La tristeza activa

Por: | 11 de abril de 2011

"Lo verdaderamente extraordinario es que, cada vez que he acabado de escribir, siento deseos de ponerme a silbar", contaba E. M. Cioran en una de las entrevistas reunidas en Conversaciones (traducción de Carlos Manzano; Tusquets, 1996). La frase define al personaje, así que viene de perlas recordarla ahora que se celebra su centenario: nació el 8 de abril de 1911en Rasinari, un pueblo de la Rumania actual que entonces formaba parte del imperio austrohúngaro. En una mesa redonda que tuvo lugar hace unos días en la sede del Círculo de Lectores de Madrid, el escritor Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1956) dijo que Cioran fue muy importante para su generación. Hablaba de desesperación sin ningún pudor, comentó, y eso era algo diferente de lo que había entonces. Y lo que sobre todo había entonces era una izquierda, más o menos dogmática, pero firmemente convencida de tener en las manos las llaves de su tiempo. A todos aquellos, recordó, el silencio de Dios les importaba una higa. Y Cioran se ocupaba de cuestiones de este tipo. Pero estaban cabalgando sobre la ola de la historia y, por tanto, ¿qué podía decirles un tipo que hablaba del vacío y la nada, del tedio, del fracaso, de la derrota? Esos asuntos fueron, sin embargo, los que interesaron a los otros, a los que venían detrás, a esa generación (como la de Ignacio Vidal-Folch) que había ya hecho propias las ideas revolucionarias de sus "hermanos mayores" pero que no terminaba de compartir con ellos su entusiasmo, ni menos aún su endiosamiento.

E m cioran En la mesa del Círculo estuvieron también, entre otros, el escritor mexicano Héctor Subirats y Fernando Savater, que convirtió al rumano en materia de su tesis doctoral y terminó por convertirse en el gran divulgador de su obra en España. Ya se ve, pues, lo poco que sirven las generalizaciones, porque ambos son entusiastas de Cioran (la foto es de Ana Torralba) y al mismo tiempo forman parte de esa generación tan oportuna, la que se cruzó con el Mayo del 68 y estuvo siempre muy familiarizada con causas y compromisos. Seguramente Cioran conecta con quien debe conectar, pero alguna razón tiene Ignacio Vidal-Folch cuando saca a relucir lo de su generación. Y es que hubo un momento en que se leyó a Cioran con esa peligrosa pasión que tienen los jóvenes de veinte años por tomárselo todo en serio. Y su exaltación de la nada pudo tener algo de enfermizo. Era demasiado convincente, y lograba que se mirara al mundo con los ojos medio cerrados por el desdén y con un rictus de desprecio a propósito de las bagatelas de la vida. Consiguió vacunar a cuantos lo leían fascinados de todo intento de hacer carrera, lo que nunca está de más, pero acaso contribuyó a que esos jóvenes se cerraran algunas puertas delante de las narices, por creerse que estaban ya de vuelta. Y ni siquiera se habían acercado.

Es muy difícil distanciarse de los autores a los que se lee con el respeto que se tiene por quien ha ayudado a romper algunas convicciones, algunos tics, algunas ideas recibidas, algunos miedos, algunas fórmulas baratas (como las tan manidas de aquellas izquierdas de entonces). Así que estos días se vuelve a Cioran como quien reencuentra a un viejo amigo. Savater contó muchas anécdotas de la vida del rumano en París. Lo que resulta difícil imaginar hoy es que existiera alguna vez gente amiga de tanta sencillez y tanta naturalidad. La modestia, el interés por lo inmediato, la reunión improvisada entre amigos, una simple copa de vino, una conversación sobre cualquier cosa banal: nada de todo eso existe ya hoy sino como artificio, ahora que reina la urgencia, las redes sociales, los medios electrónicos, la exigencia de estar figurando, el apabullante reinado de las pantallas.

"Entre el horror y el éxtasis, practico una tristeza activa", decía Cioran en aquellas conversaciones. Y también: "Me parece que lo verdaderamente hermoso en la vida es no tener ya la menor ilusión y realizar un acto de vida, ser cómplice de algo así, estar en contradicción total con lo que sabes. Y, si en la vida hay algo misterioso, es precisamente eso: que, sabiendo lo que sabes, seas capaz de realizar un acto negado por tu saber". Pues eso: Cioran en estado puro.

Hay 2 Comentarios

Mensaje de amor.

El alma, el
canto perpetuo
del sol
desolado, la
rima, el dolor,
la noche
silente....

Francesco Sinibaldi

Cioran es Dios

http://www.ingenioconsaboralaca.com/2011/04/yo-soy-apolitico-pepe.html

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

TrackBack

URL del Trackback para esta entrada:
https://www.typepad.com/services/trackback/6a00d8341bfb1653ef014e608bfc39970c

Listed below are links to weblogs that reference La tristeza activa:

El rincón del distraído

Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal