NOTA DEL COORDINADOR: El gran Alexis Ravelo se despide de una gran BCNegra. Ha sido un lujo contar con él y disfrutar de nuestro mundo con amigos y fans. Ya saben que pueden leer todas las entregas aquí y la información sobre la fiesta de lo criminal en la sección de Cultura de EL PAÍS. Lean y disfruten.
POR ALEXIS RAVELO
Es sábado por la tarde, jefe. Ya ha bajado el telón y la tropa negrocriminal vuelve a disolverse. Algunos están ya a bordo de trenes, aviones o autos, camino de sus casas. Otros, los menos, salpican la geografía laberíntica de Barceloneta compartiendo sobremesa tras los últimos arroces, los últimos pescados, con amigos a quienes acaso vuelvan a ver en Valencia, Collbató, Arona, Santa Cruz, Cuenca, Gijón o Getafe, donde compartirán las mismas comidas y similares sueños.
Yo he optado por retirarme a casa de Gregori Dolz —editor de Alrevés Editorial— y Ángels Salvatella, quienes me han acogido estos días con una amabilidad y un calor de esos que ya no se estilan y dejar caer la tarde reflexionando sobre todo lo que he vivido en estos días. Lo que viví esta misma mañana en la que la gente se arremolinaba en Negra y Criminal para cazar la firma de Lorenzo Silva, Rosa Ribas, Andreu Martín, Jaume Ribera, Víctor del Árbol, Félix G. Modroño, Eugenio Fuentes, Juan Sasturáin, William C. Gordon, Jordi Sierra i Fabra, Susana Hernández, Juan Ramón Biedma, Tatiana Goransky y tantos, tantos otros.
Jefe, usted debería intentar entender lo que es este milagro anual que mezcla en torno a los actos o, simplemente, alrededor de un vino y unos mejillones a autores, editores, críticos y lectores. Ah, los lectores: esos seres en cuya existencia creen los autores como se cree en la existencia del Espíritu Santo, pero que no tienen rostro hasta el momento en que se les plantan delante y les cuentan que vienen desde muy lejos para saludarlos. Entonces, según me cuentan varios escritores que he conocido en estos días, es cuando todo tiene sentido; cuando las horas de trabajo, de redacción y, sobre todo, corrección, están justificadas; cuando aquello que han escrito se convierte realmente en verdadera literatura.
Afuera, en el patio, la tarde ya se va volviendo de un color gris tirando a negro, y acaso sea el momento de encender la lámpara, arrellanarnos en nuestro sillón favorito con los cigarrillos al alcance de la mano —mejor si es de terciopelo verde, aunque en ese caso conviene no situarlo de espaldas a la puerta— y leer cualquiera de los muchos libros con los que uno se ha hecho en estos días de amena reflexión y de conocimiento de otras realidades y literaturas.
Quiero que sepa, jefe, que aunque no me avergüenzo de haberle servido, tampoco lo hago de haberme pasado al enemigo. De hecho, mañana, cuando tome un avión para regresar a mi isla, lo haré contando los días que me quedan hasta que pueda volver el próximo año.
¿Qué le puedo decir sin mentirle? Ya solo dos cosas:
¡Larga vida a la novela negrocriminal! ¡Viva la BCNegra!
En Barcelona, Año 15 de BCNegra, día 8.
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