El lugar del intelectual

Por: | 31 de enero de 2014

Una de las figuras de las que se ocupa Tony Judt en El peso de la responsabilidad (Taurus, traducción de Juan Ramón Azaola) es León Blum, otro es Raymond Aron y el tercero es Albert Camus. Hannah Arendt se refería en 1952 a este último como el intelectual francés. Seguramente ya nadie sabe muy bien, a estas alturas, lo que significa ese término, pero si se diera la razón a Arendt, y en Camus tomara cuerpo el concepto, la mejor manera de comprenderlo sería seguir la trayectoria del autor de El extranjero. Antes, de todas formas, es necesario tomar en consideración las inquietudes de Judt a la hora de afrontar durante los años noventa este (triple) ensayo. Está, por lo pronto, su interés por Francia, y por la proyección en la vida pública que tuvieron allí los intelectuales durante buena parte del siglo XX. Lo importante, de todas formas, son las tres diferentes formas de irresponsabilidad que denuncia y que se impusieron en Francia de manera sutil, pero incontestable, desde finales de la Primera Guerra Mundial hasta mediados de la década de los setenta. La primera irresponsabilidad fue política: nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando. Cuando Daladier regresó de Munich, donde se le entregaron a Hitler los Sudetes con el argumento de que semejante concesión aplacaría sus afanes expansionistas, los franceses lo recibieron como un héroe. ¿Es que nadie se daba cuenta de que se estaba alimentando al monstruo? El régimen de Vichy, aquella ignominia, se impuso con facilidad ante esa atmósfera de tanta ligereza. Judt se refiere luego a la irresponsabilidad moral: se aferraron al pacifismo apolítico que surgió tras la Gran Guerra, no defendieron la democracia, nada dijeron del giro autoritario del comunismo soviético y, en los sesenta y setenta, celebraron la revolución cultural de Mao y los terribles desmanes en Camboya de las fuerzas de Pol Pot. La tercera irresponsabilidad fue intelectual. Crecidos por el predicamento que tenían en la ciudadanía, quienes participaban pontificando en la vida pública ni se molestaron en preparar sus argumentos y simplemente tiraron de recetas. La solvencia era irrelevante: lo que importaba era la afiliación política o ideológica. ¿Y Camus? ¿Cuál era el lugar de Camus?

Albert camus cartier-bresson
“No hablo para nadie: bastante dificultad tengo en hablar para mí mismo. No sé, o sólo sé vagamente, hacia dónde me dirijo”, dijo Camus (la fotografía es de Henri Cartier-Bresson) en 1959. En 1956, durante la crisis de Argelia, había comentado: “No soy un hombre político, mis pasiones y mis gustos me llevan a otros lugares distintos de las tribunas públicas. Voy allí sólo por la presión de las circunstancias y por la idea que tengo a veces de mí mismo como escritor”. Tony Judt sostiene que Camus fue la voz moral de su época, pero que pecó de ingenuidad filosófica. El joven escritor, que había desembarcado en París procedente de Argel, se convirtió en poco tiempo en el referente de la generación de la Resistencia frente a los dilemas de la Cuarta República. Luego fue rechazado de los círculos de la intelligentsia con un cierto desdén y le tocó vivir como un intruso donde antes había reinado como una gran figura. En El hombre rebelde atacó los mitos revolucionarios. Fue entonces cuando le cayeron latigazos por todas partes. En aquel libro había idealizado la rebelión frente a la revolución y cayó también en cierto “anarquismo sentimental”, apunta Judt. Pero tenía razón a la hora de señalar que la violencia totalitaria era el gran dilema moral de aquella época y que la Unión Soviética y sus satélites no sólo eran admirados por los filósofos sino que estos eran quienes allí gobernaban. 

Tres instantes. Camus escribiendo los editoriales de Combat, y gobernando su balsa con autoridad sobre el impetuoso oleaje de aquellos tiempos. Camus señalado por Sartre como un apestado por cuestionar, con argumentos de maestro de escuela, los grandes pilares de la revolución. Camus, en fin, roto por la guerra de Argelia: todavía creía en las virtudes de asimilación de la Tercera República frente a los nacionalistas argelinos que eran intransigentes con Europa. Criticó los actos terroristas de del Frente de Liberación Nacional y le irritó la actitud despreocupada de sus colegas parisinos. “Mañana Argelia será una tierra de ruinas y cadáveres que ninguna fuerza, ninguna potencia mundial será capaz de restaurar en nuestro siglo”, escribió.

Camus, entonces, ¿el intelectual? ¿Cuál de ellos? ¿El que gobierna la balsa, el que se revuelve contra el terror (acaso con ingenuidad), el que cae en el silencio desgarrado por el vendaval de las circunstancias? “Creo en la defensa de la justicia, pero defenderé antes a mi madre”, dijo poco después de recibir el Premio Nobel en diciembre de 1957. Quizá ahí esté la pista, que solo tenga sentido tomar la palabra moviéndose en la cuerda floja que sobrevuela el abismo entre el calor de las grandes abstracciones y la tantas veces sórdida vida concreta.

Hay 6 Comentarios

No se bien José el lugar del intelectual, ni como decís vos "cuál de ellos", ni que significa exactamente; pero comparto con todas la fibras de mi persona la seguridad de Javier Marías: " ay si ni siquiera existiésemos, si nadie dijera nunca nada, si no incomodáramos e hiciéramos rabiar un poco a los políticos que nos acogotan y que además quieren aplausos."

http://cuandoelcorazondejedelatir.blogspot.com.es/2014/01/existe-realmente-una-responsabilidad.html

Si el intelectual habla con alguien que tenga dos dedos de razón...bien, si da con un bárbaro.... cuéntale películas. El problema es la ideología, que es la prisión del pensamiento libre

Entre tanta irresponsabilidad, no sé si es malo que a la gente le importe tres cojones lo que pensemos los intelectuales, suponiendo que se acuerden de nuestra existencia. El daño que hemos hecho no empezó con la trahison des clercs, viene de mucho más lejos. Sí, a la gente la intelligentsia se la pela, gracias a Dios.

El dólar estadounidense contra los mercados emergentes y los BRICS: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2014/01/el-dolar-estadounidense-contra-los.html

Un artículo muy interesante. Creo que nunca hay que menospreciar los totalitarismos y parece que son fáciles de olvidar. En esto los intelectuales, quieran o no, tienen una responsabilidad como líderes de opinión que son. En mi país, Suecia, el tercer partido en intención de voto es nazi.

Les dejo un videorelato dedicado a las víctimas de Auschwitz. Pinchen mi nombre si les apetece verlo.

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El rincón del distraído es un blog cultural que quiere contar lo que pasa un poco más allá o un poco antes de lo que es estrictamente noticiable. Quiere acercarse a lo que ocurre en la cultura con el espíritu y la pasión del viajero que descubre nuevos mundos y que, sorprendido e inquieto, intenta dar cuenta de ellos.

Sobre el autor

José Andrés Rojo

(La Paz, Bolivia, 1958) entró en El PAÍS en 1992 en Babelia. Entre 1997 y 2001 fue coordinador de sus páginas de libros y entre 2001 y 2006 ha sido jefe de la sección de Cultura del diario. Licenciado en Sociología, su último libro publicado es Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006), XVIII Premio Comillas. Correo: @elpais.es.

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