El rincón del distraído

Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

El lazo misterioso

Por: | 11 de julio de 2011

También en Dos vidas. Gertrude y Alice (Lumen; traducción de Catalina Martínez Muñoz) la periodista Janet Malcom (Praga, 1934) vuelve a contar los encuentros que tiene con los expertos en las figuras de las que se ocupa. Lo hizo cuando investigó a Sylvia Plath y Ted Hughes, y lo hace cuando explora la relación de Gertrude Stein y Alice B. Toklas. Una de las grandes conocedoras de la obra de Stein es Ulla E. Dydo, "una mujer delgada y elegante, que ya ha cumplido los ochenta", y que forma parte de los estudiosos que se proponen "reconocer a esta autora entre los grandes maestros del modernismo y acercarse a su obra con simpatía, en lugar de incomprensión y hostilidad". Y es que lo que producen la mayoría de los textos de Gertrude Stein (sobre todo los más vanguardistas) es eso: incomprensión y hostilidad. Por ejemplo, el que se titula Naranja: "Por qué se siente una ostra un huevo batido. Por qué su centro es naranja. Una muestra instantánea y aflojarla aflojarla para asentar por así decir. Fue un rezumar añadido con cuchara de ver, fue un lametazo añadido con cuchara de ver". ¿Y bien? Pues que Dydo hizo el esfuerzo de "fijar definitivamente el sentido de la obra de Stein", cuenta Malcom, que ha dicho de esa mujer que "combate cierta aspereza en su carácter, derrotándola definitivamente, con una profunda bondad". Una observación minúscula y secundaria, es cierto, acaso irrelevante, pero gracias a estas cosas Janet Malcom vuelve a seducirnos de manera irremediable y, así, nos va conduciendo a la historia de Stein y Toklas, esas dos mujeres que vivieron cerca de cuarenta años juntas y que, curiosamente, no tuvieron problemas durante la Segunda Guerra Mundial, viviendo en el este de Francia, en zona ocupada. "¿Cómo escapó de los nazis la pareja de lesbianas judías?", se pregunta Malcom, y siguiendo la pista a este interrogante arma otro libro apasionante.

Gertrude stein y alice b. toklas
Desde el principio, Gertrude (en la imagen, con Alice en Belignin, a principios de los años treinta) aparece como una mujer cautivadora, encantada de haberse conocido, feliz en su prieta gordura, simpática, segura, acostumbrada a los mimos y a salirse siempre con la suya. También era altiva, ególatra y jactanciosa: "Los tres genios de los que deseo hablar son Gertrude Stein, Pablo Picasso y Alfred Whitehead", escribió en la Autobiografía de Alice B. Toklas. Su compañera, en cambio, es la que permanece detrás, oscura, desdibujada, jugando un papel secundario y trabajando siempre, en todo y durante todo el rato, para satisfacer los deseos de la otra. Se sabe que pasaron momentos difíciles, pero por lo que sea consiguieron estar juntas un largo trecho de sus vidas. Cuando aún no eran pareja, Gertrude escribió de Alice: "Es mezquina, retorcida y ladina hasta la médula: una mentirosa de lo más sórdida, sin luz, sin fuerza dramática, sin imaginación, como una prostituta, cobarde, egoísta, inconsciente, miserable, vulgarmente engreída e implacable, canalla, en suma desagradable, repugnante y débil como Zobel, pero peligrosa, no eficaz, no malvada". Y luego remató: "Alice se rige por su intelecto pero carece de intelecto suficiente y por eso fracasa en todo".

"Stein era una mujer conservadora, con tendencias crecientemente reaccionarias: adoraba a los republicanos, odiaba a Roosevelt y apoyaba a Franco", escribe Malcom. Por el salón de su casa de la rue de Fleurus, en París, pasaron en los años veinte algunos de los mejores escritores y pintores de todos los tiempos, y su colección de arte (que empezó con su hermano Leo) reúne obras de los artistas que entonces protagonizaban las grandes revoluciones de las vanguardias. Picasso la inmortalizó en un imponente retrato. Amiga de pontificar, procuraba distinguirse por su originalidad y muchas veces caía en una insultante frivolidad. En París Francia (Minúscula, 2009; traducción de Daniel Najmías), pueden encontrarse algunas perlas de su singular estilo: "Así pues París era el lugar adecuado para los que íbamos a crear el arte y la literatura del siglo XX, lo cual es bastante natural"; "…intimar no es civilizado y los franceses necesitan ser civilizados y para hacerlo deben tener tradición y libertad y con tradición y libertad no se puede intimar con nadie"; "Un soldado francés solo se queja cuando le ocurre esa cosa tan terrible, tener que dormir en la paja"; "… todo francés sabe que está destinado a ser un pére de familia, aun cuando no tenga ni mujer ni hijos ser una pére de familia es su destino obvio".

