La nana, la película de Sebastián Silva, cuenta una historia de soledad. Se va metiendo en las entrañas de unas vidas tremendamente duras, de puro rutinarias, y va mostrando el mundo tal como se ve desde dentro de una caja de zapatos: sin horizontes, sin salidas, con una atmósfera asfixiante, con la condena de no poder salir de un reducido repertorio de gestos y movimientos, con las paredes demasiado cerca y demasiado encima, sin aire. Pero La nana cuenta también que a veces ocurren pequeños milagros que lo cambian todo, que dinamitan los cercos y dejan pasar la luz. Todo esto tiene un aire como tremendo, pero conviene no fiarse de la envergadura de palabras como soledad y milagro, porque La nana es sobre todo una comedia doméstica, construida con unos cuantos mínimos elementos que sirven, sin embargo, para aniquilar las corazas de las cosas y las gentes y poder mirar su interior. Así que la película se mete en la casa de una familia chilena acomodada y somete a sus miembros a un finísimo escrutinio. Así son las cosas, parece decir Silva, un joven director chileno que viene de la ilustración y la música pop, y parece decirlo con una sonrisa en la comisura de los labios.
Lo primero, en esa sonrisa y en la manera de contar la película hay ternura por sus criaturas. Ni las condena, ni las redime, ni las utiliza para proponer un discurso paralelo para decir unas cuantas verdades sobre el estado de la cuestión. Lo segundo: pues eso, que no hay estado de la cuestión. Hay unos personajes y hay una historia y no un diagnóstico sobre los males de Latinoamérica. Tercero, que precisamente por no formular un dictamen rotundo sobre la salud del enfermo, Sebastián Silva puede acercarse a sus males con una pasmosa naturalidad.
Todos en la familia quieren que las cosas le salgan bien a la nana, y la nana tiene todo el rato ese rictus de amargura y de dolor y de impotencia. La interpretación de Catalina Saavedra es impresionante. Todo un repertorio de minúsculos gestos y de ademanes, que va administrando a lo largo de la película con precisión matemática, poniendo en cada momento lo que cada momento exige, administrando cada expresión para que surja sólo cuando sea oportuna. El tedio, el miedo, la inseguridad, la maldad pura y dura, la fragilidad, la perdida de todo control sobre las propias emociones, la curiosidad, los recelos, la alegría, la ligereza. Bueno, todo eso sabe contarlo esa mujer. Lo va viviendo.
Sebastián Silva nació en Santiago de Chile en 1979. Estudió allí cine, luego se fue a Montreal, donde probó con la animación. Formó su primer grupo de música pop, CHC. Expuso sus ilustraciones. Viajó a Hollywood. Volvió a Chile, donde puso en marcha otros dos proyectos musicales, Yaia y Los Mono. Se fue a Nueva York, escribió su primer guión con Pedro Peirano. De regreso a casa, filmó su primera película (La vida me mata), grabó un disco en solitario. También hizo algunos videos. Luego se metió en La nana. Le ha salido una película muy personal, distinta. De verdad, merece la pena.
Hay 2 Comentarios
Y es que el Audi R8 Spyder es el vehículo a la medida de este súper héroe, un genio de la ciencia que necesita un deportivo equipado con la tecnología más vanguardista.
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Publicado por: http://www.webmbtshoes.com | 14/05/2010 11:00:55
Gracias por la recomendación.
Publicado por: Belén Mtnez. Oliete | 06/05/2010 17:22:24