorothea Lange atrapan a hombres, mujeres y niños que están detenidos. Parados. Quietos. No son imágenes angustiosas, ni están cargadas de un dramatismo, por así decirlo, suplementario. Lo que cuentan es otra cosa. La espera y la nada. Todo esto queda resumido en una frase que escuchó la fotógrafa de uno de los hombres que huían de una tormenta de polvo que se levantó en 1934 en Oklahoma. "Hemos sido arrasados". Y de eso trata la exposición que se puede ver en la Fundación ICO de Madrid, en el marco de PHotoEspaña. De lo que ocurre después de la tormenta. De las ruinas humanas de la Gran Depresión.
Parados, quietos, a la espera. Dorothea Lange tenía en San Francisco un estudio de fotografía donde los clientes acudían para ser atrapados por la cámara en la mejor de sus poses. Un día se asomó a la ventana, y las cosas cambiaron drásticamente. Cogió sus herramientas y salió a la calle. A partir de ese momento, sus mejores imágenes surgieron de la batalla de aprender a mirar lo verdaderamente relevante de lo que está ocurriendo. Y agarrarlo en sus imágenes. Lo que Dorothea Lange vio, y contó como pocos lo han hecho, era que la gente había sido arrasada y forzada a esperar. Lo que descubrió al asomarse a la ventana de su estudio en San Francisco fue a un grupo de gente que no estaba haciendo nada. Hay que recorrer, una detrás de otra, las imágenes que hizo en la calle Howard, la de los parados, Skid Row la llamaban, para entender de lo que trata.
Y de lo que trata tiene un cierto aire bíblico. ¿Qué ocurre cuando las circunstancias acaban con todo lo que se había proyectado? ¿Qué pasa cuando algo te aparta del curso de las cosas y te convierte en un extraño en tu propio mundo? ¿Qué hacer cuando dejas de ser lo que has sido y no queda otra que someterse al capricho azaroso de los cosas? ¿No hay, no parece haber en todo ello, el eco de un castigo divino? Hombres parados, mujeres amarradas a sus hijos, niños con el futuro colocado entre paréntesis. No, no fue ningún castigo divino. Fue la crisis de los años treinta, la Gran Depresión.
Y fueron también las desgracias que nunca llegan solas: tormentas de arena, sequías, reconversiones tecnológicas que dejaron a la gente del campo sin trabajo. De pronto ocurre lo imprevisible: nada, no hay nada, nos hemos quedado sin nada. Mineros de Tennessee, granjeros de Nuevo Mexico, paisajes vacíos y trastos abandonados, campamentos y hogares improvisados al lado de cualquier camino. Hay mucha mugre, todo parece frágil, no hay otra salida sino la de errar en una atmósfera de radical provisionalidad. Hay carromatos que van de un lado a otro y que subrayan que todo ese movimiento no es sino otra forma de estar parados. Yendo de una imagen a otra de Dorothea Lange resulta inevitable pensar en el fotógrafo (en el artista) que debería contar la crisis de hoy, en el que supiera sacar a la luz del reducto abstracto de las cifras y estadísticas el silencioso y vertiginoso sufrimiento de cuantos han sido arrasados.
Hay 1 Comentarios
En su "madre migrante", como en la foto que lo acompaña, se refleja perfedtamente todo lo que se dice en este artículo.
Publicado por: Celebes | 30/06/2009 9:24:05