Agresivo e impredecible. Cínico, solitario, egoísta y machista. Un perdedor, también. El detective Sam Spade es estas y otras muchas cosas, buenas y malas, y por eso me gusta, por eso vuelvo a él, a sus frases y circunloquios, a sus cigarros, a sus bofetadas. Buenistas y amantes de la corrección política, aléjense de este personaje creado por Dashiell Hammett, reducido a una novela magistral, El halcón maltés, y tres relatos cortos (todos los casos reunidos se encuentran en la edición de RBA, traducción de Luis Murillo), grandioso cuando las cosas se ponen mal y saca lo mejor de sí para, como no podía ser de otra manera, volver a perder.
Con este homenaje a Sam Spade seguimos con la serie Los detectives de nuestra vida, que este mes de agosto nos ha permitido recordar al agente de la Continental, ir a las raíces del Tartan noir con Laidlaw, recordar a ese clasicazo español llamado Méndez y descubrir una extraña distopía nazi. Y para el que quiera más, todos los post del verano anterior.