El juego de los olvidados

Por: | 10 de octubre de 2013

No se le puede pedir a la Academia Sueca que esté en todo y, por tanto, tampoco se le puede reprochar que en la lista de los premios Nobel de Literatura no figure el mejor escritor del siglo XX, Franz Kafka. Es verdad que buena parte de su obra es póstuma, y que no entra en las reglas de juego del Nobel otorgar el galardón al que ya no está entre los vivos. También es cierto que la mayor fama de Kafka le viene de sus obras que aparecieron cuando ya había muerto: El castillo o El proceso. Pero si esto es un juego, no está de más recordarles a sus señorías que Contemplación apareció en 1913, que La condena podía leerse ese mismo año, que La metamorfosis es de 1915 y que en 1919 estaba disponible En la colonia penitenciaria, entre otros escritos que vieron la luz, casi siempre breves. ¿Que no son las mejores obras de Kafka? De eso se puede discutir, pero lo que es indiscutible es que basta un fragmento de alguna de esas narraciones para poner en entredicho el valor de la obra entera de muchos autores que se llevaron el premio a casa. Con un escueto momento, tomado de cualquier sitio, es suficiente para rendirse a la literatura de Kafka. Por elegir alguno, ahí tienen la escena de Un médico rural en que los caballos que han conducido a éste a la casa del enfermo emergen en su habitación: “Esos caballos, que no sé cómo se han desatado de las riendas; tampoco sé cómo desde afuera han empujado la ventana; asoman la cabeza, cada uno por su ventana, y sin preocuparse por las exclamaciones de la familia contemplan al enfermo”. ¿La pesadilla del mundo? ¿Un mundo de pesadilla? ¿O solo una broma cruel donde gobierna el azar y se obedece a una lógica disparatada?

Franzkafka

Que cada cual haga su lista. Donde pone Kafka (en la imagen), hay quien preferirá escribir Anton Chéjov, Marcel Proust, Joseph Conrad, Henry James, Rainer Maria Rilke, Fernando Pessoa, Robert Musil, Virginia Woolf o James Joyce, por soltar una ristra de imprescindibles cuya ausencia entre los galardonados hace dudar seriamente del rigor y la puntería de los académicos suecos. ¿Cómo se puede tomar en serio a los sucesivos jurados si no se rindieron  abiertamente a Cesare Pavese, Vladimir Nabokov, Malcom Lowry, Louis Ferdinand Céline o Robert Walser y, sin embargo, premiaron a José Echegaray, Rudolf Christoph Eucken o Wladyslaw Reymont, por acordarse de algunos de los que ya no se acuerda nadie?

Una de las razones que suele aducirse para tanto despropósito es que los Nobel no premian exclusivamente a la literatura sino que se inclinan, más bien, por la literatura con floripondio. O lo que es lo mismo, que a los académicos suecos les suelen gustar esos escritores que llevan prendidas de sus obras esas causas que provocan el aplauso de los mortales: vocación de cambiar el mundo, interés por las minorías marginadas, recuperación de territorios exóticos, consejos morales de relumbrón. Pero ni siquiera eso es siempre cierto si se repara en tipos que dudosamente harían concesión alguna a cualquier tipo de adorno, por cargado que estuviera de valores humanistas, como Knut Hamsum, que lo recibió en 1920, o V. S. Naipaul, al que se lo otorgaron en 2001.

