¿Qué puede hacerse cuando se pierde una guerra y se constata que las energías que se consumieron para ganarla de nada han servido, que las cosas se torcieron y que todo terminó por irse a pique? Mantener el decoro. Es lo que hizo Tomás Bilbao, ministro sin cartera del último Gobierno de Juan Negrín. Había luchado a su lado por resistir la presión del avance franquista con la esperanza de que estallara la guerra en Europa y las democracias occidentales por fin colaboraran con la República. Pero no fue posible. Los militares rebeldes conquistaron Cataluña a principios de marzo de 1939 y, a finales, avanzaban sobre los últimos reductos leales al Gobierno legítimo. La guerra en Europa tardó en empezar hasta el 1 de septiembre. Fue cuestión de meses, pero el caso es que Franco ganó la guerra y, en pleno caos, cuando en el lado republicano unos y otros se culpabilizaban por la derrota y salían a la luz las peores miserias, Tomás Bilbao conservó el decoro. Se mantuvo en su sitio, hizo lo posible por organizar las cosas, no se le movió el sombrero. Había estudiado arquitectura en Madrid, construyó entre 1919 y 1936 algunos de los edificios más importantes de Bilbao y formó parte de los políticos que formaron en 1930 Acción Nacionalista Vasca (ANV), un partido que procuró no tener nada que ver con el nacionalismo clerical y racista de Sabino Arana y compañía, y que confiaba en que la República diera respuesta a la vocación de autogobierno del pueblo vasco. Su historia, entre otras, la cuentan Jon Juaristi y Marina Pino en el último premio Comillas, A cambio del olvido. Una indagación republicana (1872-1942) (Tusquets). "La distancia de la Bilbao natal le fue beneficiosa a Tomás, traduciéndose en un cuestionamiento de la moral levítica y de las creencias de la tribu nacionalista", escribe Juaristi. "Aprendió que había un sentido hondamente ético del decoro, lo hizo suyo y ya nunca pudo cambiarlo por otro. Era, para decirlo de una vez, un sentido genuinamente republicano, que no pudo menos que chocar con el de la burguesía bilbaína de entreguerras…". A cambio del olvido cuenta las vicisitudes de distintos miembros de tres familias –los Ynsa, los Pino, los Bilbao– a lo largo de setenta años, los que van de 1872 a 1942, así que se sumerge en las historias de gentes anónimas (salvo alguna que otra excepción) en cuyas vidas irrumpen los acontecimientos políticos y sociales para torcérselas y complicarlas un poco. Marina Pino (Barcelona, 1942) descubrió un día, mientras husmeaba en su pasado familiar, que compartía un antepasado –el propio Tomás Bilbao (en la imagen, en Marsella en 1941 con sus hijas Mari Carmen y Marisol)– con Jon Juaristi (Bilbao, 1951), así que decidió seducirlo para que la acompañara en su proyecto de escarbar en el pasado. Han escrito un libro en el que cada cual conserva sus maneras y su mirada, y en que saben darse juego con naturalidad y un guiño cómplice.
El caso es que, en buena medida, todas las historias que cuentan tienen la derrota como telón de fondo. El padre de Marina, Tomás Pino, hijo accidental del arquitecto y político republicano (un amor juvenil que no pudo durar mucho), salió de España camino de Argentina para buscar fortuna y terminó en un hospital psiquiátrico tras serle diagnosticada una esquizofrenia paranoide. Su abuelo materno, el comandante Amadeo Ynsa, murió durante la toma de Vástago, en Aragón, un pueblo que había quedado en manos de los militares rebeldes. Y, en fin, también su abuela paterna, Antonia, terminó pasándolas canutas. Llevaba años viviendo con un policía, con el que se casó poco después de empezar la guerra, que fue detenido por las milicias y asesinado más tarde en Paracuellos. Cuando Franco impuso la victoria, Antonia fue a dar con sus huesos a la cárcel, denunciada por su cuñado que pretendía quedarse con las pertenencias de su marido.
Hay un montón de miserias en este libro, y hay también ejemplos de hombres y mujeres que en situaciones complicadas supieron mantener el decoro. Una guerra civil puede destruir los vínculos más profundos, los que existen entre hermanos. Los Bilbao, un clan con un nacionalista de una pieza al frente, tuvieron que manejar la derrota y lo hicieron desentendiéndose del miembro de la familia más implicado en la causa republicana, Tomás. Para ellos, la guerra era cosa de los españoles, y pasaron página. A cambio del olvido es también eso: la dolorosa crónica de cómo la utopía republicana quedó hecha trizas en el País Vasco frente al pragmatismo nacionalista.