En septiembre de 1939, Albert Camus escribió en su cuaderno (Carnets, mayo de de 1935-febrero de 1942; traducción de Eduardo Paz Leston; Alianza, 1985) una frase que escuchó en un tranvía: “A Hitler si se le da un dedo, habrá que cederle todo”. Unas cuantas anotaciones más tarde reflejaba su extrañeza por lo que estaba pasando: “Estalló la guerra. ¿Dónde está la guerra? Fuera de las noticias que hay que creer y de los carteles que hay que leer, ¿dónde encontrar los signos de este absurdo acontecimiento?”, se preguntaba. Y poco después se decía: “Haber vivido en el odio de esta bestia, tenerla delante de sí y no saber reconocerla. Tan pocas cosas han cambiado. Más tarde, sin duda, vendrán el lodo, la sangre y el asco inmenso. Pero por el momento sentimos que el comienzo de las guerras es semejante al principio de la paz: el mundo y el corazón los ignoran”. Pronto llegarían, efectivamente, “el lodo, la sangre y el asco inmenso” y aquel joven escritor y periodista, que también se dedicaba al teatro, pondría su pluma al servicio de la Resistencia dirigiendo Combat. Sólodespués publicaría la obra que le dio más fama, El extranjero, y se pelearía con Sartre y su posición sobre Argelia le traería complicaciones y ganaría el Premio Nobel y un día, en 1960, un accidente de coche terminaría con su vida. En septiembre de 1939, cuando Hitler invadió Polonia, era simplemente un hombre perplejo que intentaba reconocer a la bestia. “Juzgar un acontecimiento es imposible e inmoral si es desde fuera”, apuntó más adelante en su cuaderno. “Es en el seno de esta absurda desgracia donde se conserva el derecho a despreciar”.
Los cuadernos que se conservan de Camus empiezan con una larga anotación de mayo de 1935 y terminan en marzo de 1951. Apunta ideas cazadas al vuelo, ensaya diálogos, procura explicarse a sí mismo el torbellino de asuntos que lo afectan, recoge las primeras notas de las obras que luego desarrollará, describe paisajes, resume sus viajes: “Breslau. Llovizna. Iglesias y chimeneas de fábrica. Su peculiaridad trágica” (julio de 1937). Es el lugar donde está a solas consigo mismo, donde se desnuda y afila sus argumentos y esconde sus miedos, donde se observa y se define. Así que hoy, cuando se cumplen cien años del nacimiento del autor de La peste, no está de más copiar lo que apuntó, antes de la guerra, sobre el oficio que marcó en buena medida su escritura: “¿Intelectual? Sí. Y no renegar nunca de ello. Intelectual=aquel que se desdobla. Eso me gusta. Estoy contento de ser los dos. ‘¿Si eso puede unirse?’ Cuestión práctica. Hay que hacer la prueba. ‘Desprecio la inteligencia’ significa en realidad: ‘no puedo soportar mis dudas”. Camus supo hacerlo, y hurgó en sus contradicciones, que eran las de su tiempo, y tuvo el coraje de definirse, sabiendo siempre que estaba caminando sobre un alambre.
Además del intelectual, estaba el otro Camus. Es el que, por aquellos días de 1937, escribía su primera novela, La muerte feliz. Y tomaba notas: “M. Todas las noches colocaba el arma sobre la mesa. Terminado el trabajo, arreglaba sus papeles, acercaba el revólver, lo ponía contra la frente y en él deslizaba sus sienes, calmando sobre el frío del metal la fiebre de sus mejillas. Y luego permanecía así durante un largo rato, dejando correr sus dedos a lo largo del gatillo, manoseando el seguro, hasta que el mundo callara en torno suyo y que, soñoliento ya, todo su ser se replegara en la sola sensación del metal frío y salado de donde podía salir la muerte”. M es Mersault, el oficinista que protagoniza aquella historia, un tipo obsesionado con la idea de ser feliz. “Desde el instante en que no nos suicidamos debemos guardar silencio ante la vida. Y él, despertándose, la boca llena de una saliva ya amarga, lamía el cañón del arma, introduciendo su lengua en él y, en un estertor de felicidad sin medida, repetía maravillado: ‘Mi dicha no tiene precio”. Inmediatamente después, Camus escribió: “M. 2ª parte. Las catástrofes sucesivas. Su coraje. La vida se entreteje de esas desgracias. Se instala en esa tela dolorosa, construye sus días alrededor de aquellos regresos nocturnos, de su soledad, de su desconfianza, de sus sinsabores. Lo creen estoico y resistente. Pensándolo bien, las cosas no pueden marchar mejor. Un día, un incidente insignificante: uno de sus amigos le habla distraídamente. Vuelve a su casa. Se mata”.
Existe claro, una distancia entre aquellos esbozos y lo que finalmente escribió Camus. Esas notas no son nada más que el primer soplo, el primer golpe de inspiración. El hombre con el revólver. La tentación del suicidio. El metal frío y salado. Sea como sea, en esos cuadernos donde Camus se estaba dirigiendo en realidad a sí mismo, es donde recoge para el lector con la mayor sencillez las cuestiones que terminaron marcando su obra. El intelectual (“aquel que se desdobla”) y el otro, el que anda trabajando obsesivamente sobre ese extraño laberinto de emociones que engrasa la maquinaria que mueve al hombre. ¿Qué le dijo distraídamente a M. aquel amigo para obligarlo a regresar a casa y a matarse?
Hay 6 Comentarios
No puedo estar más de acuerdo con Tomás Roa.
Publicado por: Josephine | 11/11/2013 19:23:51
El cierre de la televisión valenciana ha dejado una pregunta en el aire... ¿Hay manipulación en el periodismo?
http://yestheycan.blogspot.com/2013/11/periodismo-manipulacion-y-un-argentino.html
Publicado por: BlogVP- | 10/11/2013 19:26:37
Gran personaje del siglo xx, una personalidad arrolladora y perturbadora.
http://www.inverealestate.com
Publicado por: MANUEL | 08/11/2013 14:39:45
Gracias por estas notas sobre los "Cuadernos de Camus", alguien con quien aprendí, que los radicalismos-totalitarios, de izquierda o derecha) son las mismas cosas, pues operan de las mismas formas, aunque con argumentos diferentes. Gracias, pues leer sus comentarios los concidero un verdadero prtivilegio. Contrario a lo que pienso de Saetre, Mi admiración por Camus es infinita...
Publicado por: Tom[as Roa | 07/11/2013 23:46:20
Gracias por revivir la humanidade de Camus, el primer hombre que me enseño que lo absurdo es amar a la madre, surda, analfabeta e solidaria, madre, origen del amor.Y me ensenó mi esponsabilidad em la constante creación del mundo, aunque absurdo, puede ser feliz.
Publicado por: Jorge Solivellas Perelló | 07/11/2013 14:24:54
Gracias por esta nota de lujo José
Publicado por: miguel | 07/11/2013 13:59:28