Pasar miedo, miedo de verdad, en Tremore Beach

Por: | 04 de junio de 2014

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Mikel Santiago en una playa en Irlanda. Podría ser Tremore Beach | FOTO: ENRIQUE ROMERO


Esta es una historia de miedos superados, o no. Del miedo del creador, del escritor, del músico; del miedo del que está solo, del que ha perdido sus anclajes en la vida; del miedo a la soledad y a los sitios vacíos, a las playas largas y a las noches sin nadie con quien compartir la cama. Peter Harper, y no Juan Gómez o Alejandro Martín y ya verán por qué, es un músico bloqueado, en plena crisis creativa y divorciado que huye Clenhburran, un pueblecito perdido en Irlanda. Allí se instala en una casa en la playa de Tremore Beach, en un lugar tan solitario, tranquilo e idílico como inquietante.  La perturbada o quizás demasiado lúcida mente del protagonista, un pueblo aparentemente normal y algunos personajes turbios y sorprendentes forman los ingredientes básicos con los que Mikel Santiago (Vizcaya, 1975) construye La última noche en Tremore Beach (Ediciones B), su intenso debut en la novela (ya ha publicado otros relatos).

Influido por Stephen King, John Connolly o Patricia Highsmith, de quien subraya su capacidad para acercarse a la violencia como algo propio de la vida, Santiago nos atiende desde Bilbao, ciudad en la que ha recalado temporalmente (vive en Holanda) para hablar de su proceso creativo, de su vida, de los líos que se ha montado al escribir este thriller tan bien cerrado y del miedo y la violencia.

Lean el primer capítulo de la novela.

Última noche en Tremore Beach tiene un ritmo vertiginoso, digno del mejor thriller, algún muy buen personaje y cierta afición por pasearse por el precipicio narrativo, como si estuviese andando por los acantilados que inspiraron a Santiago en sus viajes a la costa norte de Irlanda en los tres años que vivió allí. He aquí un escritor que comparte preocupaciones con Connolly (relación con lo paranormal, violencia legitimada si es para proteger a los tuyos, protagonista con una percepción muy fuerte) sin saberlo. Pero le gusta, claro. Y le da miedo. “No lo conozco excesivamente. Leí el primer libro, Todo lo que muere, y me encantan algunas de sus escenas. La comparación da miedo porque luego vienen los fans y me crujen. Es un poco más de casualidad. Es un escritor porque no espanta a los lectores. Usa ese aspecto no real, pero retiene el surrealismo dentro de unos márgenes, de un cuadrilátero”.

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Los acantilados de Irlanda vistos por el propio Santiago


Sí reconoce su afición por Stephen King - “es uno de los que más he leído y creo que se nota bastante”- y por la mejor Patricia Highsmith de quien toma el gusto por los personajes cargados de culpabilidad, los crímenes ocultos y su relación con la violencia:  “Me encanta cómo hace la aproximación Highsmith a la violencia. Ripley y su primer asesinato, la torpeza con el remo. Eso es violencia, pero una violencia con sentido”, asegura cuando le ataco por ese lado.

Es recurrente entre aficionados y escritores del género la crítica a ciertos autores porque se exceden con la violencia. El gran Benjamin Black, uno de los más beligerantes, me lo comentaba hace unos meses en Madrid. Santiago se defiende de nuevo: “Mi novela es bastante soft. La violencia es parte de todas las historias, es parte de contar historias. Hay un elemento de catarsis. Tú en tu vida diaria no pegas a nadie y te gusta que en la ficción pase porque es algo que está reprimido en nuestra sociedad. Si alguien está despreciando a otra persona en el metro te gustaría que fuese ficción para meterle un mamporro”, remata algo acelerado antes de añadir: “En Tremore Beach hay una violencia que tiene sentido: la de Harper defendiendo a los suyos. Es el tipo de violencia que haría si alguien entra en mi casa a agredir a los míos. Cogería lo que fuese, un hacha, una pistola…”.  

Ahora, las preguntas que todo el mundo se hace al leer la obra de este aficionado a Tiburón, a los relatos de terror y a los retratos de pequeñas comunidades (tan bien conseguidas en esta obra).

