He vuelto a Stendhal durante una reciente visita a Roma y me llevé el libro que publicó en 1817 sobre su viaje a Italia. Las anotaciones (su forma es la de un diario) empiezan en Berlín el 2 de septiembre de 1816 y terminan el 18 de octubre de 1817, donde las cierra con sus comentarios sobre la ciudad eterna. En aquellos tiempos interesaban mucho aquellos textos que se ocupaban de otros países, ya fueran lejanos o más o menos cercanos, y había esa idea de que hombres y mujeres eran muy diferentes según donde les hubiera tocado nacer y vivir hasta el punto que, en los literatos, se daba esa tentación de pontificar sobre la manera de ser que caracterizaba a los habitantes de cada país. "Las gentes del norte afrontan la existencia de una forma grave, seria, profunda si se quiere", escribe por ejemplo Stendhal, para decir poco después que en Italia "se afronta la vida de una forma viva, apasionada, llena de sensaciones fuertes y un poco desordenadas si queréis". El libro, Roma, Nápoles y Florencia, lo publicó Pre-Textos en 1999 con traducción, y notas de Jorge Vergua.
Todavía hoy, por mucha globalización que haya, se siguen dando por buenos algunos de esos viejos tópicos y es fácil escuchar que si las cosas van de una manera en Francia es porque los franceses son así, y si discurren por otros derroteros en Italia se debe, lógicamente, a la forma de ser de los italianos. Ahí en Roma, leía a Stendhal en el mismo momento en que una turba de fanáticos expulsaba en Rosarno a los inmigrantes subsaharianos. "En este bello país", escribió Stendhal en el primer cuarto del siglo XIX, "no hay que hacer más que el amor". A comienzos del siglo XXI, lo que se veía en la televisión al levantar la vista del libro era una antigua fábrica donde vivían hacinados comos esclavos esos trabajadores que habían llegado a recoger mandarina en agotadoras jornadas por un salario miserable y que, de pronto, se veían obligados a salir de allí por el color de su piel.
"Un hombre farsante es tan raro en la sociedad de Roma o de Milán como un hombre natural y sencillo en París", apuntó Stendhal. Pero esas simplificaciones no sirven para nada cuando es necesario acercarse a las razones profundas que propiciaron el lamentable pogromo de Rosarno. No es que fueran otros tiempos, ni siquiera sirve decir que las generalizaciones son triviales. Lo de Calabria no tiene que ver con una ancestral manera de ser marcada en los genes de sus habitantes sino con una historia concreta en la que los mafiosos de la 'Ndrangheta seguramente tienen un papel protagonista.
Lo de Stendhal es, y ha sido siempre, otra cosa. No tanto un afán de sentenciar sobre las cosas y explicarlas a partir de unos argumentos que, sobre todo, sirven para seducir y brillar en los salones. Y también, y es lo que importa, para abrirle caminos a su literatura y a su manera de entender la vida. En algún lugar tenían que estar la belleza y la pasión, y Stendhal las encontró en Italia. No es, desde luego, mal sitio. "Un romano al que se propusiera amar siempre a la misma mujer, aunque fuese un ángel, exclamaría que le estáis arrebatando las tres cuartas partes de aquello que hace que valga la pena vivir", escribió. ¿Se estaba refiriendo sólo a una particularidad local que caracteriza a los del lugar? ¿O se trataba, en realidad, de otra cosa? Por si acaso, acudan a Stendhal. Es una ráfaga de aire fresco en estos tiempos tan abyectos y de tanta hipocresía.
Hay 4 Comentarios
Qué gracioso eres Rojo, por cierto ¿y el negro?
Publicado por: Escarlata | 30/01/2010 19:54:09
que razon tienes, rojo; de cuántas cosas puede aliviarnos la buena literatura.
Publicado por: Juan Cruz | 25/01/2010 13:15:41
En casa de mis padres había un tomo de Almas Muertas, ninguno de Stendhal. Siempre me pregunté quien o qué había hecho llegar ese tomo, creo recordar de Bruguera, ya que nadie era lector. El tomo de Gogol siempre estuvo en la estantería, amasando polvo y nadie sabía que había dentro, hasta que un día por casualidad, debería ser yo muy joven, lo abrí y di con Chichikov. Si yo tuviera una máquina del tiempo, iría a por Stendhal y a por Gogol y los sentaría a la mesa del café de la juventud perdida de Modiano y me sentaría en la esquina más oscura tan sólo para escuchar.
Te seguimos con atención, Jose Andrés, aunque muchas veces demos la callada por respuesta.
Publicado por: Renato Caspio | 21/01/2010 20:27:36
Los suspiros del viento.
Como una flor
en la calma
de la eternidad
siento un ruido,
un triste gorrión
que canta en
el viento la
brillante ternura
y la dulce
pasión.
Francesco Sinibaldi
Publicado por: Francesco Sinibaldi | 21/01/2010 18:29:37