Quienes hayan escuchado a las Marvelettes cantando Please Mister Postman entenderán de qué se trata: una tromba de energía, una sacudida de electricidad que recorre la columna vertebral y levanta a un muerto. La canción llegó al número uno de las listas de Billboard en 1961. Su composición fue accidentada y los créditos de los discos en los que fue apareciendo le otorgan distintos padrinos. La primera versión, la de las Marvelettes para la Tamla Motown, la firmaron Georgia Dobbins, William Garnett y Brianbert (el nombre bajo el que figuraban los trabajos de Brian Holland y Robert Bateman). La solista fue Gladys Norton y en la batería estaba Marvin Gaye. Espere, señor cartero, ¿no llevará una carta para mí? Llevo esperándola un montón de tiempo y quiero saber si mi chico volverá por fin a casa. Las Marvelettes echaban de menos al novio que estaba fuera, se supone que en la guerra. Cuando los Beatles incorporaron la canción a su repertorio, John Lennon cantaba que esa lágrima que asoma en sus ojos es por su chica. Y ya daba igual saber qué diablos hacía en otra parte. Mire señor cartero en su bolsa, seguro que tiene que llevar algo de ella. Please Mister Postman fue una de las canciones que tocaron The Beatles a lo largo de 1962 en The Cavern, aquel club de Liverpool donde cosecharon sus primeros éxitos. Un año después la incluyeron en With The Beatles, su segundo disco de larga duración. Tener la misma gracia de las Marvelettes era francamente una osadía, pero aquellos jovencitos británicos consiguieron estar a la altura. Más adelante se convirtieron en uno de los grupos más importantes de la música popular del siglo XX.
En Antología (Ediciones B; Barcelona, 2000), el libro en que los Beatles explican a los Beatles, Ringo Starr cuenta que cuando se conocieron los cuatro compartían prácticamente los mismos gustos. “Todos teníamos a The Miracles, todos teníamos a Barret Strong y ese tipo de gente. Supongo que eso nos ayudó a unirnos como músicos y como grupo”, dice. Paul McCartney comenta: “Todos estábamos muy interesados en la música americana, mucho más que en la británica. Ringo entró en el grupo sabiendo más de blues. Como venía del Dingle, junto al río, había conocido a muchos marinos mercantes (ésa era una manera de que los chicos salieran de Liverpool y pudieran ir a sitios como Nueva Orleans y Nueva York) que compraban montones de discos de blues”. Harrrison, por su parte, se acordaba de que escuchaban “algunos discos de rhythm & blues americanos increíbles de los que la mayoría de americanos nunca ha oído hablar”. Brian Epstein, el tipo que empezó a moverlos por la industria y terminó lanzándolos al estrellato, se ocupaba de un negocio familiar, la North East Music Stores (NEMS). Harrison: “Antes de una actuación nos reuníamos en la tienda de discos, después de que hubieran cerrado y nos lanzábamos sobre las cubiertas para ver qué novedades había. Allí fue donde descubrimos artistas como Arthur Alexander y Ritchie Barrett (Some Other Guy era un gran canción) y discos como If You Gotta Make a Fool Of Somebody”, de James Ray”.
Please Mister Postman (pero también otros clásicos de la música negra que incluyeron en sus primeros discos). El blues que llegaba al Reino Unido en los equipajes de los marinos mercantes. Las últimas novedades que pillaban en NEMS y que les servían de carburante para seducir a sus primeros seguidores. Seguramente todo eso forma parte de la prehistoria de los Beatles. Pero está ahí y conviene acordarse de vez en cuando. Aquellos impecables caballeretes con sus flequillos medio desordenados y sus corbatas negras y sus inmensas sonrisas crecieron respirando con los latidos del rhythm & blues. Y, se vea por donde se vea, ésa es la mejor escuela.
Uno detrás de otro fueron llegando los primeros discos de la época amable del grupo. Las voces solistas (a ratos tenían resbalones negroides, como haciéndoles un guiño a sus maestros), los coros, la parca instrumentación de guitarras, bajo y batería, el guiño sentimental de algunas letras, el punto gamberro, ese simpático desparrame que terminó siendo la beatlemanía. Cuando hacia 1966, a la altura de Revolver pero con algunos célebres precedentes, empezaron a poner en marcha la fábrica de los prodigios, las composiciones de Lennon & McCartney ya cogieron velocidad para convertirse en clásicos indiscutibles, y seguramente inclasificables. Algunas de sus canciones asombran por su imponente sencillez y, en otras, hay que reconocer que marea su sofisticada ingeniería. Ahí están, y a ratos merece la pena entretenerse en rascar en su interior para escuchar (al fondo) los latidos de sus orígenes. El soul y el rhythm & blues, las raíces negras, Please Mister Postman.