Rayner sabe escarbar bajo el glamour de Las Vegas

Por: | 19 de enero de 2013

Vegas
El viento del diablo,
de RICHARD RAYNER

Esta novela retrata una corrupción quieta, velada y medular. La fuerza de una mujer es el motor de la intriga. Veamos por qué es atípica y por qué es grande.


Solo la imagen de la portada, una espalda sinuosa de una mujer armada sobre un fondo negro, es durante muchas, muchísimas páginas, el único indicio claro de que estamos ante una novela del género. “El viento del diablo” es una de esas obras en que uno va devorando capítulos uno tras otro sin resolver el primer misterio original: ¿Es esta de verdad una novela negra? Pero lo es, vaya si lo es. Atípica y grande.

Veamos por qué es atípica:

No hay detectives. El único rastro policial es el de esos agentes corruptos de Las Vegas que solo han afilado la intuición lo suficiente para distinguir si un sospechoso es o no amigo de quienes mandan, si es de los que no conviene molestar. “¿Trabaja para Paul Mantilini?  Supongo que entonces usted no sabe nada de este tipo. Que no le había visto nunca”, le pregunta un poli al protagonista, al que ha encontrado en el escenario del crimen, para ponérselo fácil. Atentos a la descripción que de él hace el autor: “Estaba apoyado contra la puerta, un tipo fuerte y macizo con cara de bebedor que sudaba profusamente dentro de su chaqueta de sport, que debía de tener varios años de más y una o dos tallas de menos. El cuello abierto de su camisa exhibía el vello rojizo y las pecas de la parte superior del pecho, y una pistola le abultaba la chaqueta. Todo en él decía “poli”: irlandés, Las Vegas, poli corrupto”. Cualquier aproximación de la policía en esta historia es, en resumen, para enturbiar las cosas.

TaPortada-viento-diablo_grandempoco hay muertos, y no porque no haya habido asesinatos. Durante muchas páginas no hay un cadáver, o al menos no a la vista. Ni pistas. Ni ADN. Ni un cabello en el escenario del crimen. Tardaremos en comprobar que la víctima principal está viva, muy viva, y que las demás se pulverizan en el desierto de Nevada al calor de las salvajes pruebas atómicas que Estados Unidos desarrolló sin control en los cincuenta.

Y veamos por qué es grande.

La fiereza, la sensualidad y la pasión de la mujer protagonista, capaz de seducir, de manipular, de desdoblarse en varias identidades para alimentar una intriga de capas infinitas y entrelazadas, movida por un motor secreto hasta el final, es el hilo que atrapa al lector y le arrastra igual que a su contraparte, un arquitecto frívolo y triunfador que se ha creído nacido para el éxito. Iluso. Él sucumbe ante ella y se convierte, sin querer, en el artífice de la investigación.

Richard Rayner (Bradford, Reino Unido, 1955) se ha valido de esa impresionante mujer, que lo sabe todo sin que lo parezca, y de ese hombre que se cree muy listo y en realidad no sabe nada, para ir metiendo al lector en una trama donde nada es lo que parece. La fuerza de Beth Dyer retrotrae a iconos norteamericanos como el de Marilyn Monroe o la Bonnie Parker de Faye Dunaway, mujeres bellas, tan fuertes que parecen diosas, pero heridas; tan deseadas que no se adivina que también son vulnerables hasta la fatalidad; capaces de morir de amor o de matar de amor, aquí no caben medias tintas.

Y, sobre todo, se ha valido de ella para pasear al lector por un mundo de corrupción quieta, velada, tan medular que nadie intentará desmontar, en la que los senadores son de paja y el poder político es una prolongación del económico. La construcción de Las Vegas en los años cuarenta y cincuenta al calor del dinero del juego y de la droga, con el racismo y esas pruebas atómicas sin control como telón de fondo, dotan a este libro de algo desde mi punto de vista imprescindible en la novela negra: la capacidad de retratar un mundo crudo y real, de escarbar bajo al glamour y la apariencia y de sacar a la luz las miserias escondidas que rara vez llegan a pisar un juzgado.

Y Richard Rayner, un británico afincado en Los Ángeles, lo ha conseguido.

Hay 5 Comentarios

me encanta esa ciudad, definitivamente la mejor del mundo

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La portada del libro es espléndida. Invita a comprarla.

A mi me gusta la novela negra europea, tanto mediterránea como escandinava, me parece que mankell o camilleri o markaris tienen más que ver con nosotros que todos los americanos hablando de los mustang de los 70 y cosas así que no tienen que ver con nuestra forma de vida ni nuestra cultura.

Pues habrá que leearla

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