Fin de época

Por: | 10 de junio de 2010

Io sono l’amore tiene algo de excesivo y quien no entre en esa clave va a disfrutar poco de este extraño melodrama que tiene mucho de operístico. La música de John Adams es esencial, pues va marcando las situaciones, las refuerza y, muchas veces, las llena de sentido. Quizá uno de los rasgos llamativos de la película sea el deliberado afán de Luca Guadagnino de rodar algunas secuencias de manera grosera y de regodearse con todos esos planos medio amarillentos, como si las imágenes se le hubieran terminado por quemar. Así que se levanta el telón para contar las interioridades de una familia burguesa de Milán, con el lujo y la elegancia y las costumbres de quienes están acostumbrados al dinero, pero desde muy pronto las cosas van como destiñéndose. Y es inevitable tener la impresión de que se nos está contando la historia de un estilo de vida que está a punto de desaparecer. De lo que trata Io sono l’amore, al fin y al cabo, es de la venta de una fábrica familiar a una sociedad anónima con sede en la India. La alta burguesía europea, y sus maneras todavía próximas y agarradas al curso inmediato de la vida, están a punto de ser sustituidas por el anonimato de una marca global, sin asideros a la tierra.

Io sono lamore
Así que esta película trata de la tierra. De los productos de la tierra: los tomates, las berenjenas, los pimientos. De cuidarlos y hacerlos crecer, de saborearlos. La comida es así el hilo conductor. Por lo que tiene de procurar la felicidad a través del gusto: por abrir nuevos territorios al placer y por devolver a hombres y mujeres a sus orígenes más remotos, a casa. La película se abre con la preparación de una comida familiar en la que el patriarca de la familia Recchi va a traspasar el mando de la empresa a su hijo y a uno de los nietos. Y es una cena en honor al nuevo propietario la que desencadena el dramático final. El ceremonial de los distintos platos y los gestos, el meticuloso cuidado de los detalles, la celebración de las formas, el respeto puntilloso por las pautas sociales. El lenguaje de la vieja burguesía.

Es en ese mundo donde ha de entrar el desorden. Primero será a través de la hija, que se enamora de otra mujer. Y luego de la madre, nacida en Rusia. Poco a poco, al personaje que interpreta Tilda Swinton (en la imagen), que no sólo protagoniza la película sino que también la produce, se le van a ir cayendo las defensas y toda la puesta en escena que ha levantado durante años para convertirse en la perfecta mujer de la alta burguesía italiana, que domina las reglas de juego y dispone los elementos para que el ruido de la calle no perturbe su vida retirada, se le va a venir abajo al entrar en contacto con los sabores de la tierra. Guadagnino es amigo de cultivar un estilo aparatoso, y no tiene empacho en subrayar algunas situaciones. Así, por ejemplo, cuando esa mujer disfruta de los platos que el cocinero amigo de su hijo le sirve en su restaurante o, cuando más tarde, tiene con él su primer encuentro erótico. Para cualquiera que no haya entrado en la propuesta, la pantalla puede en estos momentos producir chirridos, y toda esa pasión, no ser sino meros fuegos de artificio.

Pero para quien haya entrado, y acepte que a veces no está de más mostrar como la traición es el motor que vuelve a poner en marcha los pistones estropeados del corazón humano, no dejarán de resultarle profundamente inquietantes, e incómodos y llenos de piedad por la frágil condición humana, esos instantes en los que una mujer enamorada vaga solitaria por una ciudad buscando como loca el encuentro con el amado, y cómo lo sigue y lo cerca, como arrastrada por la corriente. Y luego los temblores que sacuden el coche que la está llevando al lugar en que ha de consumar su pecado. Bueno, se ha hablado de Visconti al buscarle parentescos a esta película. Y quizá haya algo, poca cosa. El afán de rodar la caída. El gusto por las grandes mayúsculas. El estrépito de la pasión que al final sólo conduce a la muerte.

Hay 3 Comentarios

No se qué decirte. The day before yesterday, después de leer tu artículo, me alegré de que no pusieran "La vida es sueño" en el Español.
Today, I feel extrememely sorry about it.

Afin sensacion.

Con la fuerza
de la rima esa
nube de viento
regresa, en el
dulzor de la
mañana; siento
el sabor de
la noche encantada
que lucida viene
regalando la luz.

Francesco Sinibaldi

Gracias por la recomendación y por el artículo.
Hay un aspecto que me inquieta de la lectura. Te refieres a la fragilidad de la condición humana. Creo que se aprecia desde el comienzo. No creo que la pasión (la pérdida del control sobre las reglas de juego) provoque destrucción. En todo caso, es el desafío a un orden poderoso y asumido, el que provoca la caída.

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El rincón del distraído

Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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