El rincón del distraído

Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

Una dieta para la Unión Europea

Por: | 26 de abril de 2012

Dice Hans Magnus Enzensberger en El gentil monstruo de Bruselas o Europa bajo tutela (Anagrama, traducción de Richard Gross), tras haber analizado el déficit democrático de la Unión, que este "no conduce a la sublevación sino más bien a la indiferencia y al cinismo, al desprecio por la clase política o la depresión colectiva". Puede que sea, efectivamente, el déficit democrático, aunque igual es el rumbo obsesivo de sus dictados económicos o, simplemente, la distancia sideral que va separando a las instituciones de Bruselas del ciudadano corriente y moliente, pero lo que sin duda es incontestable es lo que todo eso ha dado de sí: indiferencia, cinismo, depresión colectiva o desprecio por los políticos. Frente a ese panorama, no está de más una sacudida. Y eso es lo que pretende provocar este breve panfleto de un viejo amigo de Europa, Enzensberger, al que además hay que agradecerle su sentido del humor. No sienta bien que en un momento en que crece por doquier la extrema derecha y se impone el escepticismo a propósito del proyecto europeo, llegue alguien y se ponga a hacer chistes y a dar martillazos. Las cosas han terminado por extraviarse, viene a decir el escritor alemán —que ya avisa de algunas debilidades de origen en el proyecto inicial, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero— y han conducido a un punto en el que un grupo de filántropos "nos somete a la insoportable levedad de una vigilancia que penetra todos los resquicios de nuestra existencia". En su escrito empieza hablando de las bondades del desafío: una generación entera sin guerra en Europa, un amplio catálogo de comodidades al que tiene acceso una gran mayoría, la posibilidad de vivir donde se desee y poder circular por diferentes países sin mayores cortapisas, el afán general de transparencia y el freno a algunas prácticas abusivas, entre otras. Luego saca ya la artillería, y procede. ¿Se trata del libelo de un enemigo de Europa o es la rabieta de un provinciano que abomina de cualquier interferencia remota en sus asuntos? ¿Es la pieza de un intelectual que lanza guiños a un público que reclama que se les ajusten las cuentas a los poderosos o, más bien, el arrebato de un ingenuo patriota que reclama las viejas prerrogativas del Estado-nación? Quizá pueda leerse también como un simple ejercicio de recapitulación: ¿en qué punto estamos, qué hacemos, qué planes tenemos, hacia dónde vamos? Claro que una recapitulación cargada de dinamita. Pero, seguramente, solo así pueda leerse: cuando estalla en nuestras manos y nos produce la carcajada o la indignación.

Enzens
Cuando trata de la proliferación de normas y se refiere a la relacionada con los condones, Enzensberger escribe: "la Comisión, seguramente después de una larga disputa, se mostró comprensiva: la longitud de 16 centímetros no es obligatoria; sólo se recomienda". Y te ríes. Luego te indignas cuando te enteras que un organismo que se ocupa de seguridad y salud en el trabajo tiene ¡64 empleados y 84 consejeros! El despliegue que Enzensberger hace a propósito de los cargos y emolumentos de los altos funcionarios, del baile de letras de sus instituciones o de la manía reguladora de sus disposiciones le permite levantar el mapa de una institución en la que gobierna una burocracia bienintencionada y muy bien pagada. Mete el dedo en la presión de los lobbys nacionales, habla de las magnitudes económicas que se manejan, casi se mete en las plantas de los edificios para preguntar: ¿cuántos presidentes hay aquí, cuantos vicepresidentes, secretarios generales, comisarios, funcionarios de a pie, secretarias, becarios y los chupatintas de rigor?

Algunas cifras: solo el 49% de los ciudadanos europeos ve positiva la pertenencia de sus países a la UE, su Constitución  abarca unas 200 páginas, el presupuesto de los empleados puede llegar a los 10.300 millones de euros, hay unos 15.000 lobbistas, el Servicio Europeo de Acción Exterior cuenta con 3.645 trabajadores, la cifra que al escribir el libro manejaba el Fondo Europeo de Estabilidada Financiera ascendía a 750.000.000.000 euros y las normas legales estaban contenidas en 1.400.000 documentos.

