El título es como para dar marcha atrás: Escolios a un texto implícito (Atalanta). De escolio dice Franco Volpi, autor del prólogo, que "indica una nota en los manuscritos antiguos y en los incunables, añadida por el ‘escoliasta’ en interlínea o al margen para explicar los pasajes oscuros del texto desde el punto de vista gramatical, estilístico o exegético". El texto implícito es "la obra ideal, perfecta, tan sólo imaginada" que esos escolios comentan. Si Zaratustra dijo, por ejemplo, que "al hombre del conocimiento le disgusta bajar al agua de la verdad no cuando está sucia, sino cuando no es profunda", lo que escribe Nicolás Gómez Dávila (en la imagen, en su despacho) es que "las ideas confusas y los estanques turbios parecen profundos". Entre una frase y otra hay un aire común, no en vano llamaron a este peculiar pensador "el Nietzsche colombiano". Su estilo es transparente y claro; sus maneras, provocadoras; su obra, una larga colección de aforismos llenos de inteligencia y humor, de una rara originalidad, a contracorriente de las ideas que hoy se imponen.
Porque lo que sobre todo hace en sus escolios Nicolás Gómez Dávila (Bogotá, 1913-1994) es arremeter contra la modernidad, criticar a cañonazos la democracia ("Los parlamentos democráticos no son recintos donde se discute, sino donde el absolutismo popular registra sus edictos"), meterse con el ideal de igualdad, machacar al comunismo ("Llámase comunista al que lucha para que el Estado le asegure una existencia burguesa") y al socialismo, cuestionar la idea de progreso y de la supuesta perfectibilidad del hombre, cebarse en la técnica y sus sacerdotes. De sí mismo dice que es reaccionario: "aquel que está en contra de todo porque no existe ya nada que merezca ser conservado", aclara Franco Volpi. Fue un católico convencido, quiso pertenecer a una suerte de aristocracia de la inteligencia y defendió con firmeza el deseo ("mejor no ser nunca nadie, mejor no ser nunca nada que matar en nosotros el deseo", escribió en sus Notas). Al final terminó siendo un tipo raro que leía en varias lenguas y que iba montando su entera filosofía sobre la frágil consistencia de sus brillantes ráfagas, sus suspiros, sus balazos siempre certeros. La publicación de las 1.407 páginas de sus Escolios… ha sido un hermoso regalo. La fiera independencia del pensador colombiano sirve para sacudir los tópicos con los que habitualmente nos manejamos. Eso es impagable y aunque, como ocurre con todos los libros de aforismos, no siempre se consiga sintonizar con cada uno de ellos, hay algunos que sirven para barrer los deshechos y para paladear la gloria. La mejor forma de presentarlo, sin embargo, es la de leerlo. He aquí, pues, algunos de sus escolios:
"Yo carezco de opiniones, sólo tengo breves ideas, transitorias y fugaces, más parecidas a las posadas destartaladas donde descansamos una noche que a las mansiones espléndidas, donde no sabemos bien si moramos, o si somos prisioneros de su misma magnificencia".
"La madurez del espíritu comienza cuando dejamos de sentirnos encargados del mundo".
"Al corregir la natural ambivalencia de los sentimientos, la razón los corrompe y mutila el universo.
Quien suprime las secretas connivencias entre sus amores y sus odios, se vuelve un fanático que camina entre esquemas".
"Negarse a admirar es la marca de la bestia".
"Después de desacreditar la virtud, este siglo ha logrado desacreditar los vicios.
Las perversiones se han vuelto parques suburbanos que frecuentan en familia las muchedumbres domingueras".
"Para las circunstancias conmovedoras sólo sirven lugares comunes. Una canción imbécil expresa mejor un gran dolor que un noble verso.
La inteligencia es actividad de seres impasibles".
"Escribir corto para concluir antes de hastiar".
"Hay opiniones que es justo barrer con respeto, pero empuñando firmemente la escoba".
"Ciencia es lo que no llega a la intimidad de nada".
"Si queremos que algo dure, hagámoslo bello, no eficaz".
"Revolución es el período durante el cual se estila llamar ‘idealistas’ los actos que castiga todo código penal".
"Un grano de ironía impide que la indignación nos envenene".
"Después de hospedarse en una mente norteamericana las ideas quedan sabiendo a Coca-Cola".
"Nada nos avergüenza tanto como haber proferido trivialidades pomposamente".
Hay 2 Comentarios
Creo que la divisa de Enrique Tierno Galván era "más vale glosas que summas". Claro que su tiempo fue un tiempo donde las facultades de letras estaban tomadas por la escolástica. Sólo imaginar el volumen de los trabajos que tuvo que leer el viejo profesor ya da pereza. Mucha pereza. Por cierto, 1.407 páginas de aforismos, ¿no son demasiadas?
Interesante recomendación. Gracias
Publicado por: PREcarísimo | 02/11/2009 22:39:16
Muy bueno, roojutis! Nada nos avergüenza tanto como haber proferido trivialidades pomposamente.
Publicado por: michele | 02/11/2009 19:18:24