La maravillosa extravagancia

Por: | 08 de noviembre de 2010

Cuando los nazis tomaron el poder en Alemania, John Gutmann se fue a San Francisco. Corría el año 1933, aceptó un trabajo como fotógrafo para una agencia de prensa berlinesa (Press-Photo) y salió a la calle. Venía de las vanguardias. Se había formado como artista con Otto Müller, que se integró en 1910 en Die Brücke, el grupo expresionista en el que estuvieron Kirchner, Heckel, Schmidt-Rottluff, Nolde o Pechstein, entre otros. Así que tenía el ojo preparado para mirar el mundo a su manera y eso fue lo que hizo. Quedó fascinado por el empuje de Estados Unidos, por la mezcla de gentes que encontró en California, por su insolente juventud, por su soltura para moverse. "No me interesa tratar desesperadamente de hacer Arte", dijo alguna vez, "me interesa relacionarlo con la maravillosa extravagancia que es la vida". Entre 1973 y 1995, John Gutmann se dedicó a revisar los miles de negativos de las fotos que había tomado a lo largo de los años, y reeditó su obra. La exposición que se exhibe en Madrid en la Fundación Mapfre se sostiene sobre todo en ese trabajo. Y lo que destaca es la mirada de alguien que parece celebrar en cada momento lo que está viendo: un coche, el cuerpo de una nadadora, la mayor cesta de huevos del mundo, unas mujeres con sus hijos.

Gutmann_indianband Las fotografías de John Gutmann tienen mucho de crónica de su tiempo: el paro de la época de la depresión, los problemas que desencadenó la Segunda Guerra Mundial, la expansión que se puso en marcha tras la catástrofe o, por referirse a un trabajo concreto, el carnaval de Nueva Orleáns. Pero en sus fotos están reflejados también sus gustos: su pasión por los coches, por las pintadas que encontraba en las calles, por los letreros de neón. El ruido del presente y la presencia de motivos recurrentes, y próximos. Todo ello resuelto siempre con una factura impecable. El autobús con los instrumentos de unos músicos que viajan por el país está a punto de salirse de una de sus imágenes. Pero aparecen también en ella un cielo que se va deshaciendo, un cactus, un coche negro. Coincidencia instantánea de lo que se mueve y de lo que permanece, lo que se va y lo que se queda.

JohnGutmann_thumb[2] Como en la vida. Hay otra imagen, la de un hombre que baja por el cable principal del Golden Gate. La fragilidad del encargado del servicio de mantenimiento del puente contrasta con la monstruosa indiferencia de las cosas. En ese hueco trabaja Gutmann: atrapa el acontecimiento efímero y lo lleva a primer plano sobre el telón de fondo de lo duradero para hacerlo, así, permanente. En la instantánea que tituló El artista vive peligrosamente, un niño pinta con tiza en el suelo de una calle la imagen descuajeringada de un hombre, mientras pasan los coches. Del dibujo no quedará nada, pero Gutmann ha conservado el gesto: riesgo y juego, arrojo, También está la foto de los aviones: se llama Presagio y es de 1934. Hay un inmenso vacío entre las minúsculas figuras humanas, ahí abajo, y el ordenado vuelo de los cazas, ahí arriba. La imagen tiene que ver con la impotencia, pero también con la fascinación por la tecnología y por el prodigio que significa el progreso. En los hombres que contemplan el paso de las máquinas asoma, sin embargo, un gesto de afirmación. La piña que hacen juntos mientras contemplan el orden de la marcha y la férrea disciplina con que pasan los aviones revela que, en el peor de los casos, van a aguantar, que nada podrá contra ellos si no tienen más remedio que salvar la maravillosa extravagancia de la vida.

En las otras salas de la sede de Recoletos, Mapfre expone Made in USA. Arte americano de la colección Phillips. Sólo una parte reducida de las obras ahí reunidas se hicieron mientras John Gutmann tomaba sus fotografías. Resulta curioso pensar el contraste. Mientras diferentes artistas se afanaban por buscar derroteros distintos, y se aferraban a las manchas o al color puro, a la mezcla de formas o a pintar todos lo matices que concentra una flor, Gutmann se servía de la riquísima paleta del blanco y negro para agarrar el río del tiempo, y atraparlo en medio de su terco e imperturbable movimiento.

Hay 3 Comentarios

José Andrés, enhorabuena por tu blog. Te animo a visitar el mío! un saludo!
http://lagacetadeljuglar.blogspot.com

Si, el artista trabaja peligrosamente... entre el imán de la fascinación y la locura vertiginosa de la monstruosidad.

La fotografía atrapa un instante. Creo que debe ser bueno este libro, esta maravillosa extravagancia. Aquí en mi patria, especialmente en mi ciudad, han habido excelentes fotógrafos.RMM.

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Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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