El vértigo que producen esos números revela una parte del rostro de ese "gentil monstruo" que habita en Bruselas. Más inquietante, quizá, sea otros de sus rasgos que resume bien una frase del escritor austriacio Robert Menasse: "Desde el punto de vista político-democrático, esa tríada formada por el Parlamento, el Consejo y la Comisión produce un agujero negro en el que desaparece lo que entendemos por democracia". Para abrir debates como el que anuncia ese diagnóstico sirve el panfleto de Enzensberger. Y no está de más la recomendación que le hace a un miembro de la Comisión en el último capítulo, cuando este le pregunta qué le hace falta a la UE: "Digamos más bien una dieta. Sus comisarios de Sanidad reprochan a los europeos que se pongan cada vez más gordos. Dicen que hay que  arremeter terminantemente contra ello. ¿Y si la Unión se pautara a sí misma tal receta?". Durao Barroso, presidente de la Comisión, no le ha hecho caso: ayer abogó por aumentar su presupuesto el año que viene en un 6,8% hasta los 138.000 millones de euros.

La noche española

Por: | 19 de abril de 2012

El jazz toma, literalmente, la ciudad alemana de Bremen a partir de esta noche. Y lo hace con sabor español. Sobre las ocho de la tarde, en el Kulturzentrum Schlachthof, el grupo Alborada abrirá la llamada Spanish Night, en la que intervendrán también Dead Capo, Filthy Habits Ensemble, el cuarteto de José Luis Gutiérrez y, para cerrar, Benavent-Di Geraldo-Pardo, tres figuras emblemáticas del jazz hecho en estas tierras y que llevan ya años con el desafío de llenar con un aire propio las formas de esa música que nació a finales del siglo XIX en Estados Unidos cuando unos intérpretes negros se midieron con los esquemas formales procedentes de Europa. El festival JazzAhead! celebra su séptima edición y ya se ha convertido en una referencia indiscutible a la hora de reunir las iniciativas más interesantes que tienen que ver con este tipo de sonidos. Entre hoy y el domingo 22 habrá alrededor de 70 conciertos, y estarán también allí los sellos discográficos que siguen batallando por una música acaso minoritaria pero que consigue generar las propuestas más innovadoras y elaboradas de este momento. Para elegir a los que participan en la Spanish Night, el festival recibió una muestra del trabajo de alrededor de treinta grupos, que después facilitó a un jurado para que se decantara por los cinco que finalmente actuarán en Bremen. La variedad de estilos, la riqueza de las piezas reunidas, el alto grado de madurez musical de los intérpretes sirven para confirmar que el jazz tiene en España una salud de hierro, por duras que sean las condiciones para su supervivencia. Los miembros del jurado eligieron inicialmente una docena de nombres y, tras las oportunas discusiones y votaciones, quedaron los que forman el definitivo cartel de hoy. El cuarteto de José Luis Gutiérrez sustituyó a última hora al trío del bajista Javier Colina y la cantante Silvia Pérez.

Alborada
El extraordinario baterista Guillermo McGill está detrás de Alborada, que rinde tributo a Rubén Montoya, el guitarrista flamenco que en los años veinte se acercó al mundo del jazz. El grupo rodó una época con el magnifico Dave Liebman al saxo (en la imagen, durante una de las actuaciones), aunque en Bremen tocará Julián Argüelles, y cuenta con Dani de Morón en la guitarra. El quejío flamenco entra aquí de lleno en los esquemas propios del jazz y se mueve en ese fascinante arco que va de la nostalgia a la alegría. La música de Dead Capo es difícil de clasificar. Llena de frescura y con un punto de gamberra, se apoya muchas veces en esquemas populares para poner en marcha unos sonidos que tienen un punto de simpático optimismo: indispensables para tiempos tan negros como los que corren. Cuantos adoren a Frank Zappa tendrán con Filthy Habits Ensemble la oportunidad de ser felices. Este grupo ha decidido con la mayor de las lealtades recuperar las complejas arquitecturas de los temas del compositor y guitarrista estadounidense y juegan a ser unas particulares Mothers of Invention españolas: nada nuevo bajo el sol, pero Zappa es Zappa. El saxofonista José Luis Gutiérrez atraviesa un excelente momento: sensible a los derroteros por los que se ha movido el jazz en los últimos años, se implica de una manera muy personal en unas composiciones que con la repetición de un número reducido de motivos crean atmósferas cargadas de inquietantes resonancias. Carles Benavent al bajo, Tino di Geraldo a la percusión, Jorge Pardo al saxo: maestros cada uno en sus respectivo instrumento, viejos exploradores de las posibilidades de fundir el flamenco y lo latino con el jazz, versátiles conocedores de cuanto se gesta aquí y allá: ¿qué más se puede pedir?

Nunca está de más, claro, lamentar que no haya varias noches dedicadas al jazz español. De esa manera se hubieran rescatado algunas otras de las sugerencias que le llegaron al jurado. Hay, por ejemplo, dos tríos que suenan francamente bien y que están liderados por dos pianistas como la copa de un pino: Xavier Dotras e Ignaci Terrasa. Está la experiencia de algunos grupos que llevan años en la carretera, como el Manel Camp Quartet o el Joan Vidal Sextet, pero también la savia nueva de gente como la bajista Giulia Valle o la cantante Natalia Calderón. Coda hace una impresionante exhibición de sus recursos vocales y Jerez-Texas o un cuarteto como el de Ivó Oller, entre otros, andan frecuentando los caminos más actuales. Sin olvidar, claro, la imponente labor del guitarrista Ximo Tebar al frente del IVAM Jazz Ensemble. 

A Bremen llegarán este fin de semana músicos de todas partes del mundo. La noche española servirá de aperitivo a una extensa muestra de cuanto está haciéndose en los amplios márgenes de un género musical al que le debemos momentos de extrema felicidad. Lo que produce algarabía y contento es comprobar, una y otra vez que, por más que sus mayores autoridades ya hayan muerto, el jazz sigue penetrando como un misil en el fondo más oscuro de nuestro interior para explotar allí con las fantásticas esquirlas de su inagotable repertorio. Ojala que esta edición de JazzAhead! sea un éxito total. Darle a Guillermo McGill y a su grupo la oportunidad de ejecutar los primeros sonidos es, sin duda, la mejor garantía de que las cosas irán bien. ¡Y más aún cuando van a acordarse de Rubén Montoya!

La futilidad

Por: | 12 de abril de 2012

"Mi idea es que el mundo, básicamente, es un campo de trabajos forzados del que cada equis días sacan a unos cuantos internos (todos ellos completamente inocentes) a fin de ejecutarlos", dice Blanco, uno de los dos personajes de El Sunset Limited (Mondadori; traducción de Luis Murillo Fort), la obra de teatro que Cormac McCarthy publicó hace unos años y que acaba de traducirse. "No creo que eso sea solo mi manera de verlo. Creo que el mundo es así. ¿Hay otras maneras de verlo? Por supuesto que las hay. ¿Alguna que resista un examen mínimamente riguroso? No". La rotundidad del diagnóstico es inapelable, pero Negro, el otro personaje, no está dispuesto a capitular. La conversación se desarrolla en la habitación en la que vive este último en un bloque de pisos de un gueto negro en Nueva York. Han terminado ahí después de que Negro detuviera a Blanco cuando este se disponía a tirarse a los raíles en el preciso instante en que el tren, el Sunset Limited, iba a entrar en la estación de la calle cincuenta y dos. "¿Qué es lo peor que le ha pasado en la vida?", le pregunta Negro. Y Blanco contesta: "Que un emisario de Jesús me sacara por la fuerza del andén de una estación". La conversación, pues, es más un combate sin contemplaciones que una charla entre amigos. A un lado del ring, un profesor blanco; al otro, un negro corpulento. Tienen más o menos la misma edad. El primero considera que la única esperanza que le queda es el vacío. El otro entiende que la única verdad que existe es que "o amas a tu hermano o mueres". Viven en la misma ciudad, ven lo que ocurre desde lugares muy distintos. Cormac McCarthy se atreve en esta intensa pieza que no llega a las cien páginas a hurgar en el viejo conflicto entre la fe y el conocimiento. Tommy Lee Jones hizo con la obra una película para televisión en la que él mismo interpretaba a Blanco; Samuel L. Jackson hizo de Negro. Dos grandes actores para una batalla devastadora: la de encontrarle un sentido a la vida. McCarthy no da tregua un instante. Uno detrás de otro van cayendo los argumentos. Negro se afana por justificar su gesto y quiere convencer a Blanco de que la vida vale la pena. El otro se muestra inflexible: la vida no vale nada.

