Cuenta Guillermo Cabrera Infante que en uno de los partes oficiales donde las autoridades informaban de las trifulcas con los rebeldes de la Sierra se hablaba de que "habían resultado ‘muertos varios forajidos". La información convertía así, dice el escritor cubano, "a los rebeldes en casi lo que habían convertido a los mambises de las guerras de la independencia las autoridades españolas, que siempre hablaban de desafectos". Ahora, hace poco, la dictadura de los hermanos Castro ha empleado un término muy semejante para referirse a Orlando Zapata, el joven que murió en huelga de hambre. "Preso común", han dicho, en vez de forajido, pero la actitud es la misma que en su día tuvo Batista con los que combatían contra los excesos de su régimen: apartarlos a los márgenes como apestados para convertir su causa en mera jugarreta propia de bandoleros. Los viejos revolucionarios han adquirido hace tiempo ya los ademanes de sus antiguos enemigos, y poco tienen que ver con aquellos barbudos que se fueron a la Sierra a batallar por la justicia y la libertad. El rumor de fondo de esa lucha recorre Cuerpos divinos (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), el último libro rescatado de los papeles que dejó Guillermo Cabrera Infante al morir.
Son más de quinientas páginas, que empezaron queriendo ser novela y se convirtieron en "velada autobiografía". Todo ocurre fundamentalmente en La Habana, en los últimos años de la década de los cincuenta. Guillermo Cabrera Infante empezó a escribir Cuerpos divinos en 1962 y siguió trabajando en sus páginas hasta su muerte, en 2005. Es la historia de un crítico de cine que escribía en Carteles con el seudónimo de G. Caín, y reconstruye la agitada vida de una ciudad que pronto va a cambiar drásticamente y habla de las vidas y complicaciones cotidianas de sus gentes. Detrás, las noticias de la Sierra, y los movimientos del partido comunista y las audaces iniciativas del Directorio y la inagotable labor del Movimiento 26 de Julio. "Las falsas elecciones se acercaban al tiempo que aumentaban las bombas", cuenta Cabrera. "Una noche llegaron a poner cien bombas en menos de dos horas y aunque la policía
—las policías todas— era incapaz de detener la ola de bombas, aparecían muertos que de una u otra manera se conectaban con el 26 de Julio, la organización responsable de las bombas en La Habana".
Encontronazos en los puestos del ejército en la Sierra, Persecución de activistas en La Habana. La noticia de la caída de algunos rebeldes y la llamada a la huelga. Hay un levantamiento en la base naval de Cienfuegos. Luego una banda de revolucionarios secuestra a Fangio, el mito del automovilismo. En el asalto al Cuartel Goicurría los doce muertos iniciales se convierten en trece… La atmósfera es explosiva, pero las noches de La Habana siguen llenas de vida y el narrador se afana en dar minuciosa noticia de las sacudidas amorosas que están transformando su vida. El humor es, como siempre, la fórmula de Cabrera: "…hacíamos un chiste de todo: aun de la más dolorosa realidad, así trascendíamos lo terrible del problema por medio de la risa".
En la nochevieja de 1959, Batista huye del país: el avance de los revolucionarios ha terminado por expulsarlo. Cabrera: "De pronto se me saltaron las lágrimas de pura felicidad: estaba llorando por la libertad recuperada, nunca antes había llorado por tan feliz momento". Y enseguida surgen tareas nuevas. El escritor se ve arrastrado por la vorágine del triunfo y se incorpora a Revolución, el nuevo periódico, para dirigir sus primeros pasos. Pronto debe cubrir los viajes de Fidel Castro, y no tarda en descubrir en los ademanes del líder ese punto "autoritario y gangsteril" que conservaba de sus días de juventud "en la trastienda de la memoria". Pero la historia del viaje a la abominación que ha recorrido el castrismo no forma parte de este libro, que se detiene poco después del triunfo. Cuerpos divinos, en cualquier caso, recrea con todo detalle el esplendor de las noches de La Habana: la belleza de las mujeres, la complicidad de los amigos, la música. Muchas de esas juergas las compartió Cabrera Infante con el magnífico fotógrafo Jesse Fernández. Ahí está el retrato que éste hizo del escritor, como un brillante resumen de esa época fascinante.
Hay 1 Comentarios
haber recorrido una persona un animal o una cosa todo el camino que habia desde donde estaba hasta el sitio al que ha ido o al que lo han llevado. ocupar o cubrir justo hasta el sitio que se dice. haber hecho lo necesario para tener un pusto una categoria.hablando de cosas que pasan siempre en determinados momentos o situaciones .
Publicado por: escolar | 27/03/2010 21:45:11