Manuel Chaves Nogales escribió La defensa de Madrid (Espuela de Plata) cuando ya estaba fuera de España. Apareció por entregas en una revista mexicana, Sucesos para todos, y después en un periódico inglés, Evening Standard: reconstruía ahí los avatares de una ciudad que había conseguido detener el imparable avance de las tropas franquistas. El tono de la novela es épico y tiene la garra de esas historias que nacen con la vocación de agitar al lector, de implicarlo, de forzarlo a tomar una posición. Lo que resulta más problemático es saber a quién se dirigía exactamente Chaves Nogales en ese momento: la serie apareció entre el 5 de agosto y el 22 de noviembre de 1938. El gran protagonista del libro es un general: "Miaja, que no es más que un militar, no piensa sino en ganar la guerra", escribe. "Su única preocupación es la República. Su único sistema de gobierno, la disciplina, la autoridad, el sometimiento de todas las conveniencias de partido al interés general del pueblo". ¿Por qué decide volver a contar la defensa de Madrid el periodista que abandonó la capital al mismo tiempo que el Gobierno, el 6 de noviembre de 1936, y que, por tanto, no estuvo allí, ni durante el desarrollo de la batalla ni después de ella, durante el largo periodo en el que los enemigos estuvieron frente a frente pero sin enfrentándose solo de manera episódica? ¿Por qué sitúa en primerísimo plano a un militar y señala que su gran reto fue reclamar (y conseguir de alguna manera: por lo menos durante el asedio directo) que los intereses particulares se subordinaran al desafío de ganar la guerra? Lo que sobre todo hay en este libro es una abierta, casi furiosa, urgente, imperiosa y acuciante llamada a unirse en la batalla contra el enemigo, y de hacerlo alrededor de una figura que representa la continuidad institucional: valga decir, la democracia. En el seno de la República, los partidos se enfrentaban entre sí y también los sindicatos andaban a la gresca en todo momento. De hecho, hubo muchos a los que el régimen democrático les importaba literalmente un bledo: querían hacer la revolución. Chaves Nogales aprovecha la batalla de Madrid para poner a cada uno en su sitio. El Gobierno no se entera e incluso torpedea la lucha de quienes defienden la capital. Los partidos y los sindicatos van ciertamente a lo suyo, pero acceden a colaborar. Pero eso se debe al liderazgo sin fisuras que atribuye a Miaja. Y, claro, al pueblo de Madrid, que se jugó la vida y se entregó por la causa republicana. Las tropas franquistas finalmente no pasaron. La guerra iba a durar todavía mucho.
El descubrimiento de la existencia de esta serie de artículos, de esta novela, ha sido de María Isabel Cintas. Un día estaba leyendo una biografía de Miaja cuando encontró una cita de Chaves Nogales que no le sonaba. Consultó los relatos de A sangre y fuego: no la encontró. Y se puso a husmear por aquí, por allá e incluso, por acullá, realizando un prodigioso trabajo de investigación detectivesca francamente apasionante. Estaba un día ojeando viejos periódicos en la hemeroteca de Colindale, en Londres, cuando encontró en el Evening Standard del 11 de enero de 1939 un texto no firmado sobre el general Miaja: la desenvoltura del estilo le resultó familiar. Siguió adelante, y descubrió que cinco días más tarde el periódico iniciaba el relato de la defensa de Madrid por Manuel Chaves Nogales. María Isabel Cintas no tardó en emprender la búsqueda del original, en algún sitio tenía que haberse publicado en español. En la biografía del general Miaja de Lázaro Somoza Silva encontró la pista: Sucesos para todos. Localizar los números de la revista fue el siguiente reto: la serie (salvo la entrega número X, del 4 de octubre de 1938) está en el Iberoamerikaner Institut de Berlín.
El relato de Chaves Nogales sobre la defensa de Madrid tiene algunos errores (la muerte de Durruti, por ejemplo, no sucedió como la reconstruye), pero no es eso lo relevante. No es la fidelidad histórica lo que persigue. Este es un libro político: cuenta que existieron hombres que se enfrentaron a los militares golpistas para defender la República y no para hacer revolución alguna. Es más: combatieron los excesos de los milicianos, se afanaron por reconstruir el ejército y despolitizarlo, procuraron liderar la causa de los que habían celebrado el regreso de la democracia a España. Quién sabe si Chaves Nogales no reclamaba la atención de Francia e Inglaterra, pero el 30 de septiembre de 1938 estos países firmaron con Alemania y Francia los Acuerdos de Múnich y le entregaron los Sudetes a Hitler. La República se quedó entonces definitivamente sola, sin esperanza alguna.
Hace unos días, el periodista Alfredo Valenzuela coordinó en la Feria del Libro de Sevilla un homenaje a Chaves Nogales en el que participaron su hija Pilar y, entre otros, Santos Juliá, Jorge Martínez Reverte, Carlos García-Alix y Xavier Pericay. El afán del periodista sevillano por defender la democracia frente a cualquier totalitarismo volvió a resonar con toda su furia. Pero también volvieron a brillar su estilo diáfano y transparente y el coraje de un hombre íntimamente comprometido con la causa de la libertad.