Las flores no sangran, los fracasados sí

Por: | 29 de enero de 2015

Flores
Detalle de la portada.


La novela negra tiene el inmenso poder y la desoladora capacidad de describir o servir para describir los grandes males de nuestro tiempo. El mundo del crimen encierra todos los códigos de la vida y no hay que irse muy lejos para retratar la inmundicia que nos rodea, la vida de los derrotados y la de los que siempre, o casi siempre, ganan. Alexis Ravelo tiene la capacidad de hacer eso con sus novelas de golfos y perdedores centradas en su Gran Canaria natal. El autor de la serie de ese curioso Eladio Monroy, de La estrategia del pekinés (Alrevés, Premio Hammett de novela negra) y La última tumba (Edaf, premio Ciudad de Getafe) vuelve con Las flores no sangran (Alrevés) un retrato en negro de un grupo de fracasados con un plan estúpido, criminales de tres al cuarto a los que todo les viene grande.

Ravelo ha conseguido condensar lo mejor de su mundo y dar un salto con una novela que es una geografía literaria del poder, la pobreza, la avaricia y los bajos instintos. Con este post seguimos con la serie de lecturas previas para que disfruten más de BCNegra 2015, que ya está aquí. Anteriormente hemos hablado del Philip Kerr y su Mercado de invierno, de Sue Grafton y su W de Whisky y de Antonio Manzini y su Pista negra. Lean y disfruten.

Es muy complicado encontrar un plan más absurdo que el de secuestrar a la hija de un poderoso empresario en una isla. Si se fracasa, la isla es una ratonera. Si se triunfa, también. Pero al grupo de perdedores hartos de serlo que pueblan Las flores no sangran no parece importarles. Lola, el Salvaje, el Marqués y Felo el Flipao tienen un plan que les retirará del menudeo golfocriminal del que viven como pueden. Ayudados por el Zurdo, un colega que trabaja para Isidro Padrón, el Yunque, deciden secuestrar a Diana, hija de este millonario corrupto y corruptor e implacable trepa social.

A partir de aquí, como pueden imaginar, nada sale bien y decirlo no es arruinarles la novela. Se ve desde el principio, se intuye en cada página, se puede leer en algunas frases devastadoras puestas así, como si nada, al final de algunos de los primeros capítulos. La narración respira rabia, humanismo y mala uva y también tiene momentos que arrancan una sonrisa al lector. Ravelo maneja con maestría el lenguaje de la calle, que puebla unos diálogos que recuerdan a esos clásicos del hard boiled que tanto admira, a M.A. West (ya saben) o al gran George V. Higgins y no se entretiene en descripciones, salvo cuando tiene que detallar uno de esos barrios donde se desarrolla la acción y donde la miseria moral y material adquieren su verdadero significado.

Pero olvídense de maniqueísmos. Aquí no hay buenos y malos. Bueno, sí hay un malo. Al señor Padrón no lo salva nadie, por mucho que hayan secuestrado a su hija. Compra políticos, lava el dinero de la mafia rusa, explota, especula y abusa, es basura y así sale retratado. Los protagonistas no son unos santos, ni mucho menos (secuestran, engañan, matan) pero cada uno tiene sus amores, sus debilidades, sus deseos y sueños, trastocados para siempre. Y la víctima, pobre pija Diana, no se salva de una severa radiografía moral.

El relato, rico en voces, alterna con eficacia la narración de los hechos con los interrogatorios policiales a uno de los implicados dos semanas después de que todo se desencadene. El arranque, parte de esa mirada retrospectiva a los hechos desde una comisaría, promete:

“Ahora que las cosas se van aclarando, ahora que todos los muertos tienen nombre y él comienza a entender cómo y por qué y, sobre todo, quién mató a quién, Serrano se pregunta algo que nadie le ha pedido que averigüe y que no acabará constando en los expedientes. Es una pregunta personal. No la hace como policía, sino como ser humano, como hombre de casi cincuenta años que desea entender de dónde sale toda esa violencia, cómo es posible que la gente llegue a hacerse las cosas que se hace. Por eso quiere averiguar cuándo comenzó realmente todo esto, porque no acaba de creerse que toda esta matanza haya empezado, en realidad, con el secuestro. Por cierto, un secuestro exprés en Gran Canaria: el plan criminal más estúpido del mundo”.


No me digan que no dan ganas de seguir. Lean y disfruten.

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