Jugar y jugar

Por: | 16 de mayo de 2011

Una de las actividades que los niños se toman más en serio es la de jugar y, sin duda, es la que más satisfacciones les proporciona. Pasan el rato y se entretienen, disfrutan, pero también aprenden y seguramente jugando se acercan a los grandes misterios y a los dilemas y a los viejos interrogantes que la vida les va a ir poniendo por delante. Dentro del programa de Titirimundi se ha exhibido este fin de semana en el teatro Valle Inclán del Centro Dramático Nacional La flauta mágica, la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto de Emanuel Schikanader. Una peculiar versión, sin duda, en la que los protagonistas son títeres, una sola voz canta todas las voces y una minúscula orquesta (un piano, tres instrumentos de viento, cuatro de cuerda) interpreta en directo la deslumbrante música del gran compositor. Thalias Kompagnons es el nombre de la compañía alemana de titiriteros que ha montado este fascinante espectáculo en el que, de alguna manera, todos juegan: los dos responsables (Joachim Torbahn y Tristan Vogt) del montaje y de manejar los títeres y las láminas y las figuras recortables con los que cuentan la historia de Tamino y Pamina, pero también el cantante (el contratenor Daniel Gloger) y los músicos (el Ensemble Kontraste). Es como si se hubieran concentrado en recuperar la magia que esconde el cuento que la ópera recrea y se dedicaran sobre todo a divertirse.

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Los títeres de la Thalias Kompagnons (en la imagen, un momento de La flauta mágica) son de hechura muy sencilla, casi rudos, pero es ahí donde se encuentra su encanto. Los telones de fondo son viejas láminas que ilustran esa historia que se desarrolla en el antiguo Egipto, en un bosque y en distintos templos, y que está llena de símbolos masones y que va tocando, como si nada, algunos momentos arquetípicos por los que pasa cualquier ser humano. El príncipe Tamino es atacado por una serpiente (un dragón, en esta versión), le hablan de una hermosa mujer que está prisionera, decide salvarla, debe pasar por distintas pruebas, superar sus debilidades, tener una meta más alta. El amor, el conocimiento, la muerte, la tentación de lo más fácil, el reto de ir más allá, y luego las sombras y la oscuridad, y la extraña ambigüedad de algunos personajes: todo eso está en la ópera de Mozart.

La compañía alemana ha evitado la tentación de la solemnidad y ha buscado la mayor simplicidad. La vieja fórmula de que menos es más. Menos: reducir la trama de la obra a lo más elemental; y más: desplegar los grandes asuntos que contiene La flauta mágica como si fueran las inevitables estaciones de un cuento. Y, como todos en el escenario están jugando, jugar también. Que es la manera de tomarse las cosas verdaderamente en serio.

Así que Tamino ve el retrato de Pamina ("…es uno no sé qué que no puedo definir / y que siento como fuego que me quema aquí. / ¿Es amor esta sensación?") y no hay nadie que no quede enamorado de los burdos rasgos del títere que la representa. Y se tiene miedo cuando la Reina de la Noche aparece, pero quién puede evitar la pena cuando canta cómo le arrebataron a su hija: "Aún la veo temblando, agitándose, tan frágil…". Es inevitable sentir un pequeño escalofrío cuando Papageno y Pamina cantan que "con alegría nos regocijamos en el amor y solo vivimos por amor", y claro, quién va a poner pega alguna a la recomendación que le hacen a Tamino los tres muchachos antes de que se lance a rescatar a su amada: "Se constante, paciente y discreto". Lo curioso de este montaje es que es la misma voz la que canta los pesares y las ilusiones, los consejos y las amenazas, los ruegos y las chanzas (y lo que se tercie), que formulan los distintos personajes, y que son dos manipuladores los que, ayudados con un par de cámaras, andan jugando con sus títeres y recortables para contarnos el cuento. Y está esa pequeña orquesta, donde cada músico anda volcado en la música de Mozart pero que no duda en participar (cantando, silbando…) si la representación así lo requiere. Decía H. C. Robbins Landon en su libro sobre el compositor vienés (1791. El último año de Mozart; Siruela, 2005) que, frente a los libretos que escribió Lorenzo da Ponte para otras óperas del comporistor, el de Schikaneder era "deshilvanado y brusco" pero que, por su familiaridad con los cuentos populares, "tenía tramos de fuerte magnetismo". Da la impresión de que estos alemanes hubieran elegido precisamente esos momentos. Una delicia.

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El juego no sólo es una de las actividades más serias para l@s niñ@s, también de las más importantes. Les prepara para las responsabilidades y la vida de adultos. Les enseña la importancia de las reglas o las responsabilidades de los adultos. Por eso es importantísimo que jueguen, entre otras actividades, claro.
¿Y que hago con mi hij@? ¿Cuantas veces te has hecho esta pregunta?
Por eso hemos creado este blog, para ayudarte en el complicado proceso de educación de los hijos. Puedes tanto leer los artículos, como hacer preguntas y compartir opiniones con otros padres.
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El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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