¿Un libro de cuentos de Navidad? Pues sí, eso es lo primero que me pregunté al tener en mis manos lo último de Carlos Zanón, el último premio Dashiell Hammett, el poeta de la derrota urbana, el autor de esas duras y hermosas Yo fui Johnny Thunders, No llames a casa o Tarde mal y nunca. Luego lo abrí, y leí la primera historia, Gotham, Gotham y me dije: “Es Zanón, es su poesía, es su carácter, es su prosa, es su mala uva...”.
Marley estaba muerto es un libro especial, transitado por el espíritu de Dickens, en el que hay más presencia de la enfermedad y la muerte pero el mismo catálogo de perdedores, los mismos sitios ruinosos, las mismas almas perdidas, idénticas historias sin redención. ¿Es negro? Algunas historias sí, otras seguro que no, o no lo sé, pero no importa.
Me decía Zanón tras ganar el Hammett en Gijón que no es un adicto a Barcelona, que su vida es su gente, sus discos, sus libros, y que podría vivir en otra ciudad y terminar por encontrar lo mismo. Es cierto, pero su descripción de esos barrios de Barcelona por los que transitan sus personajes tienen algo de auténtico, de intransferible.
Tío Noel el loco es una historia que reúne casi todo lo que me gusta de Zanón. Un señor que está muy mal de la cabeza y que se presenta en casa de Silvia, la niña que lo narra todo desde su inteligente punto de vista, en pleno agosto creyendo que es Navidad. La niña es pobre, está confusa, pero sabe que quiere a esa desgracia humana que es hermano de su madre. Hay drama, hay amor, hay una historia con escopetas y granadas y mala leche en el final. Silvia vive en un barrio pobre y al describir a su gente, Zanón está describiendo un pequeño universo extrapolable, con sus peculiaridades, a cualquier barrio humilde de España. Dice así:
“Las últimas 10 casas eran un decálogo de normalidades delirantes y locuras asumibles en las que ver bajar de un taxi a Papá Noel durante la verbena de San Juan era algo perfectamente asumible. En el número 88 vivían el Antonio, la Antonia y su hija Toñi, mientras que en el 98 vivían el señor Fernando, la señora Fernanda y su hija Fernandina. Entre los Antonios y los Fernandos había casi de todo: una mujer ganada en una apuesta de cartas a su padre, un señor que trabajaba en el Banco de Bilbao, un tipo que se había fugado a Chile por haber clavado un abrecartas a un hermano (...), palizas, gritos y música a todo trapo, de Mediterráneo a Burriquito como tú Mi Sharona a Una cosa que te quiero decir, de Rivers of Babylon A l'estaca, paleta enloquecidos de amor, amas de casa agotadas de soledad, viudas gallegas que solo defecaban una vez al mes, hooligans del Barça, el español y del Madrid en el mismo comedor,pirómanos, maltratadores, exputas, excomisarios, exanarquistas (....) un intelectual amante del cine francés, una vieja rumana, un pastor alemán con hemorroides, gente trabajadora, lenguaje pandillero, bicicletas Orbea, un chaval fan de los Tequila, otro muerto de cáncer…”
Hay dos personajes, el Turki y Michael Head, a los que nos presenta en pequeños cuentos y a los que nos volvemos a encontrar luego en la parte final de libro, en otras historias más demoledoras, con menos esperanza si cabe. Head protagoniza toda la angustia de la pesadilla que da título al libro.
También aparece dos veces Charly (En Anoche soñé que alguien te amaba y Bukkake madrileño) un abogado asqueado con la vida, infiel enfermizo, mentiroso, cínico y algo estúpido pero cuyo destino al final me importa. ¿Por qué? Porque Zanón me ha llevado de la mano por su mundo y no me da pena, pero tampoco quiero que acabe mal, me alegro de habérmelo encontrado. Qué cosas.
Armagedon pone los pelos de punta. Es triste, triste, triste.
De nada, por nada, para nada, tiene una gran descripción de una pelea callejera, es una historia de amor, de un perdedor, otro, Marc, un pizzero con antecedentes que está enamorado. Y la historia acaba mal pero bien porque los finales de Zanón son a veces así.
Fairyfatale of Madrid es una bellísima historia de amor y pérdida contada en un puñado de páginas. Sale Madrid, mi Madrid, pero podría ser cualquier sitio, porque lo que de verdad importa es que suenan Los Pogues y que el relato te ha llegado. Porque la verdad, quizás, sólo esté en las canciones tristes, en las historias tristes.
El tipo al que no le gusta pegar por Navidad cierra el libro. Es, quizás, la única historia al 100% negra. Un coche de ambiente cargado, cuatro matones que van a dar una paliza a un moroso, personajes que ya conocemos, conversaciones tipo Tarantino, historias tristes y la misma violencia de siempre. Pero el autor consigue que cierre el libro con una sonrisa.
Con Yo fui Johnny Thunders hubo quienes afearon mi entusiasmo, propio del lenguaje de un blog y perfectamente justificado en el tiempo. Ahora vuelvo a al carga. Zanón lo ha hecho de nuevo. Consigan el libro, regálenlo por Navidad. Sí, sé que no es muy navideño, pero la buena literatura sí que lo es. Lean y disfruten.
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