La noche oscura y la paz interior

Por: | 30 de noviembre de 2012

La tarea de la filosofía es, según Gilles Deleuze, la de inventar conceptos. "Durante mucho tiempo, los conceptos han sido utilizados para determinar lo que una cosa es (esencia)", comentó hace ya años el pensador francés en una entrevista —recogida, en Conversaciones (Pre-Textos, 1995)— en la que también participaba su amigo y colaborador Felix Guattari. "Por el contrario, a nosotros nos interesan las circunstancias de las cosas —¿en qué caso? ¿dónde y cuándo? ¿cómo?, etc.—. Para nosotros, el concepto debe decir  el acontecimiento, no la esencia". Vienen ahora a cuento las ideas de los autores del Anti-Edipo y Mil mesetas porque en Algunos lugares de la pintura, el libro de María Zambrano, la filósofa española parece aplicar rigurosamente esas exigencias. Se enfrenta ahí a las obras de arte como espacios donde se producen un sinfín de acontecimientos, y entiende que su trabajo pasa por intentar decir qué es lo que está ocurriendo ahí. En Sueño y destino de la pintura, uno de los textos del libro, María Zambrano escribe: "Nace la pintura, como es sabido, en las cavernas para expresar mágicamente algo que huye y se escapa, las almas de los vivientes codiciados. Fuera la caza o cualquier otra forma de apropiación el ansia que acuciaba a aquellos ‘pintores’ —a aquella sociedad, más bien— se trataba de arrancarle el alma a aquellos seres y tenerla allí ni viva ni muerta: viva, más desprendida, apresada". Inventar conceptos que digan el acontecimiento, no la esencia, tiene que ver con ese afán por atrapar a las almas que huyen y se escapan. Algunos lugares de la pintura, recuperado ahora por la editorial Eutelequia, se presentó ayer en La Fugitiva, una librería de Madrid. Estuvo Amalia Iglesias, que trabajó hace años con María Zambrano para armar este libro con los textos que la filósofa dedicó al arte, y Pedro Chacón, responsable de esta nueva y rigurosa edición. 

Campin, St. BarbaraSon muy diversos los textos reunidos en este libro, y en todos ellos laten las obsesiones y grandes temas de María Zambrano: el vacío y la muerte, el margen de maniobra de la palabra para decir lo que no puede ser dicho, los extraños cortocircuitos entre lo divino y lo humano, la herida terrenal que azota a las criaturas. En La destrucción de las formas, por ejemplo, recorre la historia de la pintura para intentar comprender ese momento que lo que aparece en el cuadro parece pulverizado por la virulencia del tiempo y queda reducido a lo mineral, en el cubismo, mineral (el cubismo) o al balbuceo sin palabras, en el dadaísmo o el surrealismo. La descripción que hace de toda la destrucción que el arte de entonces recogía resume aquella época convulsa: no hay que olvidar que se trata de un texto escrito en los años treinta. "Estamos en la ‘noche oscura de lo humano", dice María Zambrano. "Se esconde tras de la máscara, y el mundo vuelve a estar deshabitado. Son los paisajes lunares: tierras secas y blancuzcas, paisajes de ceniza y sal. Playas gigantescas tras de la retirada marina, vegetación mineral, flores calizas y caracolas, algas informes, criaturas amorfas de un reino que no es la vida ni la muerte. Y es también el desierto, la extensión sin término. Y los residuos de lo humano; objetos gastados por el uso: zapatos viejos, cepillos sin cuerdas, cajas irreconocibles de cartón, todo deshecho".

Ceniza, sal, desierto, residuos. Hay otros textos, en cambio, en que no se sumerge en las sacudidas de su época sino que apunta al propio acontecimiento de vivir. María Zambrano, que le decía cuando era joven a su novio de entonces, Gregorio del Campo, en las Cartas inéditas que hace unos meses descubría la editorial Linteo "tú ya sabes que yo necesito una vida activa, espiritual", visitó de nuevo El Prado un par de años después de su regreso del exilio para ocuparse de la Santa Bárbara (en la imagen) de Robert Campin, el  maestro de Flémalle, uno de los cuadros que, confiesa, había llevado siempre consigo. Y se dirige con estas palabras a esa mujer que parece estar leyendo en el cuadro del artista flamenco: "...estás en tu ser, en la sustancia, eres tú misma...", y también:  "Tú no pretendes nada, estás en tu ser, en tu interior". Cuenta la filósofa malagueña que de niña le había preguntado "¿qué es un santo?" a una criada segoviana, y que había recibido como respuesta: "Alguien que está al mismo tiempo al lado de Dios y junto a nosotros, muy cerca".

En las alturas y clavada en los conflictos del presente, así la obra de María Zambrano. En Algunos lugares de la pintura, en fin, hay también piezas sobre sus contemporáneos. Por ejemplo, del artista mexicano Juan Soriano. "Cosa de otro mundo, cosas del otro mundo sentí que son las pinturas de Juan Soriano, y que aparecen en este como una herida", escribe. "No hay arte que no hiera, porque el arte es como el pensamiento, como la verdad. El signo de la verdad es herir. Lo que es luz viva hiere. Hiere la luz desde por la mañana, y si no es así será perdido el día". De esa manera, pues, procede la filósofa en estos textos. Y por malas que sean estas épocas, y tan poco tengan que ver con el recogimiento que exige su pensamiento, la obra de María Zambrano sigue ahí. Esa mujer que, como anotaba José-Miguel Ullán en el magnifico retrato que hace en el relato que abre la antología que él mismo seleccionó en Esencia y hermosura (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), se le apareció cuando la conoció "pequeñita y frágil, mas crecida en malicia chispeante y firme en delicadeza". Cuenta también que "hablaba como nadie y fumaba en larga boquilla y tosía…". ¿No la están escuchando ahora? ¿No sigue ahí, llena de sugerencias, en sus textos sobre pintura?

Hay 3 Comentarios

Hola, amigos. "Estamos en la noche oscura de lo humano". Esto es lo bueno de los buenos escritore(a)s y pensadore(a)s: que nos dicen con un solo fogonazo de sus palabras lo que está sucediendo. Lo que expresa admirablemente María Zambrano, es una prolongación triste en el siglo XXI de lo que fue una cumbre de degradación en el XX, siglo asesino, como lo llamaba Jorge Guillén. Ya hemos acabado con el hombre, ahora en el XXI vamos a ver si acabamos con su entorno, con la naturaleza. ¿Qué más noche que ésta? El dios de la guerra hizo su buena labor; ahora le toca el turno al dios del dinero, que está haciendo brillantemente su tarea: enterrar el cadáver, del que quedan despojos, desechos, piltrafas. En la política, en al arte, en las relaciones humanas, en del deporte.
¿Será que esta noche no tendrá una mañana en el mañana?

"Por malas que sean estas épocas, y tan poco tengan que ver con el recogimiento que exige su pensamiento..."No hay arte que no hiera. Porque el arte es como la verdad"
Si a tus preguntas y Si a quien me hirió.

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Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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