Un escritor español acude a una cita en un hotel de Santiago de Chile y se encuentra con un tipo al que le acaban de pegar un balazo. Le esperan ahí unas cartas, escritas por Salvador Allende, en las que el presidente socialista le pide armas a Fidel Castro para sostener su proyecto revolucionario. Es el propio Luisgé Martín el que se ve envuelto en tan disparatada situación, convertido así en el personaje central de Las manos cortadas (Alfaguara), su última novela. Así que tenemos un cadáver y un embrollo, el telón de fondo de la época de Allende en Chile, un supuesto guiño a la violencia de la revolución cubana, un escritor que se ha enchufado a sí mismo como protagonista de su libro, y hay incluso un taxista que recoge al autor angustiado y le sirve de lazarillo por los paisajes del país latinoamericano. Luisgé Martín ha librado, pues, una guerra en varios frentes y ha salido indemne. Lo que resulta más sugerente de su desafío es que haya incorporado, en medio de una trama trepidante, la necesidad de mirar cara a cara a los mitos de la propia juventud.
A eso se le podría llamar novela política. O, quizá, lo que la novela de Luisgé Martín (la foto es de Carlos Rosillo) procura es plantear una pregunta política, que es también una pregunta moral: ¿estaría dispuesto a liquidar a alguien, si estuviera en su mano, del que sabe positivamente que hace el mal, que ocupa una posición de poder y controla una serie de hilos y que esos hilos conducen a la muerte y la destrucción de seres inocentes? Pinochet podría servir como ejemplo. Esta novela reconstruye ese periodo de Chile: el de Allende y el del golpe y la brutal represión. Y lo que pasó antes y lo que pasaría después. El motor que mueve sus engranajes es el de volver hacia atrás bajo la hipótesis de que también Allende hubiera sido un canalla.
En Las manos cortadas hay muchas novelas dentro de una. Luisgé Martín está presentando un libro suyo en Santiago y las cosas se le complican con un muerto cuando lo buscan para entregarle unos documentos, unas cartas y un proyecto para fundar un campo de prisioneros, que desmontan la imagen que hasta ese momento ha tenido de Salvador Allende. Así que hay una novela policiaca, la que cuenta las peripecias del autor para desvelar un crimen. Durante ese proceso se va enredando con múltiples historias paralelas, que le sirven para reconstruir lo que pasó entonces en Chile. La historia de los Savonarola, una familia de empresarios mordida por la decadencia y las crisis, y la historia de Víctor Larrañaga, que hace una fulgurante carrera desde un periódico, y ese inmenso folletín que es la vida de esa mujer ciega, que sale de la nada y llega a la cumbre, Sandra Flechart. Hay también una novela de viaje, donde el autor entra en sus propia zonas inexploradas mientras recorre el desierto chileno. Y está, en fin, esa novela política del gobierno de Allende y del golpe de Pinochet.
Cuando Luisgé Martín está embarcado en la reconstrucción de la vida de Álvaro Savonarola, escribe: "Siempre me he preguntado, con fascinación, en qué momento exacto se convierte un joven altruista y bondadoso en un escéptico sin escrúpulos. En qué instante comienza alguien que ha creído en la fraternidad y en la indulgencia a preferir la compañía de los inclementes". Tal vez, al final, de lo que trata Las manos cortadas es justamente de eso: de la piedad. Y escudriña y rasca y sacude a sus personajes, y a los paisajes y a la historia de Chile, para entender qué es lo que eso significa, qué lugar ocupa en nuestras vidas, de qué manera marca nuestro trato con la confusa realidad que habitamos.
Hay 3 Comentarios
Quiza valga la pena comentar que hoy en La Paz Bolivia fue entregado a la Justicia boliviana el antiguo Ministro del Interior de la ultima y mas sanguinaria dictadura militar boliviana. Digo esto porque rara vez llegan de Bolivia buenas noticias. Los crimenes de estado siempre quedan impunes. Hoy es una excepción.
Publicado por: horacio | 10/07/2009 15:48:01
Excelente texto de José Andrés. Nos invita más que a una lectura a una disección de la novela Las Manos Cortadas. Y es que en Chile ese proceso histórico aún no concluye, aún no está totalmente decantado, como lo expresaria Groce, porque están vivos muchos de los protagonistas, con sus versiones de los hechos. Muchos chilenos no vacilarian en responder que liquidarian al engendro del mal (Pinochet), pero también serían muchos los que fueran complacientes con el que impediría las canalladas de Allende. Adivinamos po donde actuan los Savonarola, suponiendo que el nombre está inspirado en el del dominíco italiano.
Publicado por: Julio Martínez | 08/07/2009 18:10:09
una gran reflexión para mi día...
un fuerte abrazo de Portugal
Leonardo B.
Bizarril
Publicado por: Leonardo B. | 08/07/2009 13:04:57