Más vida propia, más sentido

Por: | 16 de marzo de 2011

Un día la señora Mir sale de su casa y se recuesta sobre los raíles del tranvía. Puede ser que quiera quitarse la vida, pero entonces ha metido la pata: por ahí no pasó nunca un tren, se debieron poner las vías y luego se cambiaron los planes. Así que la señora Mir solo ha provocado un espectáculo inútil y ha dado abundante materia para el chismorreo. ¿Por qué lo hizo? Se le fue el amante que tenía, cuentan en el bar más cercano, y no pudo aguantarlo y quiso quitarse de en medio. Así empieza Caligrafía de los sueños (Lumen), la última novela de Juan Marsé. Cuanto allí se cuenta, desde la distancia de la tercera persona, tiene que ver con la mirada de un muchacho de quince años. Empieza a vivir y ya le va asomando el interés por el otro sexo: por feucha que le resulte, la hija de la señora Mir, Violeta, lo atrae con una fuerza cada vez mayor. Pero Ringo anda también soñando con convertirse en un famoso pianista, a pesar de haber perdido un dedo en un accidente en el taller de orfebrería en que trabajaba, y sigue con sus amigos a vueltas con las aventis, esas historias que se van contando y en las que se incorporan como personajes. Y otra cosa más: lector empedernido y apasionado por el cine, el chaval se ha conseguido una libreta y anda por ahí empezando a llenarla de palabras.

Marse1 La novela puede ser muchas cosas, pero es desde luego una aproximación a ese momento en que alguien se inicia en la escritura, cuando tantea y tantea y va descubrimiento que unas palabras sirven y otras menos, y se empieza a entender el sentido de todo eso, y el vértigo que da comprobar que de pronto ya se tiene un párrafo, y luego otro y otro. "Acaso sea esta la primera vez que este chico intuye, siquiera de una forma imprecisa y fugaz, que lo inventado puede tener más peso y solvencia que lo real, más vida propia y más sentido, y en consecuencia más posibilidades de pervivencia frente al olvido", apunta el narrador de Marsé (la foto es de Jordi Socias) casi al principio de la novela. Ese narrador que está pegado todo el rato a ese Ringo para dar cuenta de lo que le va pasando.

Barcelona, 1948. Es todavía una España pobre a la que le cuesta superar los desastres de la guerra civil, pero que ya sabe que el final de la Segunda Guerra Mundial no va a cambiar su suerte. El dictador sigue ahí y seguirá y, si hubo alguna ilusión de que sus días estaban contados cuando ganaran los aliados, esa ilusión se da ya por perdida y muerta. Nada va a cambiar. Y permanece, por tanto, la vida clandestina, la que no puede salir a la luz, la oculta. Lo que Juan Marsé pone en escena es de nuevo esa distancia entre el mundo de los adultos, que saben qué pasa, y el de los adolescentes, que lo intuyen o se lo inventan o lo tergiversan o lo embellecen. Ringo ha captado, de todas formas, la atmósfera asfixiante del país que habita y por eso tiene clara una cosa: que algún día se irá. A Francia, por ejemplo, a cuya frontera viaja tanto su padre, quién sabe por qué asuntos turbios.

"No debería permitirse tales cosas una mujer así, piensa: es paticorta, es fea, tiene pliegues en la nuca, tiene demasiado culo, demasiado pelo en las axilas y demasiado carmín en los labios", apunta el narrador para contar cómo ve Ringo a la señora Mir. Más adelante vuelve para explicar que “empieza a ser un vejestorio y a comportarse como tal, que va pintada como un cromo y gasta una coquetería y un aroma de pasiones rancias…". Y después escribe que "no hay agravio ni amargura ni resentimiento en su mirada, sólo una mezcla de desencanto y risueño estupor; los ojos azules muy abiertos son los de una mujer que ha sufrido una suerte de alucinación, satisfactoria en algún sentido, pero de naturaleza indescifrable". Esa es la maestría de Juan Marsé a la hora de acercarse a sus criaturas. Vuelve una y otra vez sobre ellas para exprimir con mayor tino su esencia. Y así el lector puede ir entrando en sus circunstancias y en cómo las van viviendo. Los muchachos, la señora Mir y aquel amante que la abandonó, Abel Alonso, y cuantos andan en tareas secretas para socavar el régimen. Hay una carta que nunca llega a su destinatario, y hay un montón de equívocos, pero está sobre todo el fascinante poder de la literatura que siempre consigue llegar más lejos. Ese embrujo que Ringo consigue vislumbrar (y que Juan Marsé sigue produciendo): "Cree que solamente en ese territorio ignoto y abrupto de la escritura y sus resonancias encontrará el tránsito luminoso que va de las palabras a los hechos, un lugar propicio para repeler el entorno hostil y reinventarse a sí mismo".

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Me parece que esta novela habla de una época hostil, sin duda, del despertar de jóvenes que empiezan a dejar de serlo y a descubrir cosas, desde luego, pero también, y mucho, del deseo de perseguir a la felicidad, tanto más cuanto más dura es la realidad y, por tanto, la necesidad de huir de ésta. En ese plano, nadie mejor que la señora Mir (una especie de Don quijote encargada de demoler los gigantes de una época muy fea) y su hija violeta, una especie de Sancho Panza que sigue a su madre aunque crea que tras ellas sólo hay molinos vulgares, tan vulgares como la España de esos años.

Enhorabuena por este post.
Abel Ros
www.elrincondelacritica.com

Denuncio la vergonzosa la censura arbitraria que se está practicando en este periódico por parte de los administradores de los foros abiertos con motivo de la invasión y la guerra contra Libia. Están manipulando las intervenciones, sesgando la verdad. Esto es inadmisible. Lo censurado es lo siguiente, comprueben que lo único que se dice es una opinión contraria a la que parece ser la línea de este diario y la oficial del Gobierno, pero ¿dónde la libertad a cuyo fuego nació El País? La OTAN es una organización regional que no tiene ninguna legitimidad para actuar en las aguas jurisdiccionales de Libia. Otra mentira más de los aliados. Compañeros y compañeras, amigos y amigas, gente de paz, aquí es donde hay que hablar contra los auténticos tiranos, los que llevan la muerte en sus alas, los que invaden en nombre de una libertad prostituida movidos por sus turbios intereses. Hay que ir a la manifestación convocada por Izquierda Unida y otras organizaciones en Madrid para dar un no rotundo a la guerra contra Libia y rechazar la intervención militar extranjera en ese país. La sociedad civil no puede permitir esta vergüenza.

Los ojos benditos del canto.

Ésta es una
dulce canción
que viene
silente donde
el canto del
mar reposa
contento.

Francesco Sinibaldi

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Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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