La carne del tiempo

Por: | 31 de mayo de 2011

La escritura de Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983) es transparente. Fluye, se desliza: con extrema sencillez, con rigor, con simpatía. En uno de los capítulos de Papeles falsos (Sexto Piso) se ocupa de los mapas de México D. F. y observa que "si es cierto lo que dice Brodsky, 'el polvo es la carne del tiempo', la mapoteca es el espacio en donde se guarda y restaura el tiempo de esta ciudad". Cuenta que ha estado allí, cuenta que ha visto cómo en esos mapas pesan los años y pesa el polvo. Luego habla de un cuadro de Rembrandt, La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, y apunta: "En el fondo, un anatomista y un cartógrafo hacen lo mismo: trazar fronteras ligeramente arbitrarias en un cuerpo cuya naturaleza se resiste a los bordes determinados, a las definiciones y los límites precisos…". Poco después se acuerda de Borges, de los descendientes de un imperio al que se refería el escritor argentino, para observar que acaso habitemos las ruinas de "un mapa desmesurado". Valeria Luiselli se ha metido en la mapoteca acaso con la idea de situarse, de encontrar el punto desde donde ver las cosas, quizá para ver los cambios que se han ido produciendo en la ciudad, o para tomar nota de los datos que se recogieron de esas mudanzas. "Escribir sobre México es una empresa destinada al fracaso", afirma. Entonces, ¿qué hace ahí, por qué husmea en aquellos remotos testimonios de cómo que era la ciudad en 1524 o 1555 (esos mapas son como haikús, dice), qué anda pretendiendo? Papeles falsos es un ensayo que tiene que ver con el desafío de tomar la palabra y de pulir la propia mirada. Estamos hechos de lecturas, y Valeria Luiselli señala los paseos solitarios de Rousseau, los vagabundeos de Walser o Baudelaire, las caminatas-imagen de Kracauer y las flâneries de Benjamin, y luego sentencia que a los habitantes de México "no les está concedido el punto de vista de la miniatura ni el del pájaro porque carecen de todo punto de referencia".

Valeria luiselli 
Papeles falsos empieza en Venecia, con una visita a la tumba del poeta ruso Joseph Brodsky. Luego está el relato sobre la mapoteca. En el siguiente capítulo, Valeria Luiselli defiende celebra la costumbre de  pasear en bicicleta para liberar el pensamiento y dejarlo andar a piacere. Después aborda la saudade; habla de un tipo al que mataron afuera de su casa; explora lo que pasa cuando adquirimos el lenguaje o cuando buscamos otro o cuando lo vamos destruyendo, y de pronto atrapa al poeta Gherasim Luca justo cuando pega un salto y se tira al Sena; trata de los relingos, esos terrenos que parecen abandonados en medio de las ciudades; de ordenar una biblioteca y de las ventanas y, ya al final, relata que en Venecia le entró "un dolor agudo a la altura del vientre" y de lo que tuvo que hacer para quitárselo de encima. Casi nada: entrar en la vida fiscal italiana, conseguirse un marido, obtener una dirección en la ciudad, ser atendida por un doctor. Y quitarse, por fin, el dolor "con una pastilla de color amarillo".

A los habitantes de México "no les está concedido el punto de vista de la miniatura ni el del pájaro porque carecen de todo punto de referencia", dice Valeria Luiselli. ¿Y si ocurriera que eso también les pasa a los habitantes de otros lugares? ¿Y si resultara que todos estamos escasos de puntos de referencia? Como Valeria Luiselli explica, "la saudade es una de esas palabras intraducibles que sólo comprenden quienes aman, gozan y sufren en portugués". O también : "La saudade no es nostalgia y no es melancolía: quizá tampoco la saudade sea saudade". O incluso: "La saudade se tiene como se tiene un juguete. Es una canica perfecta, redonda e infinita. Es una mónada sobre la palma de una mano: un pisapapeles que encierra un paisaje nevado en miniatura. La saudade es saudade es saudade. Gira en torno a un centro vacío: un tren de juguete".

Copio y copio. La escritura de Valeria Luiselli es transparente y anda escarbando en las palabras de los otros (Brodsky, Pessoa, Eliot, Benjamin…) para encontrar su mirada sobre las cosas, para hacerse con la carne del tiempo, para tocar ese polvo que se escapa. Y todo dentro de la incertidumbre que nos rodea, medio perdidos, ensayando la apasionante tarea de vivir. Estamos en la Feria del Libro de Madrid, ¿salió ya corriendo para leer a esta joven mexicana?

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El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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