Roy Grace es un santón. Un superintendiente de Brighton, sur de Inglaterra, que adora su trabajo por encima de cualquier otra cosa y que adora hacerlo bien, en los límites de la ley, para que esta se cumpla sin romper sagradas prerrogativas morales. Es, también, un hombre atormentado por la desaparición de Sandy, su pareja, hace 10 años. Y un buen amante, y un buen compañero, y un gran amigo para su colega Glenn Branson.
En una época de personajes oscuros y en un blog coordinado por quien esto escribe, un amante impenitente de los Charlie Parker, Bernie Gunther, John Rebus, Lew Archer… etc,, para quienes la ley está por detrás siempre de la justicia o al menos del castigo de la injusticia, el personaje creado por Peter James (Brighton, 1954) es todo un hallazgo. No es el único del panorama, pero es de los que mejor funciona, o al menos así me lo parece después de haber leído Esquivar la muerte (Roca, traducción de Jorge Rizzo), octava entrega de la serie (hay una novena todavía no publicada en España). También quiero hablar de Traficantes de muerte (Roca, como todas las anteriores), que plantea un dilema moral muy interesante y que es en la que mejor lleva el thriller hasta sus últimas consecuencias.
Con estas dos reseñas seguimos con la serie de lecturas para la BCNegra que empieza en unos días y que ya hemos glosado con Philip Kerr y Un hombre sin aliento y Carlos Zanón y Yo fui Johnny Thunders. Y, en breve, Ben Pastor.