En el texto que apareció en la revista Regards ilustrado con las imágenes de la serie Promenade des Anglais, que Lisette Model realizó en la Costa Azul en 1934, se podían leer a propósito de los personajes retratados frases como ésta: "El juez tieso en su corrupción, el general retirado que viene a reventar al sol tras haber hecho perecer ejércitos enteros en el fango, el rentista que digiere la sangre de los dividendos, las putas de lujo que doran sus nalgas en la playa…". Era el tono de la época para una revista concebida desde posiciones próximas al comunismo y dirigida a las masas. Nadie se acuerda de Lise Curel, que firmaba aquellas explosivas líneas, pero las fotografías de Lisette Model siguen conservando toda su fuerza. Todavía se pueden ver en Madrid, en una magnífica exposición en la Fundación Mapfre.
Aquél de la Costa Azul fue uno de los primeros trabajos que publicó Lisette Model y nadie sabe muy bien cómo acabaron en esa revista. Es verdad que no resulta difícil ridiculizar con trazos de brocha gorda a esos ociosos personajes de la burguesía europea que buscaban refugio en el sur de Francia, pero desde aquellas primeras imágenes lo que la cámara de Lisette Model (en la imagen: Cafe Metropole; Nueva York, 1946) atrapa va mucho más allá de una burda crítica social. Grotescos y entrañables, esos personajes aparecen con la distancia de los que están acostumbrados a moverse en el mundo del poder, pero se les ven las grietas por las que se les cuelan la soledad y el desamparo que pertenecen a todos los mortales.
Y de eso trata la obra de Lisette Model. De los mortales. De su soberbia y prepotencia, de su fragilidad, de su dolor, de la minuciosa puesta en escena con que presentan en sociedad, de sus sueños, de sus rutinas, de su aburrimiento. Nacida en Viena en 1901 en el seno de una familia acomodada, Élise Amélie Félicie Stern iba a dedicarse a la música --cantaba muy bien-- y empezó en 1920 a estudiar con el compositor Arnold Schönberg. No se sabe bien por qué abandonó ese camino y terminó dedicándose a la fotografía, lo que sí está claro es que llevó incorporada en su mirada la sofisticada formación que recibió durante aquellos años, tanto en Viena como en París, donde llegó en 1926. Se casó con el pintor Evsa Model, con el que se fue a Estados Unidos en 1938.
Alguna vez dijo que lo que le fascinaba de la fotografía era "el instante" y confesó que, por "una cuestión de instinto", le atraían las cosas grandes. Su obra está llena de personajes voluminosos. "Fotografiar con las tripas", ésa era su consigna. Algunas de sus imágenes de Nueva York recogen los reflejos de los escaparates y otras están hechas mirando el mundo a la altura del suelo y son pasos, pisadas, zapatos: la corriente que nos va arrastrando. Sea por su conciencia del carácter ilusorio de la vida, esos reflejos, o por saber que estamos de paso, esas pisadas, el caso es que Lisette Model procedió con la mayor de las libertades a desnudar nuestra condición. Pobres o ricos, célebres o anónimos, nómadas o sedentarios, la fotógrafa fue al grano. Así que es mejor ver estas imágenes con humildad, evitando la condena rotunda que de los burgueses hizo en Regards Lise Curel. Al fin y al cabo, todos estamos hechos de una misma pasta, donde la altanería y las carencias se mezclan a partes iguales.
Hay 0 Comentarios