Arthur Schopenhauer terminó los trabajos que iba a incluir en Parerga y Paralipomena en 1850 y, un año después, apareció la obra en dos tomos. "Escritos menores" los llamó, cosas pendientes. Para muchos es su filosofía "para el mundo", y anduvo ocupado en su redacción unos seis años. Al poco tiempo, una de sus partes, los Aforismos sobre la sabiduría de la vida (Ágora, 1997; traducción de Edmundo González Blanco), tuvo un éxito espectacular hasta el punto de convertirse "en libro de cabecera de la burguesía instruida", explica Rüdiger Safranski en Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía (Tusquets, traducción de José Planells Pujades). El pensador gruñón, que vivía solitario en Frankfurt desde 1831 tras salir huyendo de Berlín para librarse de la cólera que terminó matando a Hegel, se convirtió de pronto en una celebridad. Se lo vio entonces en el Englische Hof, cuenta Safranski, con "una tal Gisella Niclotti, de Roma, con una tal Rike von Hasse, de Hamburgo, y con una tal Ada van Zuylen, de Amsterdam". Ya había hecho buenas migas con Malwida von Meysenburg, la amiga de Richard Wagner, e incluso una joven escultora, Elisabeth Ney, acudió al filósofo para hacerle un busto. Era ya una gloria, y Europa se rendía a sus pies.
Hasta entonces, sin embargo, nadie le había hecho caso. Cuando apareció en 1819 su obra más importante, El mundo como voluntad y representación, pocos la leyeron y menos aún se ocuparon de ella. El libro le permitió, eso sí, conseguir una plaza para dar clases en Berlín. Estaba tan seguro de la importancia de lo que había escrito que eligió dictar sus lecciones a la misma hora en que las dictaba Hegel: para quitarle todo su auditorio. Se equivocó. Más de un centenar de alumnos se apiñaban para escuchar al filósofo de la historia y no llegaban a media docena los que preferían enterarse de las ideas de un caballero que afirmaba que la esencia de todo era una voluntad ciega y caprichosa, el puro desorden.
En Frankfurt, Schopenhauer (el retrato es de Angilbert Göbel) hacía una vida metódica y rutinaria. Por la mañana dedicaba unas tres horas a la escritura y luego otra entera a tocar la flauta, preferentemente obras de Rossini. Salía entonces a comer. Primero lo hizo en la fonda Zum Schwann, luego en el Russische Hof y, por fin, en el lugar más elegante de la ciudad, y que más tarde fue punto de peregrinación para encontrar al filósofo: el Englische Hof. Tenía un apetito descomunal, y asombraba el gusto con que procedía a terminar las salsas a cucharazos. Hacía un poco de tertulia con quien pasara por ahí, y se iba a leer los periódicos a la Sociedad del Casino. Después, una larga caminata con la compañía de su inseparable perrito de aguas en la que se entretenía monologando en voz alta, y de regreso a casa. A leer. Por la noche, y no siempre, iba al teatro, a un concierto, a la ópera.
"Casi todas las cosas de este mundo pueden llamarse nueces vacías", escribió en su libro sobre la sabiduría de la vida. Lo que allí planteaba, sobre todo, es que más que hacer grandes esfuerzos para ser feliz de lo que se trataba era de evitar el dolor. Con su magnífica prosa, que tiene tanta hondura como ironía y a la que se le escuchan a ratos unos crujidos de furia, Schopenhauer va tratando de las más diversas cuestiones, y es tan rotundo al mostrar la inanidad del mundo, la inanidad de los hombres y de cualquier esfuerzo, la nadería de todo, que resulta convincente en su discreta recomendación de no pasarse. Nada de juegos floridos, ni de pompas, ni de espasmos arrebatados. Safranski dice que lo que hay detrás de sus recomendaciones puede resumirse así: "¡No tienes ninguna oportunidad, pero debes aprovecharlas todas!". Bueno, es una fórmula sensata. Quizá demasiado sensata para una época como la nuestra, tan llena de aspavientos, de excesos, de sublimes naderías.
Hay 2 Comentarios
Perdona, pero Schopenhauer fue un machista misógino insufrible. Si despreció a media humanidad no es de extrañar que fuera su pensamiento pesimista y amargado. Conociendo sus ideas sobre las mujeres ya no quiero saber más de sus ingenios intelectuales. Para mí le desacreditan absolutamente.
Publicado por: Mar | 17/04/2010 11:19:02
Le son de la douceur.
Le murmure du
vent donne une
triste harmonie,
comme le souffle
du soleil qui
rappelle tendrement
la rime perpétuelle
de la délicate
neige: et encore
disparaît, dans
le son de la vie...
Francesco Sinibaldi
Publicado por: Francesco Sinibaldi | 13/04/2010 18:24:43