Al que suele nombrarse siempre es a Jorge Luis Borges. ¿Cómo no le dieron el Nobel a Borges? Es verdad, ¿cómo metieron la pata de manera tan rotunda, cómo dejaron que se les fuera muriendo sin reaccionar a tiempo? Su obra no solo es una síntesis de las tradiciones literarias más diversas sino que inaugura nuevos caminos para la escritura, combina la referencia más directa al ruido del mundo con un gusto recurrente por cuestiones abstractas, tiene algo de artefacto intelectual y está tocada también por las penas y los trabajos que a todos corresponden. Y tiene la osadía de contar historias de este calibre: “El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad”. No se lo dieron a Borges, ¡pero es que tampoco se acordaron de Juan Rulfo! ¿Cómo? ¿Fueron capaces de ignorar también a aquel coloso que en una novela y una colección de cuentos atrapó las palpitaciones de la muerte en su trato cotidiano con la vida? Ese escritor de oído tan fino, el que puso en pie Comala para que un hijo buscara a su padre, “un tal Pedro Páramo”. Rulfo, que en una frase definía un mundo: “Odilón y yo éramos sinvergüenzas y lo que tú quieras; y no digo que no llegamos a matar a nadie; pero nunca lo hicimos por tan poco”. Sí parece cierto que a la Academia sueca le podría aterrorizar dar semejante premio a un autor de obra tan breve, pero es que tampoco repararon en poetas como César Vallejo o José Ángel Valente (ni tampoco en Paul Celan, W. H. Auden o Zbigniew Herbert). Y pueden ser capaces de no dárselo a Rafael Sánchez Ferlosio. Señores académicos, todavía tienen tiempo de reparar tamaño olvido.

En este juego de los olvidados, se podría también incluir a Ernst Jünger. La Academia entonces podría haber bordado la justificación del fallo: por recoger en tantos de sus escritos el rostro impenetrable de la guerra. A Clarice Lispector tenían que habérselo dado por su coraje a la hora de romper moldes y a Junichiro Tanizaki por su finura cuando trató de las sombras. Si los académicos hubieran tenido alguna vez un poco de ganas de provocar hubieran acertado de lleno con E. M. Cioran, Antonin Artaud o Thomas Bernhard. No supieron apreciar a tiempo la envergadura del desafío literario de W. G. Sebald y, como se descuiden, se les van a escapar algunos de los mejores que siguen ahí: Philip Roth, Lobo Antunes, Jean Echenoz. Pero, en fin, lo que jamás se les podrá perdonar a los jurados del Premio Nobel de Literatura es que no se lo dieran a Witold Gombrowicz. El polaco que desembarcó en Argentina y que se aplicó a dar una buena cantidad de bofetadas a las formas establecidas. “En todo lo que escribo, mi objetivo --uno de mis objetivos-- consiste en estropear el juego”, confesó en sus diarios. No está mal para entretenerse. De estar todavía aquí, seguro que ya se habría cargado este mismo pasatiempo. Por darle tanta importancia a unos premios que han tenido olvidos de una envergadura verdaderamente bochornosa.


Hay 102 Comentarios

A mi me parece que el articulo utiliza la misma premisa de los galardones: tener preferencias y hacer de ellas motivo para la selectividad. O sera que João de Guimarães Rosa no deberia entrar en la lista de los olvidados? Pero olvidenlo, nunca mejor dicho, a aquellos que no saben leyer en portugues jamás desfrutaran de la magnitud de sus creaciones. Sean suecos o espańoles.

Conocí a un gran escritor latinoamericano que me dijo una vez que nunca se debe uno obsesionar con los reconocimientos, porque siempre están supeditados a interéses de terceros. Creo que esa es la verdad sobre los reconocimientos otorgados por las personas. Sus decisiones nunca están libres de compromisos, pero no siempre un compromiso con la verdad.
http://interesproductivo.blogspot.com.es/

Se necesita tener mucha fe en los pequeños tribunales de los vivos para asombrarse o indignarse por sus decisiones.

Me ha encantado. Es cierto que no han sido nombrados todos, autores y autoras merecedores de premio. Pero la verdad es que comparto cuanto está expuesto.

En este alegre miserere que constata las injustas motivaciones que llevan a veces a orillar a los genios, yo añadiría a los dichos, pues salvo error , lo he visto nombrado(si lo fuera sería una simple reiteración) a Leon Tolstoi. Sin olvidar a Miguel Delibes, en mi opinión mucho mas Nobel que Camilo José Cela, autor de dos buenas novelas y un libro de viajes. Pero sin que olvidemos que la academia sueca, como obra humana es falible e influenciable. Y no nos quejemos del nobel de literatura. Palmarios olvidos y sorprendentes concesiones.....miremos el nobel de la paz, que se califica solo. En mi opinion el nobel de la paz carece de toda credibilidad, solamente lo siento por cuanto si se concede a alguien que lo merece, tal reconocimiento queda oscurecido por la ralea de de quienes lo han recibido,no ya sin merecerlo, sino mereciendo que les dieran el hipotético nobel de la guerra.......

