En El Héroe y el Único (Taurus), el ensayo que Rafael Argullol dedicó al espíritu trágico del romanticismo y que publicó en 1982, dedicaba un largo capítulo a John Keats. Se refería allí a la última temporada del poeta en la que, en plena batalla contra la enfermedad, la consideró un privilegio que el cielo le concedía al ser uno de los elegidos. En una carta de esos días, Keats exhibía su manera distante de enfrentarse a las cosas: "No tengo hacia el público el más leve sentimiento de humildad, ni tampoco hacia nada de lo existente… No tengo la menor intención de inclinarme ante multitudes de hombres". Ahora, en su último libro, Visión desde el fondo del mar (Acantilado), Argullol ha regresado a Keats pero de una manera lateral, como una excusa que le sirve para contar las extrañas filigranas con las que opera el azar.
No encuentro manera mejor para dar cuenta de la ambiciosa tarea en la que Argullol (la foto es de Carmen Scanella) se ha embarcado en su último libro que referirme a esas páginas que dedica a "el hombre que mató a J. K.”. Visión desde el fondo del mar es un largo y complejo autorretrato de más de 1.200 páginas en las que el escritor vuelve sobre las cosas que ha vivido siguiendo los caminos más diversos. Ese J. K. es John Keats y el hombre que lo mató es el crítico que lo fulminó en una reseña de su obra. Keats murió en realidad de tuberculosis en Roma, pero los poetas de su tiempo atribuyeron su partida definitiva a la tristeza que le produjo aquella "crítica terrible e injusta".
Argullol va abriéndose hacia el pasado en su libro a través de momentos concretos. En el caso de Keats, la primera parada es en Barcelona en 2004: el escritor mexicano Juan Villoro lo visita para proponerle escribir sobre una foto, la de "un desagradable individuo con cara de tener una llaga en el estómago", un tal John Gibson Lokhart. Siguiente estación: de nuevo Barcelona, esta vez en 2005, cuando lo invitan a presentar el libro de un cineasta kurdo. De ahí va a "algún día de 1963 o 1964", en la misma ciudad, donde lee sobre la valentía de los jinetes liderados por Mustafá Barzani que se enfrentan a una columna de tanques que ha llegado a aplastar las revueltas de los montañas del Kurdistán. El comentario que hace aludiendo a una mañana de primavera de 1978 en Los Ángeles es fascinante. Cuenta ahí la historia de Barzani al hilo del texto que publica el periodista David Williams a raíz de su muerte. Este Williams fue secuestrado por los peshmergas kurdos en 1960 y condenado a muerte. Cuando angustiado esperaba la hora fatal, "apareció Barzani, armado hasta los dientes, y le preguntó si confesaba su condición de espía". La negó. Barzani quiso saber entonces sobre la carta que le habían interceptado. Williams contestó que era para su novia, con la que pronto iba a casarse. "Barzani le preguntó si estaba enamorado de ella. Williams contestó afirmativamente". Una hora más tarde volvió el jefe guerrillero, y le hizo a Williams tres regalos: "la libertad, un collar para la novia y un librito con poemas de John Keats". El periodista terminaba su necrológica citando unos versos de la Oda al ruiseñor, el pájaro inmortal, y Argullol se llevó el recorte cuando volvió a Barcelona y, en diciembre de ese año de 1978, lo releyó un sinfín de veces mientras terminaba su ensayo sobre los poetas románticos y no dejaba de preguntarse cómo sería aquel crítico del que, decían, lo había matado con sus comentarios.
La siguiente anotación que hace Argullol sobre este episodio alude a Barcelona, en 2005. Visita a una amiga, la pintora ucraniana Olga Zaitzeya, que le cuenta un viaje que hizo en tren de Odesa a Moscú cuando tenía unos veinte años. Coincidió en el vagón con un tipo que acababa de salir de la cárcel, condenado por haber matado a su padre y a su mujer tras haber descubierto que tenían relaciones sexuales. Tuvo miedo, y más cuando éste la despertó para pedirle algo de leer. Al día siguiente ya no estaba: había dejado dos bombones sobre el libro abierto de Keats en la página del poema sobre el pájaro inmortal. Así va construyéndose Visión desde el fondo del mar, a saltos. ¿Y el hombre que mató a J. K.? Resultó ser el de la foto de Villoro. Argullol lo descubrió al darse cuenta de la errata. No era Lokhart, era Lockhart. Simplemente, en la identificación de la foto, le faltaba la c.
Hay 2 Comentarios
Irresistible recomendación.
Me resulta inevitable pensar cómo se hubiera desarrollado el Romanticismo Español sin el yugo de la Inquisición.
Publicado por: Marisa | 18/09/2010 22:28:21
El ruiseñor(fragmento)
"Keats te oyó para todos, para siempre.
No habrá uno solo entre los claros nombres
que los pueblos te dan sobre la tierra
que no quiera ser digno de tu música, ruiseñor de la sombra.
El agareno
te soñó arrebatado por el éxtasis
el pecho traspasado por la espina
de la cantada rosa que enrojeces con tu sangre final. Asiduamente,
urdo en la hueca tarde este ejercicio,
ruiseñor de la arena y de los mares,
que en la memoria, exaltación y fábula,
ardes de amor y mueres melodioso". Jorge Luis Borges. 1975.
Si a Borges tanto le gustó, qué impòrta L.
Publicado por: Rosa Mayo Marcuzzi | 18/09/2010 19:18:35