Decía Lee Child que un libro es difícil de leer cuando un autor no ha hecho bien su trabajo. Eso no implica, claro, que todo libro fácil de leer esté bien escrito, pero la apuesta del padre de Jack Reacher era evidente: señoras y señores, no se asusten si se lo pasan bien leyendo. Como mister Child, Mikel Santiago (Portugalete, 1975) pertenece a ese grupo de escritores mal vistos por algunos porque se dedican al espectáculo bien entendido. En La última noche en Tremore Beach (Ediciones B) Santiago debutaba en la novela con un relato impactante, mezcla de terror y suspense psicológico, un arriesgado ejercicio que funcionaba perfectamente.
Ahora llega con El mal camino (Ediciones B), tan inquietante como la primera y con tres ingredientes básicos que siguen haciendo su trabajo: el lector camina siempre con la inseguridad de no saber a qué atenerse, de no saber realmente qué o a quién creer; hay un gusto por el retrato de comunidades pequeñas llenas de gente turbia y unas influencias claras. Porque a Santiago le gustan Stephen King, los cuentos de terror (de los que ya ha escrito varios) y Patricia Highsmith. Y eso se nota, para bien. Bienvenidos al espectáculo.