Todo eso que se escucha en el último disco de Allen Toussaint tiene que ver con la muerte y la soledad, con el dolor, tiene que ver con el gusto por la compañía y con el pequeño placer de beberse un trago cuando cae la noche, esa música está empapada de tiempo y en cada sonido acumula fragmentos dispersos de una larguísima historia que tiene su origen remoto en la esclavitud. Sonidos negros, con la rabia acumulada por las continuas vejaciones, y con esa sabiduría que procede del afán de sobrevivir: el gusto de atrapar la más mínima felicidad en cuanto pasa por la puerta de casa. Si uno se toma muy en serio esta música, igual se pone a llorar o, quién sabe, directamente a bailar. Hay tanto de lamento como de celebración en The Bright Mississippi. El río pasa y ocurre de todo. Allen Toussaint ha grabado una obra maestra.
Nació en 1938 en Nueva Orleans y lleva ya mucho tiempo en el negocio de la música. Ha compuesto algunos clásicos, su piano ha galopado en los discos de una corte de elegidos, productor, arreglista, cantante, músico de los pies a la cabeza y uno de los indiscutibles del sonido de Nueva Orleans. Ha hecho ese rhythm & blues propio de la zona, cargado de intensidad y pura energía. Toussaint es un caballero que ha estado en el frente con su compadre Dr. John, y que hizo algunos temas que están ahí, listos para ser devorados como deliciosos bocados de vitaminas puras. Miren sino a Labelle y su Lady Marmalade o a Otis Redding cuando cantaba su Pain in my Heart. Lo han versionado The Yardbirds, The Rolling Stones, The Who, Boz Scaggs…, y ha colaborado con Willy DeVille, con los Wings de Paul McCartney, con The Band, con Solomon Burke, con Elvis Costello, entre otros muchos. Sus maneras como pianista tienen además un ilustre precedente, Professor Longhair: un hilo directo con el blues más auténtico.
The Bright Mississippi es, sin embargo, otra cosa. Es como si se hubiera hurgado a fondo en la inmensa trayectoria de Allen Toussaint para quedarse con lo esencial, y a partir de ahí se hubiera iniciado un nuevo camino, marcado por la austeridad y la elegancia. Es algo distinto, que no tiene mucho que ver con la jovialidad de muchos de sus temas. El productor es Joe Henry, que ya había estado cuando se juntaron Toussaint y Costello, y que parece ocupado en conseguir que todo suene diáfano, transparente. Un día, hace tiempo, escuchó cómo Toussaint tocaba una pieza de Fats Waller y quedó traspuesto. Le preguntó si grabaría algo así. Toussaint contesto: "Never". Nunca.
Ese nunca ha terminado por ser este álbum, donde hay viejos temas populares y viejos clásicos del jazz (Bechet, Ellington, Monk, Reinhardt…). Todo con el aroma instrumental de Nueva Orleans (sólo hay un tema cantado por el propio Toussaint) y con una banda de lujo que incluye, entre otros, a Don Byron, Nicholas Payton y Marc Ribot. Cuenta Joe Henry que otra vez lo escuchó tocar, tras una sesión de grabación, un arreglo de Tipitina, de Professor Longhair. "Sonaba como algo que jamás había oído y como todo lo que había oído hasta entonces", escribe Henry. Una soberbia mezcla de música clásica europea, tango, jazz de antes de la guerra y una amplia variedad de sonidos populares, y todo ello articulado "con un ojo puesto en el blues". ¿Qué más se puede pedir?
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