The-sunset-limited-original
Hay incluso un detalle de humor por parte de Negro cuando reconstruye, de manera solemne, una hipotética noticia del suicidio de Blanco publicada en un periódico en la página tres (en la imagen, Samuel L. Jackson y Tommy Lee Jones, en un momento de la adaptación cinematográfica). Dice que unos testigos "declararon que las últimas palabras del individuo al lanzarse contra el tren de cercanías que estaba entrando en la estación de la calle cincuenta y cinco fueron: Yo tengo razón". Y algo de eso hay en la obstinación del profesor a la hora de defender su punto de vista. Todo se ha ido a pique, viene a decir. ¿Qué tiene valor para él? "Libros, música, arte. Cosas así", le dice a Negro. Este apunta que "para qué sirven todas esas ideas si no lo mantienen a uno clavado al andén cuando entra el Sunset Limited a más de cien por hora".

Ese es, seguramente, uno de los asuntos centrales. ¿Para qué sirve toda la cultura, o esas "cosas así", si no te aferran a la vida? Blanco seguramente contestaría que esas cosas ayudan a afrontar la verdad, y esa verdad muestra que nada merece la pena. El conocimiento no ayuda a vivir. Mucho más en unas circunstancias, como las de ahora, en que los valores asociados a la cultura –"los cimientos de la civilización", según Blanco– han desaparecido en gran parte. No quiso darse cuenta que eran "muy frágiles", confiesa Blanco, que se fueron por "las chimeneas de Dachau".

A Negro seguramente todo eso le suena a chino. Es un tipo que en la cárcel se lío a golpes en la cola de la comida con otro negrata por una tontería, y hubo de todo. Le dieron un navajazo, respondió golpeando con la pata de una mesa de la que sobresalía un tornillo. "Y el tornillo se le quedó clavado en la cocorota de tal manera que tuve que ponerme de pie encima del tío para arrancárselo", cuenta. Tras la trifulca, a él le tuvieron que dar doscientos ochenta puntos, casi la palma, un día oyó una voz. Era la de Jesús, la de Dios, una salida a su inmenso dolor, un poco de luz. Negro desde entonces anda ocupándose de hacer el bien y vive rodeado de drogatas. "Una colonia de leprosos morales", según el preciso diagnóstico de Blanco. Son esferas irreconciliables las suyas. Habitan en mundos paralelos, que no tienen por qué cruzarse. Cormac McCarthy logra que se encuentren a lo largo de la pieza, y saca así a la luz algunos de esos ruidos que andan martilleando desde antiguo en los oídos de cualquier criatura con conciencia. ¿Dónde están la verdad y el bien, se juntan alguna vez? Blanco le reprocha a Negro que para todo sea para él blanco o negro. Él, en cambio, puede apreciar toda la gama de grises. Y un día sale de su casa, se dirige a la estación, se tira a los raíles cuando escucha llegar al Sunset Limited.

El País

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