Portada de Invierno Ártico (RBA)
Hay un estilo nórdico de hacer novela negra que se ha impuesto en el mercado casi con la misma rotundidad que lo ha hecho la caja plana de Ikea. Y puede que tengan alguna similitud porque todas esas creaciones nacen del contacto de sus creadores con un paisaje tan solitario como abrumador: según se profundiza en el Norte, allá donde se desarrollan estas sugerentes intrigas, la vida se hace más dura. La novela negra nórdica es minimalista y eficaz, triste, ecológica y socialmente comprometida: de alguna manera es coherente con países gobernados bajo la mejor versión conocida del Estado del Bienestar. Y, sin embargo, buena parte de sus protagonistas son hombres infelices, casi unos inadaptados, incapaces de una sonrisa o un gesto de satisfacción.
Es el caso de Erlendur Sveinsson, un policía cincuentón, experimentado, tenaz e intuitivo como todos los buenos investigadores. Podría parecer sueco, pero es islandés, podría parecer compatible con el imbatible Kurt Wallander y lo es.
Lean toda la serie de los Detectives de nuestra vida. Y aquí, los homenajes a Marlowe, Montalbano, Archer, Gunther, Rebus y Plinio.
Si el mundo está lleno de viudos y viudas que lloran la definitiva pérdida de memoria de Wallander, pueden encontrar acomodo en Sveinsson. Se entenderían. Podrían incluso hablar de sus problemas familiares: ambos están divorciados y ambos tienen algún problema de relación con sus descendientes. Claro está que el caso de Sveinsson es especialmente dramático: su divorcio fue desagradable y no le queda añoranza de su ex mujer, abandonó a sus hijos y ahora su hijo es un alcohólico y su hija es una yonqui casi irremediable, por quien, de vez en cuando, deja de preocuparse esperando que algún día le llegue la noticia fatal de su fallecimiento.
Sveinsson no disfruta de la vida, vive solo aunque últimamente parece que ha encontrado algún acomodo con una mujer, se alimenta mal y no tiene otro entretenimiento que husmear en casos de desaparecidos, un problema que no es menor en un país como Islandia donde un clima duro en medio de un paisaje despoblado dibuja el escenario perfecto para perderse sin remedio. Sveinsson vive atormentado por la desaparición de su hermano durante la adolescencia en medio de una tormenta invernal: su cadáver nunca apareció, pese a lo cual Sveinsson visita cada verano aquella zona.
Sveinsson resuelve crímenes aparentemente sencillos: un camionero que aparece muerto en su casa con una nota manuscrita incompleta (Las Marismas); la bajada de las aguas de un lago que dejan entrever un esqueleto atado a un viejo aparato de radio (El hombre del Lago); un chaval que es apuñalado cuando regresa a su casa del colegio (Invierno Ártico); un portero de un hotel acuchillado en su habitación situada en su sótano (La Voz), unos obreros que descubren un esqueleto durante la construcción de una urbanización en la capital (La mujer de verde).
Detrás de cada muerte hay una historia que Sveinsson y sus colaboradores van reconstruyendo lenta y minuciosamente, una historia que permite, en algunos casos, poner en cuestión problemas de violencia doméstica o el trato que se le da a ciertos colectivos de inmigrantes en Islandia y, naturalmente, la constante desaparición de gente sin dejar rastro que tanto obsesiona a Sveinsson. Incluso en el norte más civilizado, la gente encuentra razones para matar. La narración sigue a Sveinsson palmo a palmo durante cada investigación, sus interrogatorios, su intuición, su celo profesional.
Todo lo que es de buen policía y buen compañero de trabajo lo fue de mal padre. Y, naturalmente, como en Suecia, como en otros lugares del norte, es omnipresente un clima generalmente adverso y un paisaje abrumadoramente silencioso. Esa naturaleza próxima al Ártico es un testigo que hace más aterradora la soledad del policía. Su insatisfacción es una suerte para el lector: no hay entretenimientos en medio de la trama. El lenguaje es pulcro, limpio, sin adornos fuera de lugar; no hay aluvión de personajes. Es muy probable que el lector se encuentre atrapado por el enigma en pocas páginas.
Sveinsson es el producto del escritor, historiador y periodista islandés Arnaldur Indridason (Reikiavik, 1961), un apellido que ya no hay que memorizar para solicitar su última obra en la librería. Indridason ha publicado en España cinco de las diez novelas de Sveinsson, que van de la 3ª a la 7ª, todas ellas en la editorial RBA: Las Marismas (2000), La mujer de verde (2001), La Voz (2002), El hombre del Lago (2004) e Invierno Ártico (2005). Queda algo, pues, de material todavía pendiente pero, cuidado, querido lector, no se confíe, porque los parecidos entre Svensson y Wallander van más allá de sus desastres conyugales.
Hay 8 Comentarios
Estoy de acuerdo: Indridason es pariente cercano de Mankell (o lo que es lo mismo Sveinsson de Wallander). Muy por encima del resto de nórdicos, en general.
Publicado por: francisco | 04/09/2013 10:34:37
Mucho rollo.
¿Pra cuando Jules Maigret?
Publicado por: david bowman | 10/08/2013 19:06:49
No sé, a mi estos escandinavos me dejan un poco frío; siempre intentando meter a Sam Spade y Miss Marple en una película de Ingmar Bergman. Esa luz de quirófano a veces fagocita toda la poesía que puede haber en una historia violenta. Como esta...
http://manuel-diasintensos.blogspot.com.es/2013/07/dos-chicas.html
Publicado por: Manuel Ariza Canales | 09/08/2013 20:38:11
Lo único que dejan ver todos estos "artículos" y reseñas sobre el norte de Europa publicados en El País son los estereotipos que tienen sus autores. Algunos pueden coincidir con la realidad pero otros, la mayoría, no son más que reflejo de su ignorancia.
Publicado por: Paco Rabane | 08/08/2013 16:31:34
He visto la serie en TV de Wallander y, la verdad, qué ambiente más deprimente, qué estreñimiento emocional tienen estos suecos, son fríos como besugos. Me gusta mucho más Montalbano, en su luminosa Sicilia.
Publicado por: gramaticus | 08/08/2013 10:56:32
los parecidos entre Erlendur y Wallander son pocos en realidad. Los que señalas en este artículo son casi tan generales que casi cualquier "nórdico" podría compartirlos. Wallander al lado de Erlendur es un mediterráneo. Islandia y Suecia solo se parecen en que tienen hielo, nada más. Un artículo muy basto, sin ninguna sutileza, sin autoexigencia, mediocre y desde luego sin trabajo; de agosto vamos...
Publicado por: Sonia | 08/08/2013 10:36:29
No le llames Sveinsson, nadie le reconocería por el patronímico. Es Erlendur y ya está: en Islandia no hay apellidos y el presidente del país se llama Ólafur.
Publicado por: Enrique Bernárdez | 08/08/2013 10:22:56
Me encantan las novelas de Erlendur, aunque la última para mi gusto es la peor. El verano pasado estuve en Islandia y me quedé muy enganchado a su magia, desde entonces he leído mucho libro islandés y os aseguro que es muy difícil entender la idiosincrasia de este pueblo tan distinto al nuestro si no se ha estado allí, un lugar tan inhóspito como mágico que te atrapa para siempre....como a Erlendur
Publicado por: Cocinar con-Ciencia | 08/08/2013 7:43:06