La capital de mi crimen (10)

Por: | 08 de febrero de 2013

El escritor Toni Hill sigue con su crónica diaria de lo que ocurre en BCNegra en clave de ficción. Una forma diferente de acercarse a la actividad de la que estos días se convierte en la capital mundial de la novela negra. El momento cumbre se acerca justo después de que Maj Sjöwal reciba el Premio Pepe Carvalho. ¿Morirá Julia?

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Aunque en las series televisivas pueda parecer lo contrario, matar a alguien no es en absoluto fácil. Requiere sangre fría, precisión, y, como todo en la vida, un poco de suerte. Uno puede evaluar las variables, trazar un plan, pero siempre hay que dejar un margen para lo imprevisto, para ese azar que puede aliarse contigo o hundirte en el más absoluto de los fracasos.

Se ha realizado la entrega del premio Pepe Carvalho y, tal y como yo preveía, Julia ha asistido al acto. Sola, por cierto, aunque a juzgar por sus repetidas miradas al móvil está esperando que ese individuo con el que se relaciona dé señales de vida. Ha sido un acto emotivo, y la premiada, Maj Sjöwall, ha hecho gala de una extrema exquisitez. Imagino que le gustaría compartir el momento con su marido y coautor de sus obras, que murió hace ya muchos años.

A la salida, la multitud se dispersa y Julia, tras una última mirada al móvil, decide meterse en un bar cercano a la plaza, en la calle Ferran. La sigo, por supuesto, y me coloco relativamente cerca de ella en la barra. Pide un café solo y yo opto por un agua con gas, pero apenas la pruebo. Por fin, la llamada que esperaba se produce y oigo a medias su conversación. De ella, y de la cara de contrariedad de Julia, deduzco que él no puede acudir a la cita, tal y como habían previsto. Antes de guardar el teléfono en el bolso, ella menea la cabeza. Sí, Julia, me gustaría decirle. A estas alturas ya deberías saber que los hombres no conceden valor alguno a lo que se les entrega con tanta facilidad.

Salimos casi a la vez, y la sigo hacia la Rambla. Tengo la impresión de que se dirige a la Capella, el local donde se han realizado la mayor parte de las charlas, y no me equivoco. En el programa no me consta ningún acto más a estas horas, y aunque indudablemente hay luz en el interior, la puerta está cerrada. Ella la empuja varias veces, yo la observo a distancia. Un poco decepcionada, sigue por la misma calle y entra en el edificio anexo, buscando, supongo, un acceso lateral.

Y entonces sé que no voy a encontrar un mejor lugar para cumplir con mi cometido. La entrada da a un patio grande de paredes de piedra y Julia se interna en él hasta el fondo. Hace mucho frío y el espacio está absolutamente vacío. La llamo en la oscuridad, y cuando ella se vuelve hacia mí, sorprendida, le pongo una mano en la boca y la arrastro hacia la pared.

Estrangularla con mis propias manos me llena de un placer tan intenso que, cuando ella cae a mis pies, apenas puedo contener las lágrimas.

Hay 2 Comentarios

muy interesante el artículo... gracias :)


lo podrias poner todo del tirón ... jeje
un saludo

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