El padre de Marcus Messner está preocupado. Teme que su hijo dé un paso en falso, y todo se vaya al garete. Así que está encima de él, lo acosa, le encantaría que nada de lo que hiciera supusiera peligro alguno, que no se descarriara, que no sufriera malas influencias. ¿No será que toda esa obsesión por cuidarlo le viene de que Estados Unidos está enviando a sus jóvenes a luchar en un remoto rincón de Corea? En la Segunda Guerra Mundial murieron dos primos de Marcus, y eso marcó a la familia. Son judíos, viven en un barrio de Newark, su padre tiene una carnicería que sigue los preceptos kosher. Son gente sencilla y humilde: Marcus Messner acaba de entrar en Robert Treat, una pequeña universidad situada en el centro de la ciudad, y es el primero de su familia en tener una educación superior. Sin embargo, no aguanta la presión del padre, que vigila cada uno de sus pasos, y decide irse. Se matricula en Winesburg, una pequeña universidad de humanidades e ingeniería situada entre el centro y el norte de Ohio. Así que deja su casa y se larga a empezar una nueva vida. No tarda mucho en sentirse atraído por una chica, Olivia Hutton. Quedan un día, cenan, aparcan el coche que le ha dejado un compañero cerca del cementerio, se besan. La escena es uno de los grandes momentos de Indignación (Mondadori, traducción de Jordi Fibla), la novela que Philip Roth publicó en 2009. "Me la ha chupado", exclama un rato más tarde Marcus Messner, incapaz de creérselo del todo. Vaya, ¿no será justo este el paso en falso que su padre tanto temía que diera?
Los críticos fueron en Estados Unidos duros con Indignación. Suelen serlo con las últimas (breves) novelas de Philip Roth (la imagen es de hace unos años): seguramente siguen teniendo en la cabeza algunas de sus grandes obras y le exigen más, no se conforman. Indignación forma parte de un subgrupo de novelas que Philip Roth ha bautizado Némesis: novelas cortas. Las otras son Elegía, La humillación y la propia Némesis. J. M. Coetzee escribió que, si se las compara con El teatro de Sabbath (1995) o Pastoral americana (1997), "son aportaciones menores al canon de Roth". "Su tono general es discreto, lleno de remordimiento y melancolía; están compuestas, por así decirlo, en tono menor", añade. Si son piezas que ya no tienen la "intensidad" del "inmenso" Roth de otros tiempos, Coetzee se pregunta si ofrecen a cambio algo novedoso. Y recuerda entonces un momento donde el protagonista de Elegía visita el cementerio donde están enterrados sus padres y, conversando con el sepulturero, obtiene una detallada explicación de "cómo se excava una buena tumba". Nada más que un puñado de páginas que se leen con gran placer, observa Coetzee, y que enseñan "cómo excavar una tumba, cómo escribir, cómo enfrentarse a la muerte, todo en uno".
No es poca cosa. Indignación está también llena de esas explicaciones a las que se refiere Coetzee. Por ejemplo, describe con todo detalle cómo se evisceran los pollos: "…abre el culo, mete la mano, agarra las vísceras y sácalas: asqueroso y repugnante, pero había que hacerlo". Si en Elegía, en el episodio del sepulturero también hay una lección sobre cómo enfrentarse a la muerte, lo que enseña esta historia de los pollos está relacionado con el sentido del deber. "Eso es lo que aprendí de mi padre y lo que me gustó aprender de él: que haces lo que tienes que hacer", dice Marcus Messner al principio de la narración.
El sentido del deber con el telón de la guerra de Corea al fondo, esa es la cuestión. Marcus Messner va a hacer lo posible por evitar que lo alisten, y eso pasa por tener un impecable currículo académico. Así que estudia mucho y tiene excelentes notas. Algo sin embargo se tuerce (el paso en falso), y no tiene que ver precisamente con su relación con Olivia Hutton. Tiene que ver con la indignación: una legítima indignación contra las anticuadas maneras de la universidad de Winesburg, con sus obligaciones religiosas que nada tienen que ver con la educación laica. El joven indignado se carga de razones, y se ciega y se precipita. Hacer lo que se tiene que hacer: bueno, siempre hay márgenes de maniobra y la vida está llena de pequeñas y grandes concesiones. Pero el indignado no está dispuesto a ceder, y termina en Corea. Los críticos habrán sido duros con esta novela, acaso no repararon en toda la sabiduría que contiene. En sus breves páginas, Philip Roth dibuja, con la lucidez de quien ha perdido hace tiempo la ingenuidad, las largas sombras que acechan a los que creen tener la razón de su lado.
Hay 5 Comentarios
In the breath...
Simply, like
the sunshine
in the middle
of a luminous
thought, you
live with a
certain idea.
Francesco Sinibaldi
Publicado por: Francesco Sinibaldi | 22/10/2011 14:16:47
dan ganas de leer el libro tras un analisis asi!
Publicado por: Horacio aus Köln | 16/10/2011 9:36:31
Relato de una tarde. Me lo he fumado del tirón hoy mismo, plácida tarde dominical. La novela tiene muchas lecturas: Las Tribulaciones de estudiante Torless; Nietzsche y la forma griega de encarar el destino del hombre, de cara; Cortázar de Rayuela y sus contingencias que todo lo trastocan; el Holden inconformista de El Guardián; incluso al currante de la canción Movin' out de Billy Joel.
Publicado por: Pet | 09/10/2011 23:55:28
Tengo ganas de leer 'Indignación'. Philip Roth es un autor magnífico. Su sencillez al escribir me gusta tanto como su dureza. De él he leído 'Némesis' y 'Me casé con un comunista'.
Publicado por: AnaHM | 07/10/2011 9:20:08
Un apunte: las tumbas no se "excavan", se levantan. Lo que se excava es la fosa.
Un saludo.
Publicado por: Ginio | 06/10/2011 22:49:49