Stein se movía con esas ínfulas, y Toklas la acompañaba en segundo plano. Siempre cayó bien la primera, y mal, la segunda. ¿Qué lazo misterioso las mantuvo unidas? ¿Qué lazos misteriosos nos vuelven a amarrar a la historia de esas dos mujeres que ocultaron que eran judías cuando las cosas fueron mal para los judíos? En la última nota que incluye en el libro, Malcom recoge una de las observaciones de Ulla E. Dydo, la gran especialista: "…fuera del dormitorio Toklas lo hace todo –es la cocinera, el ama de llaves, la mecanógrafa y la secretaria–, pero la que trabaja en la cama es Stein". Un dato más. Pero imagino que tampoco resuelve gran cosa. 

 

La elegancia rústica

Por: | 06 de julio de 2011

Quizá el concepto de elegancia rústica sea a estas alturas un tanto desconocido. No lo fue al terminar la Guerra Civil, donde los propagandistas del régimen franquista lo utilizaron con frecuencia. Había sido, sin embargo, José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, el primero en darle su auténtica dimensión y su cabal significado. Lo hizo durante el discurso del 29 de octubre de 1933 cuando, para referirse a los pueblos de la "España maravillosa", se sirvió de esa expresión: elegancia rústica. Resulta difícil saber exactamente qué quería decir. Fuera lo que fuera, se trataba desde luego de algo auténtico. Como auténtico era aquello que convertía a los españoles en verdaderos españoles. Y ese algo iba más allá de la épocas gloriosas del Imperio y la Reconquista, incluso se remontaba a días aún más lejanos a los de la Hispania romana: aludía, en fin, "a un espíritu que precede todo tiempo conocido e historiable: una tierra, una lengua, una emoción codiciadas, una identidad sin nombre porque precede a los nombres y a los pueblos". La cita está tomada del libro El pasado es el destino. Propaganda y cine del bando nacional en la Guerra Civil (Cátedra / Filmoteca Española), de Rafael R. Tranche y Vicente Sánchez-Biosca. Ahí estudian con todo detalle los elementos formales con los que el franquismo fue construyendo su leyenda. Y lo hacen deteniéndose en el trabajo que desarrolló el Departamento Nacional de Cinematografía (DNC), el aparato de movilización y agitación que el régimen franquista creó en abril de 1938 y que estuvo activo hasta principios de los cuarenta. Un buen ejercicio para acercarse al significado de elegancia rústica es ver algunos de los documentales y noticieros (el libro incluye un DVD con una amplia selección de aquellas piezas de exaltación patriotera) que realizó el DNC durante aquellos días. Días de gloria para los vencedores de la contienda que celebraban en su propaganda la magnitud de su desafío: volver hacia atrás, a los remotos siglos en los que España gobernaba el mundo.

Francisco_Franco_sentado_centro_segunda_fila

Fernán González, Guzmán el Bueno, el Cid, los Reyes Católicos. Franco (en la imagen está sentado en la segunda fila, y preside una reunión de militares canarios en julio de 1936) los convirtió en sus cómplices más cercanos en su afán de reescribir el pasado teniendo como modelo la Reconquista. Y ese mensaje es el que se repite, una y otra vez, en los documentales del DNC. El acueducto de Segovia, las piedras de los castillos de Castilla, el Escorial, Covadonga, la Alhambra: esos lugares son lugares de grandeza, y una voz en off se ocupa de situar esos escenarios y de explicar la envergadura de la causa. Luego, y a través de insospechados fundidos, se mezcla la gloria remota con la que vivían durante aquellos días los vencedores de la guerra. Como en su día los Reyes Católicos, también Franco había reconquistado la unidad de España frente a las terribles amenazas de sus enemigos de siempre. El tono lo da un texto incluido en una de las revistas del régimen, destinado a ensalzar la conquista de América: "La Raza ha cumplido su misión y el Cristianismo impera defendido por el Yugo y las Flechas en todos los meridianos", escribía allí Federico de Urrutia. Y también: "Aires saturados de constituciones, enciclopedismos, teorías rousseaunianas, mitos liberales, órdenes secretas, cuevas masónicas y traiciones de lesa patria, no han podido hacer mella en el imperio espiritual de la Raza".

La raza, esa marca que llevan en lo más íntimo los españoles de verdad, debía proyectarse hacia fuera a través de la elegancia rústica. Es una hipótesis. Lo que importa, en cualquier caso, es que Franco aparecía en aquellos noticiarios y documentales como el buen señor que había de ocuparse de sus buenos vasallos, a la manera del Cid.

De un lado estaban, explican Tranche y Sánchez-Biosca, aquellos valores que defendía la dictadura: "unidad nacional, Castilla, Imperio, espíritu de la Contrarreforma, independencia nacional…". Y, en las antípodas, lo que condenaban: "invasiones, liberalismo, racionalismo, laicismo y revolución". "El franquismo no aspiraba en absoluto a dar credibilidad científica a la Historia, a su correspondencia con los hechos, sino a formar un espíritu nacional". Lo que resulta lamentable es que muchas entradas (¡quién sabe cuántas!) del Diccionario biográfico que presentó hace unos días la Real Academia de Historia parezcan inspiradas (¡todavía ahora!) por los mismo criterios que guiaron el trabajo del DNC.  

 


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