Flores polipétalas

Por: | 08 de abril de 2011

Dos biombos y dos sillas. Música y luz. Un texto y dos actrices. Para hacer teatro no hace falta mucho más. Talento, claro. Imaginación. Y luego colocar las tablas del escenario, disponer los elementos, y empezar la función. A  Enrique Jardiel Poncela y a Miguel Mihura les tocó escribir en los tiempos grises de la dictadura y lo que les salió fue la arrolladora vitalidad del humor. En un mundo dominado por el miedo y en el que reinaban la Iglesia y los militares, escogieron el absurdo como dinamita para volar la atmósfera del franquismo y respirar un poco de aire fresco. No es que pretendieran subvertir el orden político ni nada parecido: la libertad que habita en las palabras los arrastró a mirar las cosas de otra manera. En Me siento pulga, por ejemplo, hay un texto donde un pueblo pescador situado en mitad de la meseta reclama a las autoridades la llegada del mar. Las cosas son a veces así de inverosímiles, el 
caso es que en la heterodoxia de un puñado de textos de Jardiel y Mihura, hace ya unos años, tres actrices de Madrid –Susana Hernández, Ascen López  Marisol Rolandi– encontraron elementos que les permitían contar algunas peripecias relacionadas con el hecho de ser mujer. Y contarlas con humor y desparpajo, y con esa extraña modernidad que hay en Jardiel y Mihura, que acaso forma parte de otro tiempo pero que sigue sirviendo para mirar lo que ocurre ahora. Así que reunieron piezas de los dos autores, y montaron Me siento pulga. Ha pasado un tiempo, y han vuelto con una versión ampliada que solo interpretan dos de las tres actrices de los inicios y que aún se puede ver los domingos que quedan de abril en la sala Triángulo de Madrid. Ahí está ese singular puzzle cargado de humor y de simpatía. Pasen, y rían.

IMG_5001 "Se llama mujer a una planta de flor polipétala, que sirve para quitar el dolor de cabeza, pero que, usada con excesiva frecuencia, llega también a producirlo", cuentan en Me siento pulga, donde también explican que la mujer española, "una de las variedades más encomiadas de dicha planta, es graciosa, flexible, tiene un olor exquisito y penetrante, y dan ganas de comérsela, aunque no es comestible, porque es indigesta". Esa es la marca del humor de Jardiel y Mihura que recorre la obra entera. El primero estrenó en 1940 Eloísa está debajo de un almendro, una de sus obras más logradas; el segundo pudo llevar al escenario recién en 1952 Tres sombreros de copa, su pieza más célebre, que había escrito en 1932. Esas dos comedias, como el resto de la larga producción de ambos escritores, tenían en común su delirante humor y la libertad con que manejaban distintas convenciones del género. La presencia de lo extravagante, el gusto por jugar con las palabras, la querencia por ciertas formas heredadas de la vanguardia: Jardiel y Mihura escribieron en una época gris para la cultura, y muchas veces tuvieron que rebajar su audacia para sortear la censura, pero consiguieron conectar con el público. Su olfato para el gag, su provocadora comicidad, la normalidad con que integran la propuesta más peregrina, todo eso está en Me siento pulga (en la imagen, Ascen López y Susana Hernández; la fotografía es de Tomás Núñez). "Querido Leo: No sé si llamarle Leo, o llamarle Poldo (…), porque la verdad es que de todas maneras para mí usted es el mismo, y si escribo Poldo, leo Leo, leo Poldo, Leopoldo".

El espíritu disparatado de Jardiel y Mihura funciona mejor si se sirve con una elegante contención. Y eso es lo que han hecho las responsables de Me siento pulga. Con un minúsculo movimiento son capaces de provocar en sus faldas un sorprendente oleaje. Y así operan con los textos que han elegido: es como si les dieran un empujón para que cobrarán vida propia. Van de uno en otro, saltan de registro estilístico, lo mismo dejan que se imponga la sustancia poética que vibre el guiño humorístico. Extienden un brazo para hacer una leve figura. Cantan. No tienen sino dos sillas y dos biombos. Así que se dejan llevar por la música para ir de fragmento en fragmento. Como un juego, como un baile.

"La mujer solitaria atrae de tal modo a los hombres, que rara vez puede seguir viviendo solitaria…". Ahí las tienen, pues, en lo que ha terminado por llamarse simplemente "las pulgas". Teatro de pequeño formato, pero hecho con un inmenso talento.

Hay 4 Comentarios

Gracias guapo !!!!

Alguien tiene que poner coto a la censura galopante que se está posesionando de los foros de este diario, pues se sigue ejerciendo, si cabe con más saña, contra los que, como yo, se han enfrentado a los administradores que la ejercen, denunciando sus maniobras. Esta queja se está convirtiendo en un clamor en los últimos tiempos. Mi motivo para exponerla en este espacio, y en otros de similar hechura, es porque son los únicos en los que puedo plasmar una protesta que, de otra manera, resulta imposible: cualquier queja ante los censores es tan inútil como las súplicas ante El Guardían de la Ley. Y esto es lamentable. La administración –censura férrea muchas veces- de los foros, se lleva a cabo de una manera arbitraria. No tengo nada contra este sitio. Mi comunicado no va dirigido contra él ni su autor. Es una llamada de atención allí donde el mensaje puede ser escuchado, y esta, entre otras, es una buena plataforma. No pretendo interferir en su discurso. Mírenlo como una octavilla dejada caer en su estancias, o como una pintada en sus paredes.

Ante un comentario asi dan ganas de tomarse un avión y volar a la Sala Triangulo de Madrid en uno de los domingos quedan de Abril!

Bravo Susana y Ascen!

Lo siento, nos expresamos donde podemos. En los tiempos de la dictadura utilizábamos cualquier medio, fundamentalmente las paredes, único espacio en blanco accesible y democrático. Hoy parece que volvemos a las mismas, por lo que tenemos que desenterrar el spray para pintar en estos espacios virtuales. Disculpen las molestias. El mensaje es el que sigue: Censores, ¿tenéis miedo a la verdad? Entonces, ¿qué clase de libertad es esta? Hay una nueva suerte de terrorismo que se funda en la censura. Los medios caminan, a pasos agigantados, hacia el pensamiento único. A primera vista, y a un lector adocenado, pudiera parecerle que practican la pluralidad, pero es un espejismo. La auténtica oposición la silencian; la oposición, digo, aquella voz que disiente y se aparta del rebaño. A esa es a la que censuran. Tal la mía y las de otros que aquí se manifiestan. Sobre este subterfugio hay sobrados ejemplos. Que le pregunten, si no, a Noam Chomsky, sobre la libertad de expresión en EE.UU. Una pantomima. Una burda coartada para sostener la mentira del Poder, su intolerancia, el estrangulamiento de la democracia real. En este país (País también, lamentablemente), fieles discípulos, les están emulando con nota. Al fin los foros no son sino un entretenimiento para que la auténtica rebelión no salga a la calle. Pero nos queda la denuncia, y esa no la podéis detener. Comenzaremos el peregrinaje por foros y páginas, denunciando, una vez más, vuestros desmanes, administradores taimados. ¡No nos callaremos! Al menos, ya que coméis de El País, debíais de haber aprendido este principio. No somos simples payasos. Con esta protesta enseñamos que no hay que retroceder por muy fuerte que parezca el enemigo, fomentamos la indignación contra el silencio. En esto basamos nuestra dignidad.

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El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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