¿Quién es James Sallis? Pregunta difícil de responder. Es un escritor, nacido en Arkansas, EE UU, en 1944; es un creador de dramas negros; es un explorador del alma humana, de los rincones del alcoholismo y el desprecio; es un amante de la literatura, un enfermo de los libros, un adorador confeso de los maestros Chester Himes, Jim Thompson o James Goodis; un borracho, quizás, si creemos que su obra tiene rasgos autobiográficos; el padre de Driver, del detective Lew Griffin, mi querido negro perdido y letraherido de Nueva Orleans. Sallis es todo eso y más. Es el hombre que me ha acompañado, la sombra que me ha seguido, que me ha obsesionado, durante la última semana en la que me he devorado algunos libros que me faltaban y he repasado todos los que ya me había leído. Es el escritor que conecta con mi alma, que la oscurece, que la deja malherida.
Aprovecho la publicación de La agonía del asesino (RBA, traducción de Ramón de España) para hablar de uno de mis autores preferidos, de un escritor distinto. Vale, puristas, amantes del canon, no es Joyce, ni Proust, pero tiene un hueco en mi corazón. Como decía la gran Rosa Mora: "Un consejo: conozcan a Lew Griffin".