Es cierto los Nobel han dejado de lado a grandes escritores. Borges decía que se sentía orgulloso de que no se lo hubieran dado porque así estaba en la misma lista que Kafka. Por cierto en su lista falta Lezama Lima. Constructor de un mundo espectacular barroco. Paradiso y la totalidad de la poesía de Lezama son una de las cumbres de la literatura mundial de toda la historia.

A Galdós parece ser que se lo iban a dar, pero las sotanas presionaron para que no fuera así y los gobiernos oligarcas de la restauración sugirieron que se lo dieran a Menendez Pelayo en su lugar pero los suecos contestaron que a M. Pelayo se lo de su tia.

¡Tantas recomendaciones!, pensaba tomar notas, pero no lo haré. Es imposible leer a todos, sin duda, una vida es insuficiente para leer todo lo que se lo merece.
Aunque sin duda, el morir sin buscar la fama, es sinónimo de calidad, no como los "escritores" actuales, que escriben por pasta.

El caso más bochornoso, sin duda, es el de Galdós. Uno de los mejores escritores de la historia, comparable a Cervantes o Shakespeare (no, no estoy exagerando).

Bueno, haya paz. No creo que haya que encresparse contra Rojo por haber calificado a Kafka como "el mejor", ya que esa afirmación es obviamente una provocación deliberada para llamar la atención del lector sobre un asunto controvertido, y sistemáticamente evocado en torno cada entrega de los Premios Nobel, o de cualquier otro premio de los de mucho dinero (¿Por qué Alfred Hitchcock nunca recibió un Óscar, o Queen un Grammy? ¿Por qué le han dado a Silva el Planeta por esa novela en particular que a mí me parece tan flojita? etc etc).
No, a mí el artículo me ha interesado y me ha gustado y creo que merece un pequeño premio en su propia categoría o certamen, aunque sólo sea porque está bien escrito y tiene la nada desdeñable virtud de suscitar en el lector el deseo de leer más y conocer a algunos de esos "olvidados" qué cita. Pero, ¿olvidados por quién? ¿Por mí? Desde luego que no. Personalmente me complazco en el hecho de que los premios en general me traigan bastante al pairo. Jamás voy a leer a un autor que desconozca sólo porque le hayan dado un premio en Estocolmo, en Madrid o en Becerril de la Sierra; quizá llegaré a ese autor en algún momento a través de caminos más personales; probablemente la viva recomendación de un amigo (o de mi tía, que tiene muy buen criterio y gustos afines a los míos).
Pero, por volver un momento a los Nobel, he de confesar que siento algo de hostilidad con la categoría de la Paz. Lo que molesta es que se lo hayan dado en algún momento a ciertos personajes de mala catadura que ya contaban muchos muertos en su haber cuando fueron premiados, y se que hayan olvidado sin embargo de mi madre que, aunque no sabía leer ni escribir ni salía mucho en la prensa, hubiese sido a decir de mucha gente la galardonada ideal.

Si Obama es Nobel de la Paz, cualquier cosa puede pasar en este mundo...

No importa que no lo hayan recibido algunos de los mejores. Los autores Nobel son en su inmensa mayoría autores excelentes, que reciben el premio por motivos literarios, pero también sociales y políticos. En un país donde nos están metiendo todos los días las editoriales a su pandilla de acólitos hasta en la sopa como si fueran la revolución literaria, en un país donde casi todos los premios están trufados por un mismo grupo de amiguitos, se agradece el aire fresco del Nobel, que o bien consagra a los grandes entre los grandes, o nos da a conocer nuevos autores que si no, nadie nos habría recordado. Es imposible encontrar, en ningún otro premio, la misma calidad que en la lista de premiados del Nobel. La comparación de si Borges, Cortázar, Rulfo o tantos otros son mejores o peores es sólo cosa de bobos, pues su calidad literaria ni sube ni baja por recibir el prestigioso galardón.

La gran injusticia del Nobel se cometió con un tal Miguel Delibes.

