“Existen treinta y dos maneras de contar una historia y las he usado todas, pero sólo existe una trama: las cosas no son lo que parecen”. Esta frase de Jim Thompson resume a la perfección su radical acercamiento a la novela pero se puede aplicar también a su biografía, una vida llena de sombras que él mismo se encargaba de alimentar. La publicación en España de Arte Salvaje (Es Pop, traducción de Óscar Palmer) la monumental biografía de Robert Polito, es la excusa perfecta para recuperar una figura única en la literatura del siglo XX.
Estamos en la Semana Negra de Gijón, un momento ideal para recabar opiniones sobre el autor de El asesino dentro de mí y recordarlo con una copa en la mano. A su más puro estilo.
Poco antes de morir en abril de 1977, Jim Thompson dio instrucciones a su mujer Alberta para que guardase todos sus escritos y soltó la bravata: “Espera y verás, me haré famoso unos diez años después de haberme muerto”. A pesar de lo acertado del pronóstico, es imposible saber si lo creía o era pura fanfarronería de un escritor que por entonces no era nadie. Su última novela importante, 1.280 almas, había aparecido trece años antes; su última participación destacable en el mundo del cine, el guión de Senderos de gloria, ahí es nada, data de 1957 y ninguna de sus novelas se publicaba en Estados Unidos. Un triste final para un hombre con una vida marcada por el alcoholismo y la sombra de su padre, (sheriff corrupto, aventurero, estafador, magnate del petróleo) un escritor diferente, radical, cuya vida está llena de mitos que Polito ha intentado desentrañar. “¿Te lo has leído? ¿Y es verdad que …” es la pregunta que se repite cada vez que alguien ve el libro y a la que sigue automáticamente “¿Pero hace falta una biografía? ¿No lo ha contado él todo?”. Pues no. No crean ni la mitad de lo que lean publicado por él en revistas masculinas en la década de los 50 y casi nada de la autobiográfica Aquí y ahora.
“Es el mejor. Es de verdad duro. Y hay que ser muy bueno o estar muy loco para decir eso a tu mujer antes de morir. Tuvo que ser muy interesante verlo trabajar con Kubrick, dios mío”, comenta entre risas el escritor norirlandés Adrian McKinty, chancletas, pantalones cortos y cerveza Mahou en mano, poco después de aterrizar desde Australia.
“La biografía es buenísima, digna del personaje”, asegura el escritor Víctor del Árbol, copa en mano, en la terraza del hotel Don Manuel cuando por alguna extraña razón la conversación salta de True detective a extraña figura del autor de La huida. “Somos unos aburguesados comparados con él. Unos mierdas”, ataca Alexis Ravelo dos noches antes de que saber que es el ganador del Hammett de este año. “Mucho Jim Thompson mucho Jim Thompson y luego escribimos chorraditas”, añade.
¿Qué es lo que le hace tan grande? El librero Paco Camarasa busca respuestas: “Pues no lo sé. Esa es la grandeza de los genios. Un hombre que escribe novelas para camioneros y literatura popular y esas cosas de repente te disecciona la maldad cotidiana humana como las tragedias griegas o Shakespeare”. “Quizás no quiso hacer eso”, continúa “pero lo que nos ha llegado a nosotros es terrible. Sólo un tipo que maneje la magia de la escritura puede pasar distintas épocas y distintas situaciones. Se lee en todo el mundo y en todas las épocas y sigue siendo grande y absolutamente nuevo” sentencia fascinado mientras mira a su camiseta negra con las palabras Jim Thompson impresas. “La desesperanza bien narrada, bien descrita. Es el mejor”, añade.
Es curioso que aparezca Shakespeare cuando se habla de Jim Thompson. Ravelo también lo ve así: “Lo mejor es cuando se le va la olla y descarga su ideología en esos monólogos. Ahí es muy Shakespeare. Tu lees el monólogo de Nick Corey en 1.280 almas cuando va a matar al negro y piensas, joder, qué grande”.
¿Por qué no triunfa en España? “Precisamente por eso” critica Camarasa, “porque este es un país de mediocridades, con todos los respetos, pero un país que tiene a Camila Lackberg meses entre los más vendidos no puede entender a Jim Thompson. Es demasiado bueno. Thompson te exige, te golpea, te agarra, te putea y te engancha para siempre”, sentencia Camarasa, entusiasmado prescriptor.
El entusiasmo se comparte y por eso compro ejemplares de la biografía para regalar. Pregunto por él en una librería y el encargado suelta: “¿Eres fan? ¿Eres de la secta?” cuestiones alucinantes que abren una conversación de 10 minutos a la que suma otro joven que trabaja allí y que termina con el rescate de la memoria de los libros del autor que ha recuperado la serie negra de RBA. En la calle, incluso en la feria donde está la Semana Negra instalada, nadie habla de Jim, casi nadie le conoce. Pero por la noche, la secta sale a las calles y brinda por él. Larga vida.
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