¿Por qué una casa como elemento de terror?

El tema de la casa en la playa me persigue. De pequeño viví en una casa rural muy apartada. Yo mismo soy un poco acojonado. Esta casa en Tremore Beach me ha producido historias, pesadillas, sensaciones que pertenecen a mi vida. Nunca me ha pasado nada de esto pero viví muchos años en el norte y allí es un tema muy constante y oyes historias terribles.

¿Por qué elige Irlanda y Holanda? ¿Por qué un enfoque tan internacional?

Viví tres años allí. Estoy muy influenciado por las pelis y los libros anglosajones y todavía cuando escribo me veo más escribiendo sobre esos personajes de mis libros y mis películas preferidas. Los lugares idílicos nunca están al lado de casa, hay que buscarlos. Ahora vivo en Amsterdam. Para creerme la historia se me hace más fácil dotarle de cosas que conozco.

Peter Harper es un protagonista inquietante, desesperante a veces, pero con el que no cuesta nada empatizar. Lo sigues a lo largo de las páginas y pasas miedo con él. Es complicado hablar sin desvelar demasiado del argumento, pero diremos que en cierto modo tiene cosas del escritor, que no ha huido de esa influencia, o no ha podido. “Tendría que ser muy buen escritor para no haber puesto nada mío en Harper. Tiene cosas mías y otras que me gustaría tener, como por ejemplo su talento. El bloqueo creativo también es mío. El libro empieza con una cena y los personajes estuvieron cenando dos años, bloqueados”, afirma antes de contarme el lío en el que intentó meterse antes de dar con la estructura de La última noche en Tremore Beach. “Podría haber sido un bodrio, pero creo que al final funciona”, remata aliviado.

Hay otro elemento peligroso, con el que pocos autores juegan con acierto: el uso de lo paranormal, de personajes con ciertas capacidades premonitorias o sensoriales que van más allá de lo normal, empezando por mi adorado Charlie Parker. Santiago sale vivo de ese reto:

“Tienes toda la razón”, me dice cuando le subrayo el envite suicida. “Es muy atrevido. Había algo de amor propio, de terminar la historia con unas reglas. He tenido mucho miedo a cagarla. En la primera versión no había visiones o premoniciones, había un pequeño desajuste espacio temporal en la que Peter Harper iba y venía y eso casi me rompe la cabeza. Empezó siendo una especie de puzle en el que yo traté ser más listo de lo que soy. Terminé por dejarme caer con una historia fuerte pero contada de una manera distinta, bajando un escalón, centrando el poder en el protagonista. Estuve cerca de abandonar”, remata con una sinceridad apabullante.

¿Y qué hay de las trampas de todo thriller? Pues más sinceridad: “He intentado engañar al lector todo lo que he podido. He intentado confundir a la gente. Me he pasado con el personaje de Judie (me ahorro la explicación para no arruinar la novela). Creo que me he quedado corto tramposeando”.

Santiago vio el desenlace nada más empezar pero eso no lo hizo más sencillo. “Empecé teniéndo el final muy claro. Sabía que iban a tener un final con malos, me gusta mucho escribir escenas de acción, carreras, tiros, al estilo de Elmore Leonard. Me gusta repartir madera". Luego, los problemas y cuatro reescrituras de la novela. Como decía al principio, una historia sobre temores. Eso sí, se me olvidó el principal: el que van a pasar ustedes. Lean y disfruten. 

Hay 6 Comentarios

Pinta bastante bien, lo buscaré. Este verano leí El dios de la ira, también con mucho aire a Stephen King, y me encantó. Me gustan las novelas descriptivas e intensas. Me alegro de que vayan saliendo autores con mucho que contar.

Es una muy buena opción de lectura. Es de mi gusto.

Tiene muy buena pinta, me apunto a leermela!!
https://sorprendeatupareja.es/store/es/

Habrá que leel-la

Nosotras de Mikel Santiago hemos leído el relato "El perro negro", una historia de terror muy clásica y muy recomendable:
http://alricolibro.blogspot.com.es/2013/01/el-perro-negro.html

Yo también viví tres años en Irlanda, en el condado de Clare.
Me gustará leer esta novela.

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