Iniciar un artículo con una opinión que se puede o no compartir, como si fuera un artículo de fe, ?es una torpeza, una provocación, o un gesto de soberbia? Kafka, el mejor del XX, porque yo lo digo. Olé tus huevos¡ Por cierto, qué tal Cortazar, Márquez, Ionesco, sólo por sugerir, digo yo. En fin... la tontuna humana

Simenon, novelista multiventas y políticamente un propagandista del capitalismo y la democracia liberal, tampoco lo tiene. Ni Kundera, exiliado político de la Praga de Dubcek. Me alegró cuando se lo dieron a Pinter o a Brodsky porque pimplaron a gusto con la noticia y Pinter se cagó en la madre de Bush y de Blair por la guerra de Irak

Hace falta ser bastante tarugo para decir que Kafka, o cualquier otro es el 'mejor' escritor del siglo XX, o de la década. El comentario lo único que demuestra es lo poco que entiende, el que lo hace, del hecho literario. En un siglo hay toda una serie de escritores excelsos, que se dedican a diferentes géneros, y con estilos y personalidades muy diferentes. Tú puedes hablar del escritor que más te interesa, más te gusta, más te fascina. Pero llevarte tres y convertirlo en el mejor del siglo, es propio de comentaristas futbolísticos. Hay una pléyade de grandes escritores en el siglo XX, entre ellos, sin duda alguna, está Kafka. Así debería hablar alguien con una mínima sensibilidad hacia el hecho literario

El mejor escritor del siglo XX fue Fernando Vizcaíno Casas. Y no le dieron el Nobel por motivos políticos.

Como tiene la sociedad moderna esa obsesión por los ránkings, por escoger al mejor o la mejor escritora, periodista, científica, atleta,…el bailarín del año, la cantante del siglo, el español del milenio, el europeo de la semana, el más rico del mundo, la mejor vestida de entre todas las ministras, la mejor peinada de entre todas las reinas y princesas, el mejor, la mejor, el más, la más… pues es lo que pasa, que querer reducir siempre la diversidad de la vida a un o una sola cosa o persona deja fuera a la mayoría. Absurda obsesión.

es absolutamente arbitrario y totalmente ridículo decir que uno scriptor muy bueno, come Kafka, es el mejor del siglo XX.

¿Cómo es que dejan que escriban gilipollas como el de ayer y este de ahora sobre el Nobel? ¿Es que considera Prisa el Nobel una gilipolléz? Puede... y puede que razón lleven...entonces, enhorabuena por las gilipolleces que publicáis.

Se lo dan a Vargas Llosa,pero ignoran a Carpentier y José Lezama Lima.Escritores ambos,en conjunto de obra mucho más abarcadores e interesantes.Pero claro,el Mario estaba más cercano a sus afinidades políticas...

¿Y nadie cree que Aldous Huxley también podría haber merecido un premio de estos?

Parece extraño que en la lista no estén ni Deleuze, ni Roland Barthes, ni Foucault. Ni siquiera Umberto Eco suene como candidato algún año. Ni siquiera Claude Levi-Strauss o alguno de los autores mayores de la antropología -Malinowsky, Evans-Prittchard, Ruth Benedict-, y eso que la etnografía ha dejado una riquísima tradición literaria, refinando la imponente tradición de las crónicas de Yndias y ampliándola a los cinco continentes. Digamos que la lista de los Nobel es demasiado literaria, rama novelería.

Qué bueno sería que permitieran el Nobel póstumo para todos estos autores, así evitaríamos el aburrimiento de tener que ver el mismo artículo todos los octubres.

Galdós, Unamuno, Baroja, Delibes, Valle-Inclán y otro largo etcetera de escritores españoles no ganaron el Nobel pese a reunir merecimientos de sobra, pero no pasa nada, no les hacía falta, la grandeza de un escritor no viene dada por los premios que recibe. La pena es la de millones de lectores extranjeros que nunca conoceran su obra por no pertenecer a tan ilustre lista.

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

TrackBack

URL del Trackback para esta entrada:
https://www.typepad.com/services/trackback/6a00d8341bfb1653ef019affe268c5970b

Listed below are links to weblogs that reference El juego de los olvidados:

El rincón del distraído

Sobre el blog

El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal