El otro día tocó en Madrid Amy McDonald. Escocesa de 22 años con una voz grave de marcada personalidad, salió al escenario con un traje de lentejuelas de figuras geométricas en blanco y negro. La acompañó su grupo: guitarra, teclados, bajo y batería. Así que se pusieron a recorrer el repertorio de la joven cantautora, y el público respondió con entusiasmo. Es una música que tiene el aire de haber sido escrita para la carretera, con su punto de melancolía y una jovialidad atravesada por la conciencia de que las cosas no siempre son fáciles. Ritmo pegadizo, melodías que enganchan fácilmente, y la discreta austeridad de unos arreglos que funcionan para destacar el foco que ilumina todo el proyecto: la imponente voz de esta mujer que es lo que, en definitiva, marca la diferencia. Nada sabía de su historia, así que todo lo que pasó en el Joy Eslava (estaba lleno) me resultó novedoso.
Son demasiadas las cosas que han cambiado en el negocio de la música. Por todas partes hay gente componiendo, y cada vez es más fácil grabar un disco. Los canales para darlo a conocer son ahora más numerosos, pero lo que resulta cada vez más difícil es conquistar grandes audiencias. Amy McDonald (la foto es de Santi Burgos) lo consiguió con su primer disco, This is the life, que publicó hace dos años y del que ha vendido ya más de cuatro millones de copias. Una de las canciones, la que da título al disco, funcionó muy bien en las listas de las cadenas comerciales, así que la escocesa se hizo con un público variado. En el concierto de Madrid había un tipo con un traje blanco de pana y unas largas botas negras, todo elegantoso, y había otro desaliñado, que se parecía al actor Vincent Gallo, el de Buffalo 66. Estudiantes con sus ropas de estudiantes, y luego todo un repertorio de cámaras digitales enchufadas hacia el escenario, con lo que no se sabía si convenía más ver las cosas directamente o a través de esas minúsculas ventanas que crecían entre el público como hongos.
Amy McDonald presentó su próximo disco, A curious thing, que va a publicarse en unas semanas, y habló con su acento escocés (una verdadera delicia). Había carteles en las paredes donde se podía leer que la cantante había pedido que no se fumara durante el concierto. Ella bebió agua y, por así decirlo, no se despeinó en la hora (y un pelín más) que duró la actuación. Está contando historias que a veces se tuercen, pero su música corre el peligro de terminar siendo demasiado superficial. No hubiera estado de más, por ejemplo, que el guitarrista hiciera algunas filigranas ruidosas para romper la atmósfera previsible de sus composiciones.
Ya veremos cuánto dura la carrera de esta joven cantante. A ratos da la impresión de que hubiera entrado en esa maquinaria infame que obliga a los artistas a repetirse a sí mismos una y otra vez para complacer al público que los consagró. El caso es que cuando Amy McDonald interpretó Dancing in the dark, el tema de Bruce Springsteen, mostró la fuerza que lleva dentro y lo que pueda dar de sí esa voz dura y llena de carácter, con ese fondo cavernoso que confirma que podría bajar a cualquier infierno. Y salir de él para cantar todo eso que ha visto en las sombras. Por el momento tiene 22 años y las papeletas repartidas entre la posibilidad de hacer algo verdaderamente interesante o la de quedarse en una copia de sí misma, de esa irrupción fulminante que proclamó con extrema audacia: Esta es la vida.
Hay 1 Comentarios
He escuchado su Dancing in the dark. No se si será el video pero resulta todo aficionado.
Y en cuanto al tema principal, logrado.
Como intérprete no me gusta. No me va nada ese rollo morbosillo, vacío.
Publicado por: Belén Mtnez. Oliete | 11/02/2010 16:35:08