Decía hace poco el maestro Julio Llamazares en El ojo crítico de RNE que escribir no es hacer literatura y que la mayoría de lo que se publicaba hoy en día no era literatura. Alexis Ravelo aseguraba hace unos días en este mismo blog que a veces se nos olvida que el trabajo de un novelista no es hacerse famoso, o vender miles de ejemplares o que su obra se lea de manera ágil.
Dios me libre de estar en contra de dos sabios, grandes escritores y excelsos lectores. Sin embargo, aquí siempre he defendido también el aspecto más lúdico de la ficción criminal, su espectacularidad, su capacidad para acompañar al lector y hacerle disfrutar en momentos en los que la vida, sencillamente, no da para más.
El estadounidense Matthew Quirk es uno de estos autores. Durante 10 días infernales de trabajo y complicaciones de toda índole me he empapado de sus dos primeros libros Los 500 y Seis días (en España lo publica Roca Editorial, traducción de Santiago del Rey) y he estado cómodo en ese mundo de conspiraciones, ladrones, profesionales del crimen y basura millonaria y política carente de escrúpulos. Pasen y vean.