“Cuando hay muertos es mejor no hablar mucho” asegura Loretta María Semposki, monja polaca con una memoria prodigiosa, narradora incansable y una de las protagonistas de Puente de Vauxhall (Destino), novela de Javier Sebastián sobre las lealtades, los engaños y las conspiraciones en torno a la muerte de Diana de Gales en aquel puente de Alma, a orillas del Sena, el 31 de agosto de 1997.
Pero de esta muerte sí se hablado, y mucho. “Quizás nada queda cerrado para siempre. Y eso es muy saludable”, me confiesa Sebastián, quien con un tono delicado ha tejido una narración intrigante y ha dado una vuelta al género de espías. Puente de Vauxhall es también un juego, una reflexión sobre los peligros de la memoria y lo maleable que son las lealtades. “Se puede llegar a la verdad por el camino de la ficción. La literatura propone otro relato de los hechos, siempre ha sido así, y por eso ha resultado siempre incómoda”, recuerda el autor.
La hermana Loretta tiene un problema: recuerda todo y lo recuerda demasiado bien. Por eso ha participado en un programa experimental sobre grandes memorias. Todo lo que ha contado lo ha ido recogiendo una joven en cuadernos que han sido celosamente guardados, no tanto por el valor de los recuerdos banales de la vida de una monja sino porque esconden, en sus páginas, un terrible secreto: Loretta era amiga de la princesa Diana y sabe más sobre su muerte de lo que le gustaría recordar. La desaparición de algunos cuadernos desata una carrera por averiguar la verdad, unos para contarla, otros para enterrarla. La clave: el cerebro y los recuerdos de Loretta. La llave: la mediación de la joven que copia palabra por palabra lo que relata la hermana.
“Puente de Vauxhall responde, en cuanto al género, a un requerimiento funcional, que es el de representar novelescamente a un símbolo de la cultura pop de finales del siglo XX, como es la princesa Diana. Para eso necesitaba un formato adecuado y pensé que tal vez la novela de espías podía servirme para escribir acerca del dolor de vivir, la falta de gobierno sobre los propios actos y el final trágico, que son las claves de una princesa Diana ficcionada sobre la que giran los personajes de la novela”, cuenta el autor cuando le pregunto por la apuesta por el género de espías con ese tono tan particular. Sebastián, que no es un escritor de género pero sí se declara influido por John Le Carré o Graham Greene, cree que los personajes de su novela “se mueven entre el ocultamiento, la deslealtad, la sorpresa, la fatalidad, la desconfianza y, por supuesto, la muerte inexplicada. Si eso acaba convirtiéndose en una novela de espías, perfecto”.
En la novela se especula sobre la muerte de Diana. Lo hacen los personajes, claro, pero ahí entran en juego los mecanismos de la ficción. Y de la realidad que todo lo invade en casos como este. “Las investigaciones de la Operación Paget, que dirigió un alto mando de Scotland Yard, lord Steven, concluyeron que la princesa Diana murió en un accidente, eso es cierto y hay que decirlo. Pero los individuos tenemos la costumbre de especular acerca de todo aquello que permite hacerlo, es la condición humana, y, según los periodistas, hay detalles que no han quedado resueltos”, asegura el autor antes de recordar cómo Sotland Yard recuperó el año pasado la investigación para sacar a la luz nuevos datos de los que luego poco más se supo.
Como bien señala él mismo, el autor no es el primero en llevar el tema a una novela. Julián Ríos, en Puente de Alma (de quien Borja Hermoso escribió en EL PAÍS), y también la escritora británica Mónica Alí, en Una vida posible ya lo han hecho.
Puente de Vauxhall lanza muchas preguntas sobre zonas oscuras de la muerte de Diana, pero no esperen una solución definitiva. Por la trama pasan oscuros personajes que trabajan para las cloacas del Estado, unos contra otros y todos contra de la verdad. Militares, espías y gente con un único trabajo: servir los oscuros intereses del poder, gente a la que no le importa el futuro de una joven que recuerda demasiado sobre lo que le ha contado otra mujer, más mayor, que nunca debió ser amiga de Diana.
Lo complicado, y lo interesante, es saber quién engaña a quién. “¿De qué va a hablar la ficción, si no es de la realidad, para sugerir otra realidad o, al menos, incertidumbres?” se pregunta Sebastián sobre el tema antes de lanzar un aviso a navegantes y a incautos que crean que estas cosas quedan para la ficción: “Estamos viviendo en directo novelas de espías que son pura realidad, como los casos de Snowden o Assange, los más populares, pero hay muchos más. Desde hace tiempo, el enemigo ha dejado de ser el que viene de lejos con perversas intenciones, sino nuestras propias oligarquías de poder”.
Hay 3 Comentarios
Banal se escribe con B
Publicado por: Achús | 20/03/2014 16:28:02
Yo creo que el tema no da más de sí.
http://areaestudiantis.com
Publicado por: AreaEstudiantis | 20/03/2014 9:00:14
A ver qué os parece la voz de espía de esta chiquilla.
http://www.youtube.com/watch?v=G-JZJvcT2Q0
Publicado por: Vibrimar | 20/03/2014 8:26:05