Malcom Lowry nació en Cheshire hace un siglo, el 28 de julio de 1909, en el seno de una familia con dinero. El padre se dedicaba al comercio del algodón en Liverpool, así que el muchacho creció con una buena educación y sin privaciones de ningún tipo: destacó en los deportes, tuvo amigos y amores, aprendió a tocar el ukelele. En una de las escuelas privadas a la que iba, en Cambridge, editaban una revista y empezó allí a publicar algunos relatos. Aquello le gustó y decidió ser escritor. Leyó a Conrad, Melville y O’Neill, cogió fama de excéntrico y rebelde, empezó a frecuentar los pubs y a beber con meticulosa dedicación. Pactó entonces con su padre que lo dejara viajar un año antes de entrar en la universidad. Y zarpó de Liverpool como ayudante en un carguero. Estuvo en Singapur, Shanghai, Yokohama…, pasó calamidades y vivió aventuras, siguió dándole duro al alcohol.
Ya de vuelta, quedo fascinado con las obras de Conrad Aitken, que se convertiría en su mentor, y Nordahl Grieg, a quien visitó en Noruega tras alistarse como maquinista en un carguero. Su primer libro fue Ultramarina. En 1932 estuvo en España y se casó con Jan Gabriel. El alcohol se encargó de fulminar la relación y se separaron en 1938. Un año después conoció a Margerie Bonner, con quien se casó en 1940 y con quien se fue a vivir en una cabaña a la Columbia Británica, hasta 1954. Estaba en Sussex en 1957 cuando tuvo una fuerte pelea con su mujer. Se bebió una botella de ginebra y se tomó unos cuantos barbitúricos: se ahogó en su propio vómito.
Bajo el volcán, que consiguió publicar en 1946 tras haber escrito cuatro versiones, se desarrolla durante el Día de Muertos de 1938 en Cuernavaca, México, y cuenta la historia del Geoffrey Firmin, el Cónsul, y de su mujer Ivonne. El viaje a los infiernos de quien se ha sumergido en un proceso de autodestrucción total y la crónica de una inútil batalla por recuperar el amor: es seguramente una de las más grandes novelas que se han escrito nunca. Como homenaje en su centenario, copio unos cuantos fragmentos de la edición que hizo Círculo de Lectores (traducción de Raúl Ortiz y Ortiz) en 1992 con unas magníficas ilustraciones de Alberto Gironella:
"Y sin embargo, ¡se habían querido! Pero fue como si ese amor hubiera vagado lejos de aquí por desoladas llanuras de cactos, perdido, como si tropezara y cayera, acosado por bestias salvajes, como si pidiera auxilio, agonizante, para al fin suspirar con una especie de paz extenuada, Oaxaca…".
"Se asomó al jardín y fue como si trozos de sus párpados se hubiesen desprendido y revolotearan dando saltos ante su mirada, mutándose en sombras y formas nerviosas, sobresaltándose con el culpable parloteo de su mente, que aún no sonaba del todo como voces, pero volvían, volvían; se le apareció una vez más una imagen de su alma como una ciudad, pero esta vez era ciudad arrasada y fulminada en el sombrío camino de sus excesos, y cerrando sus ojos calcinados, pensó en el hermoso funcionamiento del sistema de aquellos que en verdad vivían, conectados los interruptores, rígidos los nervios sólo ante el peligro real, y tranquilos ahora en un sueño sin pesadillas, sin descansar, aunque en reposo: pacífica aldehuela".
“—¿No te queda nada de ternura ni de amor por mí? —preguntó Yvonne de repente, casi con voz lastimosa, volviéndose hacia él, y pensó el Cónsul: Sí, te amo, me queda todo el amor del mundo por ti, solo que ese amor parece tan alejado de mí, y también tan extraño, porque es casi como si pudiera oírlo, como un zumbido o un llanto, pero distante, muy distante, y como un triste murmullo perdido que puede ser que se acerque o se aleje, no sabría decirlo—. ¿No puedes pensar en otra cosa sino en las copas que vas a beber?”.
Hay 1 Comentarios
El artículo cojonudo, la novela impresionante, el personaje, en sí, definitivo y la película grandiosa.
Un abrazo y continúa enseñándonos.
Publicado por: joan | 29/07/2009 11:55:07