Pereza, desdén, ironía

Por: | 06 de abril de 2011

Nada más empezar El astillero (Alianza, 1970), Juan Carlos Onetti cuenta que Larsen ha vuelto a Santa María después que el Gobernador lo echara de la región, y que en el Berna donde ha parado a tomarse el aperitivo algunos le vieron que, "exageradamente, casi en caricatura, intentó reproducir la pereza, la ironía, el atenuado desdén de las posturas y las expresiones de cinco años antes". En una anotación del 3 de junio de 1950 de su diario, La tentación del fracaso, Julio Ramón Ribeyro escribe: "Hoy me siento incapaz de todo. Una pereza moral irresistible", y un poco más adelante, ante las ganas de irse a otra parte, se pregunta: "¿Para qué hacer rodar por todos los paisajes, como un circo ambulante, el espectáculo de mi vida equivocada?". ¿Con qué voz se expresaba el personaje de Onetti, cómo hablaba Ribeyro? Una hipótesis: tendría que ser una voz áspera, tirando a ronca, y medio que debería arrastrar las palabras, como no creyéndose nada del todo, como si no hubiera remedio, un tanto lánguida, desentendida del mundo, dolida profundamente por quién sabe qué vieja herida. Esa voz existe y la ha puesto el argentino Daniel Melingo en los dos temas cantados (Quizás, quizás, quizás y A media luz) del álbum en el que el David Murray Cuban Ensemble Plays Nat King Cole. Se grabó en junio de 2010 en dos estudios de Buenos Aires, se le añadieron las cuerdas en Portugal en agosto del mismo año, y es una joya.

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David Murray llegó a Nueva York en 1975 con veinte años y desde entonces no ha parado. Ha grabado más de 150 álbumes, tocado en grandes orquestas y en solitario, haciendo dúos, formando cuartetos y quintetos, cultivando los géneros más diversos (ha compuesto para el cine, el teatro, la danza, ha hecho dos óperas), explorando en tradiciones próximas y en músicas exóticas, ensayando las filigranas más arriesgadas y siendo también sobrio y preciso, a la manera clásica. El último de sus proyectos ha sido éste: volver sobre los dos álbumes que en 1958 y 1962 grabó Nat King Cole, cantando en español y en portugués, para reinventarse a su manera un puñado de aquellos viejos clásicos de la música latinoamericana. Empezó por hacer unos magistrales arreglos, luego convocó a nueve músicos cubanos para crear la banda, y se puso a ensayar con la hipótesis de conseguir que su saxo jugara el papel que en su día hizo la voz de Nat King Cole. Así que lo hace sonar con un profundo lirismo, pero le permite también desgarrarse, e ir subiendo y bajando y como corriendo hasta llegar a casi explotar mientras el resto de la compañía lo sostiene sobre los cálidos ritmos latinos. Hay que escucharlo sacándole todo el dolor a Tres palabras o un tanto guasón (y dicharachero) en Cachito, por poner un par de ejemplos.  Murray, por fin, y tras grabar los temas con su Cuban Ensemble, les añadió unos arreglos de cuerda, que corrieron a cargo de la agrupación portuguesa Sinfonieta of Sines. La combinación de la rotundidad de la banda con la ligereza de la orquestina es, seguro, uno de los grandes hallazgos del álbum.

Pereza, desdén, ironía. Esas eran las palabras que le servían a Onetti para definir los ademanes de Larsen, ese personaje medio roto y curtido en el fracaso. No son términos que se ajusten fácilmente a la cercanía de las viejas canciones latinoamericanas, un punto sentimentales siempre, demasiado cercanas, construidas para mover el cuerpo y sacudir el alma, para dejarse llevar. Y, sin embargo, hay que oír el piano de Pepe Rivero o el trombón de Denís Cuni o la trompeta de Hernández Morrejón, por solo hablar de algunos, para encontrarles que se asoman al precipicio, y que esta música también obliga a hacerse el duro y el distante. 

Y, claro, está la voz de Daniel Melingo, ese argentino que empezó con Milton Nascimento, anduvo haciendo música pop en su tierra, se vino a España para fundar Lions in Love y regresó a casa para dedicarse al tango. Canta como no queriéndoselo creer, y hay desdén e ironía. También pereza, "esa pereza moral irresistible" de la que hablaba Ribeyro. No creerse nada, no darse mucha bola, ir tirando. 

Hay 2 Comentarios

que joya el Astillero

Ni dios ni amo:

http://www.ingenioconsaboralaca.com/2011/04/guia-practica-para-conversar-con-un.html

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José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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