El insomnio de Bolívar, de Jorge Volpi, arranca con un ritmo vertiginoso y no para hasta el final. El ensayo reúne "cuatro consideraciones intempestivas sobre América Latina en el siglo XXI" y ganó el II Premio Iberoamericano Debate-Casa de América, en 2009. Como ocurre con el libro de Javier Cercas sobre el golpe del 23-F, el de Volpi se sostiene también en su nervadura literaria. Hay crónica e historia, datos que aporta la sociología y consideraciones de distintos politólogos, salen cifras aquí y allá: pero lo que importa es el recorrido que propone la escritura, sus andares, su movimiento, su mirada. Es como un viaje veloz (y, por desgracia, por los infiernos), pero en el que en ningún momento se pierde el ritmo. Como si Volpi consiguiera que el lector entrara en las estampas que va convocando, y pudiera hacerlas suyas. Así que va levantando múltiples escenarios, dibuja distintos personajes, regresa a las marcas de la historia, se zambulle en los lodos del presente y levanta incluso vuelo hacia el futuro. La imagen del continente es desoladora pero, paradójicamente, está llena de vida.
El baile (si es que puede llamarse así, y creo que puede llamarse así: un baile suelto, bamboleante, suavón) se inicia en Santa Cruz de la Sierra, una ciudad sin señas de identidad en un país, Bolivia, que exalta ahora su condición indígena. En la siguiente viñeta estamos escuchando en Caracas a una joven orquesta dirigida por Gustavo Dudamel. Un salto, y estamos en el Paseo de la Reforma de México, convertido en espacio de solidaridad por los seguidores de López Obrador ante el triunfo (¿fraudulento?) de Calderón en las elecciones de 2006. Otro, y a quien vemos es a Fidel Castro en chándal, retirado ya del escenario principal de la política de Cuba. Así van sucediendo las cosas. Volpi baja a episodios concretos y los rescata, y los planta delante de nuestras narices. Caos de tráfico en Santiago, Gabo es un dios en Cartagena de Indias, la hijastra de Daniel Ortega lo acusa de acoso sexual, Kirchner cede la presidencia de Argentina a su mujer, un obispo llega al poder en Paraguay.
Así son las cosas. ¿Probamos con la ametralladora? Veamos: la vida institucional es en América Latina una rareza. La democracia esconde a veces la resurrección de los viejos caudillos. El mito de la guerrilla se ha ido al traste y hoy Marcos y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional tienen mucho de troupe circense. Los nacionalismos arrinconaron el sueño de Bolívar de una América unida. La corrupción es el parámetro del éxito social. La democracia nunca fue bien recibida. El 36,5% de la población vive en condiciones de pobreza, y el 13,4% en pobreza extrema (datos de 2006). Los actuales caudillos no trabajan para la historia sino para el aplauso y la celebridad instantáneos, como las estrellas de la música pop. El narcotraficante se ha convertido en la imagen emblemática de la nueva América Latina ("…la topología de las FARC se parece más a la de al-Qaeda o a la de una multinacional que a la de un movimiento armado clásico…").
Lo que en buena medida hace Jorge Volpi es dialogar con los autores del boom (y plantarles cara y criticar sus envejecidas proclamas). Fueron ellos los que recuperaron el viejo sueño de unidad después de la experiencia de la revolución cubana y los que, con su éxito espectacular, consagraron la imagen de una América Latina distinta y un tanto exótica, la del realismo mágico. Todo eso ya no sirve, eso cuenta El insomnio de Bolívar, cuando ya han desaparecido casi todas las dictaduras y las guerrillas (y lo que hay son frágiles democracias con muchas tareas pendientes). Podría seguir bombardeando con algunos registros que toca. Pero no tiene sentido. Porque lo que importa es cómo los toca. Ahí está su acercamiento paralelo a dos mujeres que llegaron el poder, Michele Bachelet y Cristina Fernández. Empiecen el libro por ahí, por ejemplo, y les garantizo que volverán al principio y se lo merendarán entero.