El coche que Bernhard conducía era un Triumph Herald. Le costó treinta y cinco mil chelines y lo había comprado hace muy poco con el dinero del premio Julius Campe. Se lo concedieron por Helada, y tuvo que desplazarse a Hamburgo a recoger el cheque. En cuanto regresó a Viena se dirigió a Heller, un concesionario de coches. Allí lo vio en el escaparate: blanco, tapizado de rojo, con un salpicadero de madera con botones negros. Lo estuvo mirando durante un rato muy largo. Luego le dijo al vendedor que lo compraba, y éste le contestó que en unos días podría disponer de uno. Bernhard le dijo que no, que quería ése y que lo quería ya.
No tuvo dificultades en conducir su hermoso Triumph Herald, aunque reconoce que era "absolutamente más sencillo" manejar camiones. Fue enseguida a mostrárselo a su tía, dio unas cuantas vueltas por aquí y por allí y salió de la ciudad empujado por el entusiasmo. Un tiempo después, cuando bajaba del Monte Maggiore conduciendo aquella perla, Bernhard cree recordar que iba cantando, atravesado por aquella extrema felicidad que lo había conquistado en las alturas. De pronto, un coche invadió desde la izquierda el carril por el que circulaba. El golpe fue de frente y aplastó el morro del Triumph Herald, Bernhard salió despedido, se levantó de inmediato, estaba lleno de sangre.
Mis premios, el único libro que Bernhard dejó preparado para publicar antes de morir, reúne varias piezas en las que cuenta las circunstancias que rodearon la concesión y recogida de la mayoría de los laureles que le fueron dando por su obra literaria. Están también los (pocos) discursos de agradecimiento que tuvo que pronunciar. "Yo me agarraba continuamente la cabeza, porque creía que se me estaba vaciando", escribe Bernhard cuando relata sus primeras reacciones después del accidente. Lo llevaron a un hospital. Pero callo ya: les toca a ustedes continuar. Les garantizo que el libro es una delicia.
Hay 2 Comentarios
Tengo libro para seguir cimentando un pseudónimo. Gracias por el artículo :)
Publicado por: Thomas Bernhard | 17/11/2009 0:25:14
Es curioso el caso de los papeles de los escritores muertos. La novela que Nabokov no terminó de escribir y pidió que se destruyera, pero su familia ha conservado y verá la luz. El caso Bolaño con sus manuscritos ocultos. El caso Fernando Pessoa que dejó poemas y artículos desperdigados por revistas literarias con distintos heterónimos, que permite novedades cada poco tiempo. Este Bernhard también tiene el aire de una recopilación de piezas sueltas. Se anuncia un libro de Borges y María Kodama con textos (supongo que) ya impresos del autor y fotografías de ella. A Cortázar también le sacaron del cajón este año un manuscrito olvidado que le ha devuelto, al menos unas horas, de nuevo a la actualidad.
Publicado por: precarisimo | 19/10/2009 0:04:32