John Banville en Madrid en 2011 (CARLOS ROSILLO)
Partiendo de la reverencia debida a los grandes, y este autor lo es, el último de la saga es quizá el menos Black de Benjamin Black. Y no por ello está más cerca de John Banville, su verdadero nombre y firma de las novelas más clásicas del irlandés, las que le han valido el premio Booker, por ejemplo, pero sí tiene algunos trazos que se le acercan. Y otros que le alejan.
Venganza (Alfaguara Negra, 2013) no exuda la neblina y la humedad mortificadora que se palpa, se siente y se sufre en otras novelas del doctor Quirke, donde la grisura y el frío de Dublín parecen colarse entre los dedos impacientes mientras la lectura avanza. Transcurre en verano, cuando hasta los campos y el mar de Irlanda se han dejado contagiar por un sol y un aire despejado que no cuadra en el mundo de los charcos y las gabardinas al que nos tiene acostumbrados Black. Pero ese es un detalle menor. La rareza de esta atmósfera distinta se traslada también a una trama que arranca un tanto confusa entre las redes de dos familias complicadas y huérfana de un investigador al que el autor no desempolva ¡hasta la página 47! Demasiado tiempo sin Quirke. Y tal vez escasa, lenta, su entrada en acción.
Todo empieza a mejorar después, cuando el veterano doctor incapaz de pasar un día entero sin vaciar una copa o sin sembrar nuevas incertidumbres en su hija preocupada se deja caer en la escena. La novela crece entonces para ponerse a la altura que merece ese Quirke desastrado, que no necesita excusas para volver a enredarse en los amores que algún día le sentaron mal y en probar fortuna con otros que le sentarán aún peor. En medio, su hija y su novio, tan serios, contrapunto inverso de formalidad que funciona bien ante un padre y suegro sin remedio.
Hay buenos personajes en su recorrido por ese par de familias: los hijos de papá que tuvieron todo, excepto límites; la esposa callada y la esposa objeto; el hombre poderoso que anula a sus semejantes y el hombre anulado y envidioso que quiere su parte. Retratos eternos de modelos eternos. Y en ese territorio, Benjamin Black es el rey.
Finalmente, le pierde cierta arbitrariedad, la de un desenlace tan posible o imposible como otros que estaban a su alcance. Ese chasquido de dedos al azar no cuadra y es lo que sitúa a este libro –creo- en esa categoría de “menos Black”. Pero sigue siendo un Black. La lectura atrapa, su mundo enriquece, su pluma subyuga y su trama es una dosis más que suficiente para pasar un gran rato en el sofá. La reverencia, pues, sigue en su sitio.
Hay 1 Comentarios
¿Todas las novelas de detectives son novelas negras? ¿En qué parecen Hercules Poirot y Sam Spade?
Aquí os dejo un cuento negro, muy negro, con chicas malas, muy malas...
http://manuel-diasintensos.blogspot.com.es/2013/07/dos-chicas.html
Publicado por: Manuel Ariza Canales | 13/07/2013 12:45:31